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NARRA NOAH

Llevaba desde que había salido de casa sentado en la playa intentando relajarme con el sonido de las olas rompiendo contra la orilla. Las actuaciones siempre me ponían nervioso. Me aterraba cometer algún error, que se me olvidase alguna canción o simplemente, la idea de pensar que igual no gustaban mis letras hacía que se me formase un nudo en el estómago.

Miré la hora y guardé de nuevo mi móvil en el bolsillo. Tenía que ir yendo al bar o sino llegaría tarde para la actuación.

A medida que me iba acercando y que los minutos iban pasando sentía como me costaba más y más respirar. Como si tuviese que concentrarme en esforzarme por respirar para no ahogarme. Un sudor frío recorría mi cuerpo y cuando abrí la puerta del local noté como mi corazón se aceleraba todavía más.

El local estaba lleno.

Me abrí hueco hasta llegar al lado del escenario, donde ya estaban todos esperándome.

—Hola —saludé y me acerqué a la barra a pedir una botella de agua.

—¿Estás bien? No tienes buena cara —preguntó Mia preocupada cuando se acercó donde yo me encontraba.

Asentí.

—Tengo el estómago un poco revuelto, pero no es nada. No te preocupes. —Le sonreí y cuando tuve mi botella, di un largo trago.

El dueño del local se subió al escenario, lo cual significaba que en nada tendríamos que estar nosotros allí encima llenando el lugar con nuestra música.

—Buenas noches a todos —empezó a decir el hombre mientras sujetaba el micrófono con una de sus manos—. Muchas gracias por estar esta noche con nosotros. Hoy tengo el honor de presentaros de nuevo a un grupo que ya ha estado aquí, pero que ha gustado tanto que he decidido volver a llamarlos. —Dirigió su brazo hacia nosotros para señalarlos—. Señoras y señores, con todos vosotros, Ultraviolet.

La gente del local comenzó a gritar y a aplaudir mientras subíamos al escenario. Cada uno nos colocamos en nuestra posición y cuando estuve frente al micrófono dirigí mi mirada hacia la gente. Veía todo el lugar borroso y sentía cómo el aire costaba que llegase a mis pulmones. Era como si en cualquier momento fuese a perder el conocimiento.

—Buenas noches a todos —saludé tratando de mantener firme mi voz. No quería que nadie pudiese percibir mi nerviosismo. No era profesional—. Esperamos que os guste tanto nuestra música como nos gusta a nosotros componerla —añadí y tras eso empezamos a tocar.

(...)

La actuación había terminado. Todo había ido bien. La gente parecía haber disfrutado.

Alaska, Mia y Mark se dirigieron a la barra para brindar por la actuación, pero yo me fui directo al baño del bar. Cerré el pestillo y me senté sobre el váter. ¿Qué me estaba pasando?

Las lágrimas empezaron a salir sin control y mi respiración se agitaba más y más. Por mucho que respirase tenía la sensación de que no me llegaba la suficiente cantidad de oxígeno. Me estaba ahogando. Mis manos temblaban y yo las pasaba repetidamente sobre mis muslos en un intento absurdo de tranquilizarme, pero tras unos angustiosos minutos, mi respiración fue volviendo a la normalidad y las lágrimas poco a poco fueron cesando.

Por fin, me sentía mucho mejor. Podía volver a respirar y, aunque de pronto me notaba extremadamente cansado y con el estómago revuelto, era agradable no notar aquella incómoda presión en el pecho.

Me lavé la cara con agua fría para eliminar cualquier rastro que pudiese delatar que había estado llorando cuando este tendría que ser uno de los momentos más felices de mi vida. Al fin y al cabo, estaba cumpliendo poco a poco un sueño.

Desde que era pequeño había soñado con el día en el que pudiese compartir mis canciones con el mundo y, por fin, parecía que eso se estaba cumpliendo. Sin embargo, no me esperaba que se me fuese a hacer tan duro. Cada vez que sabía que iba a tener una actuación, los días anteriores casi no podía dormir. Era un saco de nervios constante. 

Cogí una buena bocanada de aire y me dirigí a la barra con los demás.

—¿Dónde te habías metido? —dijo Alaska mientras me entregaba una cerveza—. La pedimos para ti, te estábamos esperando para brindar.

—Gracias —sonreí. Realmente quería disfrutar de aquel momento. Sabía que cuando pasasen los años, me acordaría de todo aquello con cariño—. Necesitaba ir un momento al baño. —Mis ojos verdes se encontraron con los de Mia, quien no dijo nada, pero por su mirada sabía que estaba preocupada por mí. Me conocía casi mejor que yo mismo después de tantos años de amistad. Muchas veces ella notaba que no estaba bien incluso de que yo mismo me diera cuenta—. ¿Brindamos? —Alcé mi cerveza.

—Por tener muchas más actuaciones así de increíbles —respondió Mia mientras alzaba también su bebida y los cuatro brindamos para a continuación beber un trago.

—Habéis estado increíbles. —Se acercó el jefe de Mia a felicitarnos—. Ya sabéis que me encantaría contar con vosotros más a menudo, si os parece bien.

—Cuente con ella. —Mark sonrió y se acercó la cerveza de nuevo a sus labios para volver a beber.

—Disfrutad de vuestra noche, yo voy a seguir atendiendo a los clientes.

—¿Quieres que eche una mano? —preguntó esta vez mía, pero el señor negó.

—Es tu noche libre, disfruta con tus amigos. —Tras eso se dirigió a un grupo de chicos para empezar a servir lo que le iban pidiendo.

Nos lo estábamos pasando tan bien, que las horas se habían pasado como segundos. Ya había llegado la hora de cierre del local y nos habíamos despedido de Mark y Alaska, quienes se iban en dirección opuesta.

—¿Estás bien? —preguntó mi amiga cuando quedamos solos y se acomodó la funda de su bajo en el hombro.

—Estoy bien. —Sonreí.

No estaba mintiendo. Había pasado un buen rato y todo el malestar que había tenido durante el resto del día se había desvanecido. Ahora lo único que quería era tumbarme en mi cómoda cama a descansar porque estaba agotado.

—Sabes que si en algún momento necesitas cualquier cosa puedes hablar conmigo.

—Lo sé, pero de verdad que no me pasa nada, estoy bien.

Tras eso, no dijo nada más al respecto. Seguimos caminando bajo el cielo estrellado rumbo a nuestra casa mientras rememorábamos los mejores momentos de esa noche. Sin duda, siempre nos acordaríamos de este día.

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