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NARRA MIA

A la mañana siguiente, la suave voz de Noah me despertó. Parecía que se encontraba tarareando alguna canción, aunque no alcanzaba a escuchar de cuál se trataba.

Sentía envidia de la gente que sabía cantar tan bien. Yo lo único que sabía hacer era desafinar y romperle los tímpanos a las personas que me escuchaban. Me tenía que conformar con mi bajo, aunque era algo que me encantaba.

Cuando salí de la habitación me dirigí al salón para ver si Mark ya se había ido. Sin embargo, se encontraba sentado en el sofá con un cigarro en la boca. Me acerqué a él y se lo quité para tirarlo dentro de un vaso de agua que tenía encima de la mesa.

—Aquí dentro no se puede fumar —Él me miró enfadado ya que su cigarro estaba casi entero—. Si quieres fumar, sales a la terraza.

—No se puede salir a la terraza desde aquí —Cogió su paquete de tabaco del sofá y se dirigió a mi habitación—. La próxima vez que quieras que entre a darte el beso de buenos días, solo tienes que pedírmelo —Pude ver desde la ventana del salón como ya había salido a la terraza, se apoyó en la barandilla, colocó un nuevo cigarro sobre sus labios y lo encendió.

Llevé el vaso a la cocina y decidí empezar a hacer el desayuno. No había muestras de que Mark hubiese estado comiendo algo. Me parecía increíble que su desayuno fuese una buena dosis de nicotina mañanera.

La tostadora liberó mis rebanadas de pan y me senté en la mesa para empezar a desayunar. Mi café se estaba empezando a enfriar, así que tenía que darme prisa. Siempre me gustaba dejar la bebida para el final, pero odiaba tomarme el café frío.

Mark volvió a entrar a la cocina mientras se ponía una camiseta de manga corta que le acababa de prestar Noah. Pude averiguar por fin de qué se trataba el misterioso tatuaje que bajaba desde su cuello hasta esconderse debajo de su ropa. Era uno de los tatuajes más bonitos que había visto en mucho tiempo.

—¿Vas a seguir mirándome durante mucho tiempo? —Movió una de las sillas para poder sentarse y empezó a atarse los cordones.

—¿Y Noah? —Ignoré su pregunta.

—Se está duchando —Sacó el teléfono del bolsillo de su pantalón para mirar la hora.

—Por cierto, ¿has hablado con la persona que toca la batería?

Él asintió.

—Me ha dicho que no —Empezó a mirar sus notificaciones y pude apreciar como hacía una mueca—. Tengo que irme. Muchas gracias por dejarme pasar aquí la noche —Me dedicó una sonrisa.

Salió casi corriendo de la cocina y pude oír como la puerta de la entrada se cerraba. Solo unos segundos después, sonó el timbre. No pude evitar reír, se le había olvidado algo.

—¿Ya me echabas de menos? —Pregunté en tono burlón al abrir la puerta.

—Eso solo pasa en tus mejores sueños —Pasó su mano por su cabello rubio para peinarse un poco—. Necesito las llaves de mi moto.

Me acerqué al perchero donde había dejado la mochila colgada y cogí las llaves para entregárselas.

—Hasta luego —Se despidió y cerró la puerta de nuevo.

(...)

Había ido a imprimir más carteles para seguir buscando a alguien que tocase la batería. Hubiese sido increíble que la persona que conocía Mark hubiese aceptado, pero eso no iba a hacer que me rindiese. Pensaba encontrar a alguien tarde o temprano.

Me fui paseando por diferentes establecimientos preguntando si podía colgar un cartel y en todos los sitios fueron muy amables. Además, hoy hacía muy buen día, por lo que el paseo estaba siendo muy agradable.

Seguí caminando y me detuve frente a un estudio de tatuajes. Me animé a entrar y una chica de larga melena negra con numerosos tatuajes y piercings se encontraba al otro lado del mostrador.

—Hola —Saludé tan alegre como siempre y la chica levantó la mirada de los papeles que tenía enfrente—. ¿Puedo colgar uno de estos carteles en la puerta? —Me acerqué para mostrarselos.

—¿Te ha dicho Mark que vengas aquí? —preguntó tras unos segundos observando el cartel.

—¿Mark? —Pregunté sin estar del todo segura si estábamos pensando en la misma persona—. Solo estaba dejando carteles por locales de los alrededores y al ver este estudio decidí dejar también alguno aquí si era posible. Necesitamos encontrar un baterista urgentemente —Dirigí mi mirada hacia el cartel y tras unos instantes volví a mirar a la chica—. ¿Eres amiga de Mark?

—Dejémoslo en que lo conozco —Me devolvió el cartel que había estado leyendo—. Y puedes colgarlo en la cristalera si quieres.

—Entonces, intuyo que tú eras la persona de la que nos estuvo hablando Mark, ¿tú tocas la batería? —La joven solo se limitó a asentir con la cabeza—. ¿Puedo preguntarte por qué le dijiste que no?

—No tengo tiempo —respondió—. Tengo demasiado trabajo aquí.

—Podríamos intentar adaptar los horarios para que te vengan bien —añadí—. Y si quieres puedes venir a escucharnos tocar. Te aseguro que te va a encantar lo que escuches. —No fui capaz de contener la emoción—. Ensayamos aquí. —Le escribí en un trozo de papel la dirección del estudio—. Este viernes estaremos por allí desde las diez de la mañana, por si quieres pasar.

Tras decirle eso, me acerqué a la cristalera con uno de los carteles y tras sacar un rollo de cinta adhesiva de mi mochila, pegué el cartel. Volví de nuevo hacia el mostrador para recuperar el resto de los carteles y ponerme rumbo a seguir colgando alguno más.

—¿Vendrás a escucharnos un rato? —pregunté antes de irme.

—Me lo pensaré. —La chica cogió el papel que le había dado para guardarlo en una carpeta que parecía estar llena de dibujos y yo me fui de allí para seguir colgando carteles.

RockstarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora