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NARRA MIA

La entrada de la casa del padre de Mark era enorme. Una preciosa lámpara araña colgaba del techo y se encargaba de iluminar toda la estancia ayudada de algunas ventanas que estaban al lado de la puerta que acabábamos de atravesar.

—Seguro que mi padre está en el salón —mencionó y empezó a caminar hasta entrar en otra de las habitaciones.

Yo le seguí y me quedé impresionada al entrar en la sala. Era casi tan grande como el piso en el que estábamos viviendo Noah y yo. La mesa ya estaba preparada para la cena y lo que más llamó mi atención fueron las estanterías que ocupaban toda una pared del salón y estaban repletas de libros perfectamente colocados.

El padre de Mark estaba sentado en uno de los sillones de piel que estaban frente al televisor y Mark se sentó en el sofá que había al lado de este.

—Hola —saludé y me senté al lado de mi amigo.

No había notado demasiados nervios hasta el momento en que había visto a su padre. Me sentía un poco incómoda, no sabía cómo comportarme para no ganarme miradas de desaprobación y lo único que quería era terminar la cena para irme a casa.

—Bienvenida —respondió en tono serio sin levantar la mirada de los papeles que tenía sobre sus piernas—. Ahora en unos minutos, si queréis, avisaré para que nos sirvan la mesa.

—Cuando quieras —dijo Mark, quien estaba mirando su teléfono.

Mark estaba contestando los mensajes a una tal Mery y, aunque no leí ninguno de los mensajes, supuse que se trataría en alguno de sus muchos ligues. Solo esperaba que tuviese cuidado porque sino todo este paripé no tenía ningún tipo de sentido si le pillaban.

Su padre se puso a escribir sobre los mismos papeles que poco antes estaba leyendo y cuando terminó, los guardó de nuevo en la carpeta y se levantó para salir del salón sin decir nada.

Minutos más tarde volvió a entrar de nuevo y se dirigió a la mesa para sentarse.

—Ahora nos traen la cena —informó y Mark y yo no le hicimos esperar y nos sentamos también.

(...)

La cena estaba transcurriendo con normalidad. Habíamos estado hablando de diferentes temas triviales y, aunque el padre de Mark no era la persona que mejor me caía, por lo menos, ya no me estaba imponiendo tanto como la primera vez que lo había visto.

Ya solo nos quedaba tomar el postre cuando a Mark le empezó a sonar el teléfono. Vi en la pantalla el nombre de la misma chica con la que había estado hablando antes y él se levantó de la mesa mientras cogía su teléfono.

—Ahora vengo —se disculpó y salió fuera de casa.

El padre y yo nos quedamos en un silencio incómodo, pero no tardó mucho en romperlo.

—Por fin nos quedamos un momento a solas —dijo—. No voy a andar con rodeos. —Apoyó sus codos sobre la mesa—. ¿Cuánto dinero quieres para dejar a Mark?

—¿Qué? —pregunté sorprendida, no me esperaba aquella clase de pregunta.

—No me gustas para él y, aunque estoy seguro de que Mark no tardará mucho en cansarse de ti, como de todas, prefiero que acabéis con esto cuanto antes. Además, mi hijo mencionó que trabajas en un bar y él tiene que estar con alguien de su misma categoría. —Sacó del bolsillo un papel que parecía ser un cheque—. Espero que esta cantidad sea suficiente.

—Está muy equivocado si piensa que puede comprarme. —Dejé el cheque sobre la mesa y me levanté para salir de allí cuanto antes.

Ni siquiera me molesté en despedirme. No estaba saliendo con Mark, pero me había molestado aquel comportamiento de su padre. ¿Cómo que de su misma categoría? Estaría claro que no tendría tanto dinero como ellos, pero, por lo menos, tenía mucha más educación. Nunca antes me había sentido tan insultada.

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