━Capítulo 16

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—No se escucha ni mierda.

Clint amagó con espiar a su compañero por el espejo retrovisor, que no dejaba de quejarse, pero mantuvo sus ojos clavados en el camino.

En el panel de instrumentos del vehículo marcaba que iban a cien kilómetros por hora y que era casi la una de la madrugada. Era martes, ¿o miércoles?, y llevaban ahí metidos más de tres horas. Ya a esa altura del recorrido el asiento le parecía incómodo pero no quería pedirle a ninguno de los dos por un cambio, porque no quería detener la camioneta allí.

—¿A alguno le funciona? —preguntó Valker, que comenzó a protestar del mal funcionamiento de los comunicadores desde marcada la medianoche. Iba sentado en la parte trasera y tenía el aparatito agarrado fuerte entre sus dedos.

El arquero soltó brevemente su mano derecha del volante para llevárselo a la oreja. Esperó. Oyó que Valker le hablaba pero no lo escuchaba en el aparato.

—Yo tampoco escucho nada —le respondió Clint luego de un segundo.

Estaba demasiado concentrado en la carretera, que en realidad era un sendero de tierra seca y plana y con poca vegetación, pero no podía no contestarle porque Christopher Valker, su malhumorado compañero de misión, se molestaba aún más si no lo hacía y Clint no quería contribuir en hacer ese viaje más insoportable.

—¿Martínez? —Valker quería saber si al tercero le sucedía lo mismo con su aparato. El nombrado no contestó.

Se tomó el atrevimiento de despegar la mirada del parabrisas para espiar a su colega. Martínez, en el lugar del copiloto, estaba absorto en sus pensamientos, con los ojos clavados en la ventanilla. Las pocas nubes repartidas en el cielo no tapaban a la luna pero de igual forma la noche era densa y apagada. Los faros del vehículo alumbraban unos cuantos metros por delante y apenas a los costados, pero más allá de eso solo había una oscuridad condensada entre los matorrales secos y las rocas. Estaban en el medio de la nada.

—¿Martínez? —le llamó Clint, con un tono que por poco llegaba al autoritario. Volvió momentáneamente la vista hacia adelante. Fuera del coche solo había silencio, dentro solo se oia el sonido amortiguado del motor y las llantas crispar contra el suelo reseco.

Esperaron expectantes a recibir una respuesta.

—Daniel. Dan —insistió el rubio, elevando un poco la voz y ahí recibió respuesta de Martínez, quien estaba despertándose, aunque nunca se había quedado dormido. Lo miró—. ¿Te funciona?

—El comunicador —aclaró Valker, ante otro silencio quedo de Daniel.

—Eh, no. No, no. Me dejó de funcionar hace rato.

—¿Y por eso no contestabas? —protestó.

—¿Estás bien, hombre? —le preguntó Clint, lo tuvo que observar de reojo.

—Sí, estoy bien —respondió rápido, como si quisiera quitarse esa pregunta de encima.

Clint volvió a enfocarse en el trayecto que tenían por delante, pero se sentía intranquilo. A Daniel lo había notado nervioso y no era buena señal. En las misiones que compartieron juntos hubo ocasiones en las que lo llegó a notar incómodo e incluso asustado. Era normal, a veces había situaciones difíciles de sobrellevar, pero en ninguna de esas veces le había ganado los nervios.

—Solo faltan cinco kilómetros —le explicó Clint, en su afán de tranquilizarlo—. De ahí llegamos a la ruta que nos deja en el limítrofe y recuperaremos la señal. Esto suele pasar en lugares como estos, no es nada nuevo.

Daniel no le respondió.

—Todo va a salir bien —le aseguró. Volvió a dedicarle una mirada rápida. El contrario seguía serio con la vista en frente.

EL FIN DEL SILENCIO - clintashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora