━Capítulo 27

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Débora terminó de escribir y levantó la mirada, atenta. Llevaba tomando muchos apuntes esa sesión. A Clint eso ya no lo perturbaba.

-[¿Y te fuiste?] -le preguntó ella.

-No. Me quedé. Me quedé durante toda la maldita función.

Luego de la pregunta "¿cómo estuvo tu semana?" con la que arrancaba Débora todas las sesiones, todo lo que venía haciendo Clint era ponerla al día.

-Y déjame decirte que no fue la gran cosa -agregó-. Nosotros éramos mejores.

También le contó que no había durado tanto y que la ansiedad se le disipó a medida que transcurrieron los minutos. Nadie los metió en un transe, nadie los hipnotizó, salió de la carpa con la misma cantidad de dinero y elementos de valor con los que había entrado. Ya no usaban animales para el espectáculo, eso era un punto a favor que debía otorgarles; los acróbatas no eran muy buenos, el show del escapista le aburrió y le pareció predecible, el maestro de ceremonias era un hombre de más de cuarenta años, alto, regordete, con poca elocuencia y con un traje tan básico que parecía un disfraz alquilado, todo lo contrario a lo que había esperado, porque sí, se lo dijo, admitió que había tenido miedo de encontrarse a un joven de rulos negros, ojos verdes y de una increíble capacidad de captar la atención de la gente en su lugar.

-Ya sé que es absurdo, está muerto -Clint se encogió de hombros y soltó un sonido similar a una risita teñida de tristeza-, pero todo me hizo acordar a él. Y de todos los demás, claro, pero en especial a él.

-[Inevitablemente te vas a enfrentar a situaciones particulares que te hagan rememorar, no es absurdo.]

-Lo sé, es solo que en estas ocasiones no lo manejé muy bien.

Débora mostró su desacuerdo frunciendo el entrecejo.

-[¿Por qué?]

-Por poco me paralizo.

-[A mí me parece que lo manejaste bien. Me dijiste hace un rato que viste a tu hermano y te recordó a tu padre pero conversaron bien igual. Muy distinto hubiera sido si lo evitabas. O, en este caso, si hubieras decidido no ver la función o irte.]

Clint asintió despacio y agachó levemente su cabeza. Se fijó en sus manos, que descansaban en su regazo. Estaba jugueteando de forma nerviosa con sus dedos. Luego de un silencio vacilante que tomó espacio por algunos segundos, dijo:

-Supongo que habrá sido por lo de ir al circo que soñé con él. Varias veces.

-[¿Qué soñaste?]

-Una conversación que tuve con él sobre sus habilidades. Éramos chicos. Él me decía que lo que hacía no se podía deshacer. Claramente me mintió.

-[¿Y eso cómo te hace sentir?]

La mandíbula de Clint se tensó. Se estaba acomodando y acostumbrado a todos los aspectos que conllevaba la terapia, pero lo único que no podía dejar de repeler (o en realidad no podía dejar de incomodarle) era esa pregunta.

Separó los labios pero tardó en pronunciar algo. Se le cruzaron miles de pensamientos pero ninguno lo ayudó a formar una respuesta concreta.

-No lo sé, yo solo quiero... -se calló. Pensativo, desvió la mirada hacia una esquina. Pasó un breve momento hasta que volvió a mirar a Débora.

-[¿Qué quieres?]

Para responder, y no sentir que daba mil vueltas en un mismo asunto, decidió soltarse de eso que le retenía y hablar desde el centro de su pecho, no tanto de su cabeza, con la lengua suelta, las palabras sin filtro.

EL FIN DEL SILENCIO - clintashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora