EL FIN DEL SILENCIO - clintasha

━Capítulo 29

Natasha se estaba muriendo.

Ella sabía que había muchas formas de morir, por su pasado y estilo de vida se hizo conocedora de todas las alternativas, se había acercado involuntariamente a ellas. Innumerables veces había sido empujada a situaciones que amenazaron su integridad, tanto de forma física (heridas graves, enfrentamientos peligrosos, torturas de todo tipo) como mental (con sus agonías, decaimientos y luchas internas, más propias de su tiempo en la KGB).

Las había experimentado todas, por lo menos en su gran mayoría. O, bueno, eso creía.

Pero esa...

Esa nueva forma de morir era inesperada y sorpresiva. Había creído por su experiencia que no era posible, que en realidad nunca podría llegar a suceder, sin embargo ahí estaba, apenas pudiendo respirar, con fiebre en su cuerpo sobrepasando todos los límites establecidos.

Así que sí, Natasha se estaba muriendo. Y quien la estaba matando era Clint Barton.

Había empezado con una cena imprevista luego de salir de una reunión eterna de SHIELD. Tenía todos los tintes de una cita aunque no la habían catalogado explícitamente como una. Cansados por un día largo pero predispuestos para pasar un buen rato con la compañía del otro, eligieron un restaurante que terminó por defraudarlos tanto que ni siquiera se quedaron para el postre. Cuando parecía que la noche acababa ahí, Clint propuso comer el postre en otro lado. Natasha (sin dobles intenciones aparentes) ofreció su apartamento.

Allí bebieron una botella de vino blanco, comieron fresas bañadas en chocolate y relajados, con la soltura desinhibida y libre del alcohol, se besaron con fervor.

No hubo urgencia ni desesperación como el encuentro de la semana anterior cuando Natasha regresó de la misión, tampoco fue un toqueteo descarado como el que habían tenido el placer de llevar a cabo de forma secreta en un baño recondito de SHIELD hace un par de días atrás. Esta vez, cuando Natasha se dejó caer en la cama, Clint la desnudó con una paciencia dolorosamente extraordinaria y hasta desconcertante, tomándose su tiempo, de forma metódica y respetuosa, como si descubrir y destapar su piel constituyera el despliegue de un ritual. Los besos que le plantaba mientras la despojaba de las capas de tela tenían sabor a una promesa que la rusa no pudo descifrar, porque se había distraído con esa mirada medio traviesa y juguetona en los ojos del arquero que no terminaba de entender del todo por qué estaba allí en sus ojos.

Hasta que eventualmente lo hizo.

Barton estaba cometido y decidido, tenaz como en sus misiones más arduas, batallando por tomar las riendas porque esa noche quería una cosa y solo una cosa. Se lo había susurrado al oído mientras la acariciaba con el hambre que comenzaba a despertarse, "esta noche quiero hacer que te olvides hasta de tu nombre".

Y Natasha, fiel a su naturaleza, forcejeando con ceder el control, por toda respuesta lo había desafiado. "A ver si logras hacerlo".

Resulta que Clint lo estaba haciendo muy bien, porque la pelirroja estaba comenzando a creer que era posible fallecer de placer. La forma más plena de morir.

Lo tenía encima. Desde que se posicionó sobre ella el rubio se había negado a abandonar ese espacio; encajaban perfecto, él entre sus piernas, ella extasiada con el peso de su cuerpo firme y su calor y sus movimientos deleitosos y sus embestidas y...

Perdió la cuenta de las veces que se sintió consumir en todos los sentidos. De las veces que enterraba una mano en el cabello húmedo de Clint y la otra se clavaba en su espalda, que hundía la cabeza en la almohada y cerraba los ojos porque estaba a punto de llegar al orgasmo y el arquero simplemente se detenía. Se detenía a propósito, para dejarla con ganas, como un acto de maldad o más bien una travesura. Y, mientras Natasha se embebía en un estado de fastidio y aturdimiento, él la besaba. Profundo, desordenado. La devoraba.