━Capitulo 35

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La puerta se abrió y del otro lado lo recibió Yelena.

La sonrisa no se le llegó a formar del todo en los labios, era más bien una mueca, pero sí se reflejó en su mirada ese destellito de "qué bueno verte". También había algo de escrutadora, atenta.

—Hasta que por fin apareces. Creí que estabas convaleciendo en algún descampado —le reprochó y lo hizo con todo el aval de la confianza que se había gestado entre ellos.

Ella se corrió a un lado para dejarlos pasar y se agachó cuando Lucky, en vez de seguirle los pasos a su dueño, soltó el juguete que llevaba en su boca y se detuvo junto a la rubia para hacerle una fiestita de besos y movimientos escandalosos de cola. Clint le sacó la correa a su perro para que se pudiera mover con más libertad.

—Ningún descampado, solo un cambio de planes que hizo que todo me tomara más tiempo —le respondió.

Ella, con sus dos manos acariciando el lomo de Lucky, levantó la vista y alzó una ceja, inquisitiva.

Yelena se veía muy bien, distendida, recompuesta y hasta relajada, sin embargo, de repente la invadió una dureza en los ojos que le hizo recordar a la última vez que la vio, en el hospital. Por suerte solo quedaba eso en ella, aunque débil, como una bruma que con el tiempo se podría disipar, el resto de aquella desolación quedó atrás junto a esos días.

—¿Algo salió mal? —preguntó Yelena.

Clint sacudió la cabeza despacio.

—No —respondió, con tranquilidad—. Me gané una suspensión, me catalogaron como irresponsable, desobediente e indisciplinado en mi legajo y en unos días tengo reunión con el consejo directivo para determinar mi futuro en la agencia pero cumplí con lo que te prometí.

Ella se incorporó lentamente.

—Entonces lo encontraste.

—Lo dices como si hubieras dudado de mí.

—Jamás, Clint Barton.

—Quemé literalmente hasta los cimientos de todo lo que llegó a construir y me aseguré que no se vuelva a repetir. No volverá a hacerles daño, ni a ustedes ni a nadie más.

En ese breve momento en que Yelena no dijo nada, lo observó fijo mientras asentía vagamente. Había entornado apenas los ojos y Clint quiso saber qué tanto analizaba cuando lo veía.

—Gracias.

—No tienes que agradecer nada.

Ella hizo un pequeño sonido gutural mientras su mirada se desviaba al techo, reflexiva.

—Mmm, ¿te catalogaron como irresponsable, desobediente e indisciplinado recién ahora? Se tardaron bastante —bromeó, y el peso que se estaba asentando en el aire se aligeró hasta desaparecer.

Clint sonrió mientras echaba un vistazo al departamento.

—¿Nat cómo está?

—Está bien, ahora está durmiendo una siesta—contestó Yelena y le hizo una seña con la mano para invitarlo a pasar a la sala de estar—. Duerme mucho últimamente, sigue un poco débil, además de que durmió muy poco en el hospital una vez que despertó. Algo le está quitando el sueño.

Yelena tomó asiento en el sofá individual mientras Lucky, ya habiendo recuperado su pelota, se le acercó a la rubia para mostrarle su juguete.

Mientras Clint se movía lento para también tomar asiento, pensó que la última vez que había estado allí fue cuando enfrentó a Natasha, cuando su corazón comenzó a romperse. Se le siguió rompiendo con el pasar de los días, pero por distintas circunstancias. Tenía todavía las esquirlas de su corazón desparramadas por todas partes.

EL FIN DEL SILENCIO - clintashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora