━Capítulo 6

327 26 78
                                    

Barney Barton estaba cansado pero no podía dormir.

Cargaba con el peso muerto de días intensos y movilizadores en la espalda y nunca se lo quitaba, era como una mochila eterna aferrada a su cuerpo que no lo dejaba descansar. Al estado alarmante de su hermano le tuvo que sumar la aparición repentina de Maria Hill, acompañado de un hombre misterioso que se presentó como Phil Coulson, un martes a la mañana, que no hizo más que sacudir las aguas que ya estaban turbulentas. Pidieron hablar con Clint y por más que intentó mantenerse cerca, no pudo escuchar con claridad la dificultosa conversación que tuvieron con el arquero. Solo pudo rescatar algunas de las palabras que salieron de la boca de los que Barney consideró compañeros de trabajo de Clint: "licencia indefinida", "renuncia", "cambio de puesto", "pago de seguro" y "psicóloga". Clint habló poco, tan poco que Barney no pudo retener en su mente nada de lo dicho por el rubio.

Todo comenzó a irse a la mierda el jueves cuando Clint, obligado por una formalidad laboral para tener el justificativo de la licencia, tuvo que presentarse a una cita con una psicóloga de la agencia, que terminó derivandolo a una psiquiatra, que no hizo mucho más que recetarle somníferos y ansiolíticos, pues Clint le había dicho que no podía (en realidad no quería) dormir. Había sido una cita tan breve, desinteresada, incómoda y vacía, que el menor de los Barton decidió esa misma tarde, después de volver del consultorio, que no se iba a atender nunca más con algún personal de salud mental. Aquel día Barney notó a su hermano más tenso y arisco de lo normal.

-[¿Cómo te fue] -le preguntó en señas. Aquella vez decidió no acompañarlo porque no quería repetir la discusión de la última vez luego de visitar a la doctora Shepard.

Clint lo miró con ese gesto de "¿me hablas en serio? ¿Acaso no es obvio?" y seguido apoyó bruscamente los dos frascos de pastillas sobre la mesa.

Al ansiolítico lo tomó una sola vez y aquella fue la última, pues ese mismo día se había tomado tres botellas de cerveza y terminó vomitando en el baño lo poco de la comida chatarra o sándwiches que comía. Aunque no quería dormir, ese mínimo resquicio de consciencia le dijo que su mal estado de salud se debía a que dormia menos de cuatro horas al día, así que decidió tomar los somníferos, creyendo también que con un sueño profundo y tranquilo quizá no iba a volver a tener pesadillas. Se equivocó. Dormir más lo hacía sentir apenas mejor aunque andaba desganado y con los párpados pesados. Lo negativo: le costaba salir de sus sueños para despertarse, esas imágenes eran como una arena movediza, por más de que quería escapar de ellas todo intento de huir solo lo hundía más.

Barney aplazó su descanso para ordenar apenas la casa antes de acostarse. Sabía que iba a iniciar una discusión pero de todas formas le insistía a Clint que no bebiera tanto. Al principio se sentaba lo más cerca posible y compartía con él ese momento de beber una cerveza junto a su hermano, pero cuando Barney decidía que era suficiente, el rubio iba por la segunda, luego la tercera y a veces terminaba tomándose cuatro o cinco botellas solo. Ordenó la mesa del comedor, tiró las botellas, juntó los vasos y levantó los envoltorios de lo que habían cenado esa noche. Una vez que terminó se dio una ducha rápida, apagó todas las luces y se tiró en el sillón, solo con una almohada y una manta fina, el aire acondicionado que reparó por fortuna mantenía el departamento ajeno a los treinta y dos grados que hacía afuera.

Se acostó boca arriba, apoyando su cabeza debajo de sus dos manos y miró al techo, preguntándose por qué si estaba cansado no le llegaba el sueño. Había escuchado que el cansancio físico era agotador, pero el cansancio mental era peligroso, y que uno de los síntomas era aquel que ahora estaba sufriendo. Inspiró hondo y trató de poner la mente en blanco, pero pensó en Clint.

"¿No es preocupante?", recordó que esa niña había preguntado. Barney había evadido la respuesta porque quería convencerse de que en realidad su hermanito no estaba tan mal, que era mala racha del momento y que le iba a pasar, que todo eso dentro de todo era normal, que no había alcanzado ningún limite y que no cruzó ninguna línea alarmante. De todas maneras, estaba atento y alerta, esperando darse cuenta si eso sucedía.

EL FIN DEL SILENCIO - clintashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora