━Capítulo 36 - Final

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En el consultorio de Débora había un árbol de navidad.

Era realmente muy pequeño, como para que pasara desapercibido, y su decoración era bastante modesta siguiendo una paleta de solo dos colores. Rojo y dorado. Tenía lucecitas blancas y una estrella en la punta.

Estaba ubicado justo debajo de la ventana que ofrecía una vista muy bella de la ciudad y Clint había respondido las primeras preguntas iniciales y rutinarias de la sesión mientras lo miraba.

La semana de Clint había estado bien. No había mucho para contar al respecto. Esos desánimos que venían anclados a diciembre habían quedado aplacados primero por Natasha, con quien había pasado una tarde entera decorando la casa para dejarla a tono de las festividades. El árbol que habían comprado era enorme, su departamento se llenó de lucecitas navideñas (Clint estuvo hora y media para desenredarlas) y hasta los platos de agua y alimento de Lucky iban a juego con el tema navideño.

Los siguientes días estuvieron llenos de paseos por el parque los tres juntos, de tazas de chocolate caliente mientras estaban acurrucados en el sofá y Natasha le relataba extractos del libro que venía leyendo, una cena en un restaurante elegante el sábado y, por supuesto, noches de pasión debajo de las mantas que le seguían mañanas de café y muchos abrazos y caricias.

También estuvo la noche de película que por decreto quedó como una obligación semanal durante todo el mes por lo divertida que fue. Kate, Yelena, Natasha y films navideños de dudosa calidad junto con una cantidad exuberante de snacks y pizza habían mermado esa pesadumbre que apareció cuando Clint, una mañana, miró el calendario y se dio cuenta que noviembre ya había terminado.

Durante ese mes y medio que había transcurrido, Clint había usado el espacio de terapia para hablar de temas diversos y extensos, tanto recientes como algunos que habían quedado pendientes de meses anteriores: su reconciliación con Natasha y como el tenerla de vuelta a su lado le daba cierto equilibrio a su vida; el haber regresado a realizar misiones a pesar de que tenía inseguridades sobre su sordera (miedo que no se quitaba aunque había vuelto a ver a Bruce y Tony para chequear el funcionamiento de los implantes); su venganza contra Ávalos y su accionar (cuestionable) durante ese momento y la pérdida de una agente; la relación con su hermano que de tantos maltratos que había sufrido a lo largo del tiempo ya había quedado frágil y desgastada; su lamento y bronca por haber padecido tanto durante los meses que había pasado, como si la vida lo estuviera castigando merecidamente.

Fue ahí con eso último que, entre todas las intervenciones que Débora le había hecho por ese comentario, Clint rescató lo que hasta ahora a él le había parecido lo más valioso. Sí, lo había pasado horriblemente mal por culpa de todo lo que le había hecho Adrien y no se lo merecía pero, si había que rescatar algo positivo de tanta maldad, era que si no hubiera pasado todo eso, Clint no hubiera comenzado a sanar sus traumas de la infancia, traumas que, directa o indirectamente, le estaban afectando su vida y todo lo que aquello implicaba.

El arquero tuvo que admitir que Débora tenía razón. Si no hubiera sido por toda esa cadena de hechos nunca se hubiera sentado allí para empezar a sanar aquellos dolores del pasado. Ahora que lo estaba haciendo no quería parar, era por eso que, ahí sentado viendo un arbolito de navidad en el consultorio de su psicóloga, sentía que ya volvía a tener un lugar, espacio y tiempo para seguir haciéndolo. Podía retomar el hilo.

Respiró hondo.

—También esta semana estuve... pensando mucho en algo —comentó. Tenía el timbre de un comentario banal, al pasar, pero en realidad le estaba costando mucho decirlo.

—¿En qué? —preguntó ella, mirándolo a los ojos pero con el bolígrafo apoyado en el papel, listo para escribir.

—En mi mamá.

EL FIN DEL SILENCIO - clintashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora