Diario de Ion, 18 de mayo de 1065.

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La última vez que me había planteado escribir un diario, tenia 10 años. Ahora, 17 años después, estoy en una situación tan extraña, que la tentación de armar uno es demasiado fuerte. Así que aquí me hallo, dejando constancia de los extraordinarios sucesos que he vivido últimamente. Y es que el mundo en el cual existía hasta hace un día ha cambiado por completo. Al principio estaba asustado, pero ahora una mezcla de aromas, el suave pero persistente calor y el cantar de exóticos pájaros ha trastocado de forma radical mis pensamientos. Me hallo sumergido en una mezcla desconcierto, incomodidad y una inesperada alegría. Será mejor que comience por el principio...

Estaba caminando por el centro de mi ciudad, por la peatonal que va desde la estación de tren hasta la plaza, al lado de la cual hay una bella catedral. A mi alrededor el escenario era por demás ordinario: algunos negocios cerrados, viejas humildes pidiendo limosnas, la bocina de los coches resonando a lo lejos, el cielo grisáceo del otoño. Estaba tan en mi mundo que me quedé mirando un envoltorio de chocolate siendo arrastrado por una ligera brisa. Lo único que me mantenía en mi mundo eran mis anteojos, al empañarse con el vapor que emanaba de mi boca. No tarde en llegar al parque, por lo que decidí dar una vuelta manzana, antes de volver a casa.

No tarde en percatarme de algo. Con cada paso que daba, mi vista parecía volverse más borrosa. Pensé que se me estaba empañando las lentes, pero al principio solo los edificios más altos y las casas más lejanas se veían nublados. Era una rara niebla que se volvía más opaca a cada segundo. Cuando me di cuenta de eso, mire a mi alrededor. La gente que me rodeaba hasta hace rato había desaparecido. En su lugar, aparecían matojos de hierbas colándose entre las baldosas.

Asustado, traté de volver hacia atrás, hacia la peatonal, pero no había ni rastro de esta, ni del murmullo de la gente o el ruido de los autos. La vegetación avanzaba sobre la vereda, como si la plaza a mi alrededor hubiera cobrado vida. Pronto me vi envuelto entre un montón de arboles y arbustos que me resultan extraños. Finalmente, al dar unos pasos más, me di cuenta que estaba pisando tierra, una tierra particularmente rojiza y húmeda.

Por un momento, pensé que estaba en un sueño. No me lo tomé muy en serio, por lo que decidí explotar un poco aquella neblinosa jungla en la que me hallaba. Pero no tardé en escuchar sonidos de animales que me resultaban desconocidos. El calor comenzó a agobiarme y mis nervios estaban cada vez más alterados. Traté de comprobar si realmente estaba dormido, empujando mi dedo índice contra mi palma, pero este no la atravesaba. Aun así, seguía esforzándome en creer que no estaba en el reino de la vigilia.

Pero, repentinamente, escuché algo arrastrarse por el suelo, algo que terminaría por desbordar mis nervios. Miré hacia una rama y noté como se agitaba cada vez más fuerte, hasta el punto en que algunas hojas se desprendían. Casi de forma inconsciente, mis pies se empezaron a mover, primero caminando, y luego corriendo de manera torpe lo más lejos posible de aquellos temblores. Me interné entre los espacios más angostos que encontraba, salté todo tipo de obstáculos como raíces y piedras, pero los arboles no dejaban de temblar, y el arrastre de aquello sonaba cada vez con más fuerza. Lo oía con claridad.

Terminé llegando sin darme cuenta a una parte de la jungla donde la niebla era tan espesa que solo podía ver unos finos troncos a unos pocos metros. El salvaje reptar que escuchaba se detuvo, por lo que lentamente me di la vuelta. Ahí estaba, detrás de mi, un monstruo enorme, con cuerpo rojizo de serpiente, con su cabeza opacada por la neblina, como si fuera una torre. Ni siquiera podía verle el rostro, pero no me cabe la menor duda que tenia sus ojos clavados en mi.

El monstruo se arrojó sobre mi, pero de manera sorpresiva, un árbol se alzó entre él y yo, interceptándolo. El tronco se sacudió bruscamente al atajar la cabeza del bicho. Tenia un cráneo muy duro duro y macizo. Se recuperó muy rápido del choque, sin embargo, más vegetación creció a su alrededor, encerrándolo.

La Bruja de la SelvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora