Diario de Eda, 19 de mayo de 1065.

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Un año ha pasado, un año sobreviviendo a la voraz malicia del ejército, barnizando mi piel con la sangre de miles de conscriptos. Un año he estado esperando una respuesta de aquel demonio, una señal. Y cuando por fin empezaba a desesperar, ella decidió aparecer. Me había quedado dormida, por ahí del mediodía, cuando me vi en aquella lujosa sala, ante ella. Me sonrió con morbo y solo me dijo dos palabras:

- Ya llegó...

Desperté, sobresaltada por su declaración. Y entonces, olí aquella fragancia, aquel aroma a sangre etérea particularmente amargo, como café, pero fresco como la menta, como una fruta inmadura o un diamante en bruto. Llenaba mis fosas nasales y achispaba mi mente como si aquel líquido marrón corriera por mis venas. Me levanté de la hamaca, tomé mi guadaña, le avisé a mi hermana y a Leticia, y salí disparada directo hacia la jungla, siguiendo aquel olor como si fuera néctar.

Un ligero escalofrío recorrió mi espalda cuando me percaté que aquel aroma provenía de la niebla de esporas que había levantado. No tenía miedo de que algo le pasara a nuestro visitante, ya que los hongos no le deberían hacer nada sino los activo. Pero no me hacia gracia la posibilidad de que se topara con mi secreto en medio de aquella neblina.

Me apresuré y corrí con todo a través de la niebla, hasta llegar al "bosque" de estacas. No tardé en divisar el alargado y escamoso lomo de un moñai, una serpiente gigante, siguiendo la fragancia, acechando a su presa. Reaccioné ni bien amagó con lanzarse sobre aquel muchacho, azotando el suelo, formando un muro de troncos con él cual se estampó. La encerré en él y, a continuación, arrojé una marea de estacas hacia ella, empalándola desde su vientre, la parte más blanda de su cuerpo. El bicho se retorció en agónicos bramidos, regando la tierra con su sangre, hasta que finalmente feneció.

Deshice las estacas y me subí al cadáver de la víbora, hasta pararme en su cráneo. No tardé en divisar la silueta de un muchacho asustado entre la niebla, y comenté con un tono burlón:

- Parece que alguien a tenido un mal día...

Difuminé parte de la niebla, mientras me acercaba a él, para poder verlo mejor. Y lo que presencié me dejó asombrada.

Ante mi había un joven con vestimenta extraña, como de otra época, muy abrigada para este clima. Su piel era clara. Su pelo era castaño como el café, con puntas rubias como el trigo. Sus ojos eran verdes como olivas, brillando a través de unos anteojos. Adornaban un rostro inocente, amigable, casi como el de un niño, tapado por un extraño trapo. Era... Es... perfecto. Supe de inmediato que aquel muchacho era justo lo que necesitaba. Su aspecto desencajaba un poco con esta parte del mundo, pero era un alienis, un jurua, una muy buena opción para conectar con el exterior, para ser un "mesías". Y encima su sangre etérea era tan poderosa... Lo podía sentir en su hedor.

Ni bien bajé del moñai, con bastante timidez, el muchacho respondió:

- E- Estoy bien...

- Me alegro. Entonces, ¿eres nuestro inesperado visitante?

- Yo, definitivamente, no esperaba terminar en este lugar. - Confesó.

Tal como esperaba, terminó en este lugar por mero capricho de aquel demonio, sin tener la menor idea de sus intenciones. Por suerte, tampoco parecía haberse percatado de los cadáveres que lo rodeaban. Lo tomé de la mano y, con calma y gentileza, lo saqué del bosque de empalados. Lo guie hasta la casa-árbol, en el claro, donde nos estaban esperando Leticia y Anais. Estaba tan asombrado, al ver tanto nuestro hogar como a mis compañeras, que empecé a darme cuenta que ni siquiera venía de este mundo. Le pregunté su nombre.

- Ion. - Respondió.

¿Ion? ¿Cómo el héroe mitológico helenio? Ni bien me respondió me percaté de que estaba mintiendo. No sé por qué me ocultó su verdadero nombre, aunque por ahora no importa. No voy a presionarlo respecto a esto, ya que quiero que se sienta cómodo acá. Pero parecía que Leticia tenía otra idea, ya que ni bien lo vio le mostró bastante desconfianza.

Ni bien se despojó de su abrigo, le ofrecí un poco de mate. Quería que se relajara y bajara la guardia, así podía conocerlo mejor. Pero, ni bien probó el dulce líquido de la calabaza, su sorpresa se profundizó. Hasta la yerba mate de su mundo es diferente. Le expliqué todo lo que podía sobre los alienis como él, sobre las razas como los orcos y los elfos, e incluso sobre nuestra magia. Su asombro no disminuyó ni por un instante. Yo también me quedé sorprendida con él, ya que por lo visto el lugar del cual viene es bastante caótico. Incluso tienen que usar aquel trapo, el barbijo, por alguna enfermedad rara.

Después de conocerlo un poco, preparamos una fogata y cenamos un carpincho que Leticia había cazado hace poco. Me vino bastante bien la chicha que Anais me enseñó a preparar. Mientras comíamos, logré hacer que él se interesara por aprender a usar la sangre etérea, lo cual ya es todo un avance. Con el olor que desprende, debería hacer hechizos muy poderosos. Aunque me da la impresión de que está más interesado en las mujeres de este mundo que en la magia... ¿Capaz en mi?

Ni bien la cena terminó, le propuse a "Ion" que anotara sus experiencias en un nuevo diario que encontré, ya que estaba tan asombrado con lo que mi mundo le podía ofrecer. Ahora podré averiguar algunas cosas más respecto a nuestro invitado.

Y estoy segura de que habrá cosas que quiera anotar, ya que esta primera noche no podía dormir. Estaba inquieto, debido a que se sentía observado, por lo que decidí acostarme con él para que pueda descansar. No se equivocaba, ya que no éramos cuatro personas dentro de la casa-árbol, sino cinco. Nia quiso presenciar a nuestro invitado escondida entre los troncos, deseosa de ver que clase de persona era. Cuando, por fin, Ion se durmió, me levanté y, a parte de anotar esto, le hablé a la mujer-planta.

- No es muy cortes espiar a la gente. - La regañé.

- Lo sé, pero me daba curiosidad. Nunca había visto a nadie con esas ropas. - Se excusó, emergiendo de entre la pared de troncos.

- No te inspira confianza, ¿no?

- Más o menos... - Respondió, mostrándome su duda. - No obstante, su aroma es peculiar.

- ¿Peculiar? ¿En qué sentido?

- Me recuerda a alguien. - Respondió con amarga nostalgia. - No importa...

Nia no me quiso dar más explicaciones, solo me hizo saber que va a seguir espiando a Ion por unos días más. Está empezando a amanecer, así que será mejor que me meta en la hamaca antes de que se despierte. Hoy veré de que es capaz nuestro invitado.

La Bruja de la SelvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora