No me opuse a la propuesta de mi anfitriona de volver de inmediato. Dada la situación actual, lo peor que nos podía pasar es que nos atraparan en la escena del crimen. Tomamos todos los suministros que pudimos y destruimos las armas y munición que sobraban. Recorrimos la jungla con paso lento pero constante, prestando atención al menor cambio en el aroma del ambiente. El clima era tan tenso y turbio que, para aliviar un poco los ánimos, le pregunté a Celeste y a Eda:
- ¿Me notan más delgado?
- Sí, se te nota más flaco. - Respondió Celeste. - El ejercicio te vino bien.
- Cierto... Igual no deberías preocuparte tanto por la cuestión estética. - Comentó Eda.
- ¿Porque estamos en guerra... ?
- Por eso, y porque no es necesario para que des un buen desempeño... en el sexo. - Mi anfitriona sonrió con mordacidad.
- Entiendo... Igual me gustaría tener un físico más trabajado. - Declaré, pasándome la mano por la barriga.
- Es irrelevante. Una cosa es que tus músculos sean resistentes, y otra muy distinta es que estén inflados. La hipertrofia no aporta mucho a un guerrero. Mismo, la mayoría de conscriptos que maté se veían fibrosos, pero no parecía que tuvieran cubos bajo la piel. - Contestó Eda con fría racionalidad.
En ese instante, cuando volteé a ver a Celeste, noté como sus pupilas se habían contraído en una expresión de alarma.
- ¿Celeste?
La bruja-tigre se detuvo abruptamente, y luego Eda, y, para cuando me di cuenta de lo que pasaba, todas las elfas habían frenado su avance. Las manos de mi anfitriona apretaron con fuerza el asta de su hoz. Con lentitud, las guerreras dejaron las cajas con suministros en el suelo y llevaron los dedos a sus armas. Se esparcieron por el lugar, tomando posiciones tras arboles, arbustos y piedras, según las indicaciones de la chaman, preparándose para recibir a la nueva amenaza que venía detrás nuestra.
- ¿Se aproximan militares? - Pregunté.
- Junto con los mercenarios. - Murmuró mi anfitriona.
Saqué mi daga y empecé a bañarme con mi dorada aura de viento, al mismo tiempo que Celeste transformaba sus brazos y piernas en las robustas extremidades de una fiera. Los segundos se hicieron eternos, hasta que comenzamos a escuchar las pisadas del enemigo. Y entonces, resonó el gruñido de feroces llamas.
Ni bien atisbamos el oscuro azul de los uniformes, una lluvia de plomo cayó sobre nosotros. Eda alzó de un pisotón una muralla de troncos ante mi, justo antes de que las balas me alcanzaran. Acto seguido, como un cometa, una bola de fuego aterrizó delante, liberando una ardiente explosión. Del humeante y profundo cráter aquel siniestro y enmascarado mercenario apareció, sosteniendo su mandoble con ambas manos. Celeste, mutada en aquella temible bestia, corrió a recibirlo, lanzando vehementes zarpazos. Las garras de la bruja-tigre resonaron contra el espadón del sicario como violentas campanadas, crispando aun más mis nervios.
Estaba a punto de salir a ayudar a la guerrera-jaguar, pero Eda me retuvo, apretando con dureza la mano que sostenía mi cuchillo. Volteé a verla y le pregunté:
- ¿¡Qué pasa!?
- Solo puedo oler la sangre de aquel mercenario. Falta la otra...
- ¿Qué es lo que te preocupa... ? ¿¡Qué hacemos!?
Eda se apartó de su cobertura y, de un tirón, me dijo:
- Tenemos que volver a la aldea...
No estábamos lejos del pueblo, así que corrimos con todas nuestras fuerzas. Procuré mantener el paso de mi tutora, ya que ella conoce mejor que nadie la selva. Su ceño se frunció en una horrible mezcla de rabia, miedo y desesperación cuando empezó a percibir el aroma de la mercenaria que faltaba. Con cada pisada, el sudor frío que impregnaba su cara se hacia más notorio. Y entonces, escuchamos el resonar de metal contra metal, el coro de armas chocando, y el rugir de fusiles. No tardamos en llegar al claro donde estaba la casa-árbol, directo al caos.
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La Bruja de la Selva
FantasyUn muchacho es transportado a una selva, en otro mundo. No tarda en toparse con las peligrosas criaturas que viven en la jungla, pero una joven aparece justo a tiempo para salvarlo. Bajo la protección de aquella heroína y de sus amigas, el chico ten...