Diario de Eda, 7 de octubre de 1065.

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El velo anaranjado del amanecer cubría el gran valle que llevaba hacia el interior de la provincia, un largo pasillo verdoso delimitado por empinados montes, dibujado en torno a un río. Ni bien llegamos a un punto, a unos 3 días de la capital, cerca de la salida, Leticia, Celeste, yo y varias elfas, y caaporas nos dispersamos a ambos lados, formando una línea, y azotamos el suelo. La tierra, al instante, empezó a temblar con fuerza, como si fuera un terremoto, como si el planeta se estuviera derrumbando. Pronto, un elevado muro, de al menos cinco metros de alto, se alzó,  con una pronunciada inclinación delante, y otra más suave atrás. Habíamos taponado el valle con una barrera artificial, dejando una potente cascada en medio de esta.

Ni bien terminamos de cercar el valle con una muralla de tierra, nos reunimos con Adelina y sus tropas en el campamento, a ciento cincuenta metros tras esta. La comandante de Guaranay me recibió tras una rustica y amplia mesa, con un mapa de la provincia abierto sobre esta. En él estaba dibujado no solo el corredor, sino también al oeste una oscura mancha que representaba los esteros, los pantanos que se expandían en la frontera sur de la provincia. Con un gesto, indiqué a mis guerreras que se retiran y me dirigí a ella.

- Entonces, ¿cuál es el plan? - Preguntó Adelina.

- Acabamos de levantar una barrera en el valle, lo suficientemente alta como para darle una buena posición a nuestros tiradores para disparar. Ni bien se acerquen lo suficiente, activaremos las trampas de mis semillas y empalaremos a todos los enemigos que podamos. Mi pueblo y los voluntarios jurua de la provincia se encargaran de defender el muro.

- ¿Así de simple? ¿De verdad crees que nuestros enemigos, con los números que tienen, nos ataquen solo por un lado? - Preguntó Adelina, incrédula.

- Cuento con que no hagan esa tontería. Seguramente, mandaran tropas por los esteros para rodear el valle y atacarnos por detrás. ¡Ustedes se encargaran de cubrirnos las espaldas! Tus tropas y las caaporas defenderán los pantanos con emboscadas. ¿Se les da bien la guerra de guerrillas?

- Creo que sí... ¿Crees que nosotros podamos con esto?

- No del todo, por eso Leticia, Nia, Clara, Anais e Ion les acompañaran, para asegurar la victoria. Aniquilaremos a las tropas del valle cuanto antes e iremos a ayudarles para eliminar lo que quede del enemigo. Por si las dudas, mantengan su flota taponando el río que hay al este del valle, el que limita con Amazon, por si hay alguna sorpresa inesperada.

- Está bien. Parece un plan muy solido. - Respondió Adelina, rascando su barbilla. - ¿Fue idea tuya?

- Fue idea de Celeste. Gracias a ella llegamos tan lejos. - Aclaré.

- ¿Y fue su idea el darle uniformes a tus tropas?

Adelina señaló a los elfos y a los voluntarios jurua, todos ataviados con camisas verdosas, con chiripas rojizos y, sobretodo, con boinas negras con un sol escarlata bordado en estas. Un poco apenada, respondí:

- No..., fue idea de Ion...

- ¿Significa algo ese sol rojo?

- Bueno..., el sol está en la bandera de Platenia. Lo que no sé es que significa el color rojo...

- Qué gustos más peculiares...

Pablo se acercó, ataviado con su oscura y verdosa camisa, y con su boina negra, y comentó:

- ¡Ey! Pensé mucho en el diseño de este uniforme...

Luego de definir el plan, los soldados de Guaranay nos ayudaron a cavar un par de nidos en la barrera y a colocar aquellos extraños cañones, las ametralladoras, sobre trípodes frente a estos. Aquello debería ayudarnos a diezmar aun más a las tropas enemigas. Mientras supervisaba la edificación de estas defensas, Pablo se me acercó.

La Bruja de la SelvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora