Diario de Eda, 7 de septiembre de 1065.

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Una vez más, estaba sentada frente a Clara, charlando con ella como en el pasado, aunque sin la despreocupación y alegría de aquella época. La mirada de la elfa de la luz era una mezcla entre nerviosismo y depresión, al narrar todo el trayecto que había recorrido desde que nos separamos. Yo, en cambio, trataba de mantener una fría calma, buscando serenidad en la pipa de mi madre.

- Cuando nos "evacuaron" de la colonia, al perder la tierra y no poseer ningún tipo de oficio, muchos de nosotros caímos en el ejército por aquella ley "contra de la vagancia" del gobierno de Platenia. Obviamente, me enviaron al horroroso escenario de la guerra con Guaranay. Perdí la cuenta de las veces que estuve a punto de morir. Estaba tan desesperada por sobrevivir que una noche, mientras dormía, me topé con aquel demonio y acepté el poder que me ofreció. Al día siguiente descubrí que mis llamas se habían vuelto verdes, y que mi aura podía endurecer los objetos a parte de potenciarlos...

- ¿Un demonio... ? ¿Cómo una niña... ? - Pregunté antes de pegar un sorbo a mi pipa.

- Sí... Era una chica muy rara. Me dijo que, si quería potenciar mi magia, debía quemar a mis enemigos y bañarme con sus cenizas. No mentía... Cuando empecé a cometer este tipo de atrocidades, mi cuerpo se fortalecía y mis hechizos se volvían más devastadores. Así estuve antes de internarme en tu territorio, viviendo en una sucia y húmeda trinchera, en medio de un escenario apocalíptico, cometiendo crimen horrendo tras crimen horrendo... Nunca quise llevar la cuenta de a cuantas personas incineré...

- ¿Por qué no trataste de escapar... ?

- No tenía un lugar a donde volver... Luego de unos meses me enteré de que una horrible tragedia, un ataque del ejército enemigo, había destruido tu aldea y...

- ¿Y te hicieron creer eso... ? - Respondí con decepción.

- ... Cuando finalmente capturamos un importante fuerte del enemigo, justo a la entrada del país, un grupo de mercenarios me contactó para "acabar con una siniestra bruja que estaba aterrando a la provincia". Por supuesto, no sabía que eras vos, por lo que, cuando te vi en el asalto a Tabernas, me quedé anonadada. No sabía que hacer, pero había escuchado como masacrabas a tus oponentes, y como luchabas con tanta ferocidad...

Al decir esta declaración, pegué un sorbo a mi pipa, soplé el humo y pregunté:

- ¿Sabías de las atrocidades que el ejército y aquellos mercenarios cometieron contra mi pueblo? ¿Te contaron de las masacres y los centros clandestinos?

- Eda, no sabía absolutamente nada. No hay forma de que el gobierno le diga a la gente algo como: "estamos limpiando la provincia de la existencia de aquellos salvajes y mugrosos elfos". Obvio que lo mantenían en secreto. Lo que no se callaban era las matanzas que ustedes cometían no solo contra militares y terratenientes, sino también contra pueblos enteros...

Al escuchar estás últimas palabras, mi serenidad se desvaneció como el humo de mi pipa.

- ¡Yo no masacré a ningún pueblo! ¡Eso es mentira!

- Eda te dice la verdad... - Interrumpió Ion. - Todos esos civiles empalados en los pueblos fueron asesinados por los propios milicos para inculparla. Yo mismo lo comprobé... de una forma bastante turbia...

- Si no fueron ustedes, entonces el ejército imitó su modus operandi a la perfección. Ahora mismo toda la provincia cree que sos un sádico monstruo... Te tienen tanto miedo, que tratan de ayudar a los militares en todo lo que pueden... No quería creerlo, ¡pero incluso yo misma pensé que te habías transformado en un demonio sin alma! - Aseguró Clara.

Pegué una honda aspiración a mi petygua hasta quemar todo el tabaco dentro. Estaba tan consternada y preocupada por su afirmación que por un momento sentí que todo mi plan se deshacía como arena arrastrada por la corriente.

- Si lo que dice Clara es verdad, tendré que empezar a intervenir, Eda... - Declaró Ion.

- Ya pensaré en como lo harás... - Le respondí de forma apresurada. Acto seguido, volví a fijar mis ojos en Clara y pregunté:

- ¿Por qué no te resististe? Cuando Ion intervino a tu favor, arriesgando su vida, en ese instante podrías haber escapado. En ningún momento te atamos... ¿Por qué no huiste?

- Por él... - Clara señaló a Ion. - Me di cuenta de que aun eras humana cuando vi que accediste a su petición, a su deseo de salvarme... Es alguien importante para vos, ¿no?

Guardé silencio ante su afirmación. No por rabia, decepción o confusión. En ese momento, lo que sentí fue cierto pudor. Clara le había dado al clavo, pero pensé que no era buena idea decirlo de forma tan abierta.

- Aun una parte de tu viejo yo sigue viva, ¿no es así, Eda? - Agregó Clara con una triste sonrisa. - A pesar de que ahora te llamen la "bruja de la selva"...

- No es un apodo que haya escogido... - Respondí con una amarga ironía.


Me junté con Ion afuera de la vivienda. Estaba anocheciendo. Al menos, la lluvia había cesado, y el cielo se había despejado. Mi mesías, aun con dudas, preguntó:

- Entonces, ¿vas a perdonar a Clara?

- No lo sé. Al menos por ahora, voy a dejarla viva... Dado que el ejército carece de escrúpulos, me vendrá bien toda la ayuda disponible para derrotarlo.

- ¿Quieres unirla a nuestra causa?

- A ella le conviene unirse a nuestra causa. A estas alturas, nadie está a salvo de la "civilización", ni siquiera los inmigrantes de naciones civilizadas. Una vez derrotemos al gobierno, podremos reconstruir este país, transformarlo en un hogar apacible para todos.

- Entonces, creo que hice bien en intervenir. Vamos a necesitar mucha gente para esto...

- No... Lo que hiciste bien fue salvarnos a ambas. - Clavé mis ojos en los profundos iris de Ion. - Evitaste que cometiera un terrible error, que destruyera a alguien a quien de verdad quiero. - Llevé mi mano a la mejilla de mi héroe. - Gracias..., Ion. Gracias por salvarme...

El claro rostro del doncel se enrojeció con mis palabras. Más colorado se puso al aproximarme. Ion apenas pudo contener su temblor y respiración cuando junté mis labios con los suyos. No se me ocurrió otra forma de mostrar mi gratitud. Y tampoco me importaba que alguien me viera. Simplemente, quería enseñarle a mi héroe lo que sentía, tenía aquella necesidad inaguantable. Ahora sé que, incluso si todo el mundo me odia, aun tengo futuro mientras lo tenga a él.

La Bruja de la SelvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora