Lo primero que sentí, antes siquiera de abrir los ojos, fue un aroma amargo pero cálido y algo dulce. Al principio tocó mi nariz con timidez, pero fue calando más profundo en ella hasta que desperté del todo. Al levantarme, con la luz de la mañana acariciando mi cara, vi a Anais, con una expresión serena en su semblante, que preguntó:
- ¿Dormiste bien?
- He tenido mejores noches..., hasta hace un año al menos.
- Leticia hizo algo especial para nosotras. Levántate y ven a desayunar.
Hice caso a la orden de mi pequeña hermana, crucé con ella el umbral de la casa y al salir vi sobre la mesa unas cuatro tazas llenas de un oscuro y caliente líquido que trazaba una estela de vapor en el aire. Celeste estaba sentada delante, con sus dedos cerrados en uno de los recipientes y una sonrisa llena de relajación y placer en su rostro. Y parada a su lado se hallaba Leticia, sosteniendo con una mano la cafetera que había conseguido.
- ¿Eso es café? ¿Lograste hacer café? - Pregunté.
- Lo hizo con los granos molidos que sacamos de los campamentos que atacamos. - Declaró Celeste, pegando un sorbo a su taza.
- Solo tuve que llenar la parte de abajo con agua, colocar el café en el filtro y encender un fuego. - Explicó Leticia, señalando con el pulgar la fogata que estaba justo detrás suya.
Me senté al lado de Celeste, tomé la taza por su anilla, le puse un poco de azúcar y le pegué un sorbo. Sabía bastante bien, muy amargo y fuerte pero casi adictivo. Con cada gota que mojaba mi lengua sentía que me despabilaba un poco más.
- Sabe bien, bastante peculiar pero bien. Es como mate pero... ¿diferente?
- Por supuesto que sabe bien. Lo hice yo. - Declaró Leticia con orgullo.
- Los jurua tienen una gastronomía muy interesante. - Comenté.
Leticia y Anais se sentaron una al lado de otra, tomaron sus tazas y se entregaron a la delicia de aquel néctar amargo. La mañana era jovial, como no había sido desde hace meses. Entonces, surgió ese tema:
- Entonces, ¿cuál es el plan para mi? - Preguntó Leticia. - ¿Cómo encajo yo en esta "revolución"?
Miré directamente a los ojos a la orca y se lo dije de manera serena y resumida:
- Vos sos el nexo entre la revolución y el resto del mundo.
- Y con eso quieres decir...
- Básicamente, sos la conexión entre mi pueblo y el resto del mundo, o al menos la población de Amazon, y por lo tanto la cara visible del movimiento. - Expliqué de la forma más clara posible.
- ¿De verdad? Acabo de llegar. A parte, ¿no sería mejor un alienis para eso?
- Capaz, pero con tu capacidad de usar dos elementos de sangre etérea sos buena candidata para esto. Al menos podrías dirigir a los voluntarios jurua que tengamos. A parte..., ¿no quieres aprovechar esta oportunidad? Por fin vas a poder hacer algo, algo que sea digno de recordar. ¿Vas a dejar pasar esta chance?
Leticia enmudeció por unos segundos, anonadada por mis palabras. Finalmente, respondió:
- Está bien... Entonces, ¿qué tienes pensado para después de la revolución?
- Simple, eliminar el estado, eliminar la propiedad privada de la tierra y establecer una propiedad comunal de esta, así no habrá más terratenientes sedientos de poder y cualquier persona que lo necesite podrá sacar su sustento directamente de la naturaleza.
- Hay un problema con tu plan, hermana. - Interrumpió de forma inesperada Anais. - Sí eliminas al estado, no tendremos ejército con que defendernos de otros estados.

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La Bruja de la Selva
FantasíaUn muchacho es transportado a una selva, en otro mundo. No tarda en toparse con las peligrosas criaturas que viven en la jungla, pero una joven aparece justo a tiempo para salvarlo. Bajo la protección de aquella heroína y de sus amigas, el chico ten...