Diario de Ion, 19 de mayo de 1065.

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Este mundo parece sacado de un sueño. Hasta las fechas son algo que no hubiera podido imaginar en mi mundo. Estamos en un lugar donde cosas como lámparas de queroseno existen. Parecería que la gente de aquí vive en una suerte de siglo XIX, pero el año... ¿1065? ¿Cómo funciona esto? ¿En que momento comienzan a contar los años?

Es irónico que en un mundo tan onírico no pueda dormir bien. No solo por el hecho de encontrarme en un entorno desconocido. No solo ante la duda si podría volver a mi hogar. Durante la noche tuve una incómoda sensación, como si algo me estuviera observando.

Traté de mirar a mi alrededor, a las hamacas donde sabía que estaban durmiendo mis anfitrionas. La luz de la luna que se filtraba dentro apenas me ayudaba a distinguir sus siluetas, pero me dio la impresión de que, efectivamente, no estaban despiertas.

Durante un par de horas cerré los ojos, esperando a que aquella sensación se fuera. Pero llegué a un punto en que no pude aguantar más. Me levanté y, guiándome por el resplandor del astro, traté de encontrar mis cosas. Entre ellas estaba mi celular, el cual pensaba encender. En ese momento, unos pasos resonaron detrás mía. Asustado, me di vuelta de inmediato.

Mis ojos se toparon con el verdoso resplandor de los iris de mi anfitriona, que me contemplaba con curiosidad. Ante mi se hallaba, tan bella a la luz de la luna. Con un tono sereno y dulce en su voz me preguntó:

- ¿No podes dormir?

Asentí con la cabeza, avergonzado por la situación en la que me encontró. A continuación, agregué:

- Siento que algo nos está observando. ¿No habrá más animales peligrosos por acá?

- Aunque los haya, estoy aquí para protegerte.

Enmudecí por unos segundos. Luego respondí:

- Bueno, volveré a la hamaca.

- Me parece bien.

Caminé hacia mi lecho y me acosté con cuidado en él. Ni bien alcé la vista, mis ojos volvieron a toparse con los de Eda. Mi anfitriona estaba parada al lado de mi hamaca.

- ¿Pasa algo?

- Hazme espacio. Yo también me acostaré aquí.

- ¿Vas a dormir conmigo? - Pregunté con sobresalto.

- Sí tan inseguro te sientes, sería una buena opción.

- ¿No te molesta dormir con un extraño?

- Bueno, mientras no me hagas nada raro, creo que está bien... No pareces ser un chico malo.

Le hice un espacio a la elfa tal cual como me lo pidió. No se me ocurría con que oponerme. Tampoco quería hacerlo. Acto seguido, se dejó caer en la tela, muy cerca de mi. Podía ver mi reflejo en sus ojos. Sentía contra mis labios la ligera brisa que escapaba de su nariz al respirar. Aun con lo nervioso que estaba, su rostro me hipnotizó.

- No vas a intentar nada raro, ¿verdad?

- ¡N-no! - Respondí abruptamente, escapando del trance.

- Entonces..., buenas noches.

Eda cerró sus ojos. Me dijo que no le haga nada extraño pero con este tipo de cosas me lo pone difícil. Sin embargo, su idea funcionó. Aunque esa sensación incómoda siguió estando, pronto mi vista se volvió borrosa, y mis parpados terminaron cerrándose. No sé por qué. Supongo que mi anfitriona me inspira algún tipo de confianza. Al final, en esta primera noche pude dormir hasta bien entrada la mañana.

La caricia de la luz del sol y los ligeros empujones de la chaman me despertaron. Al abrir los ojos, ella aun seguía a mi lado. Para ser más exacto, me encontré directo con la profundidad encantadora de sus pupilas, mientras me dedicaba una hermosa sonrisa.

La Bruja de la SelvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora