Capítulo 16: Santorini

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—¡Harley! ¡Harley! —oí que trataban de despertarme—

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—¡Harley! ¡Harley! —oí que trataban de despertarme—. ¡HARLEEEYYY!

Dennis me tiró de la cama con fuerza y me estampé contra el suelo de madera lisa y barnizada.

—¡Auch!

—¡Hemos llegado, tonta! —urgió—. Hay que guardar todo lo de los camarotes en las maletas otra vez. ¡Oh, Harley, hay un sol despampanante ahí afuera! ¡Tienes que verlo! Date prisa y vístete.

Hice lo que Dan indicó. Cogí una camiseta corta y ajustada blanca, unos vaqueros cortos y la típica gorra de turista. En cuanto hube hecho las maletas, subí con Dennis y todos estaban esperándonos ya.

—¡Harley! —Morgan corrió a abrazarme, pero yo solo podía admirar la costa griega en aquellos momentos.

Las casas blancas con tejados azules, algunas con piscinas en los balcones. La playa era bañada por unas aguas cristalinas. A través de ella podías incluso contar los granitos de tena. Sus calles eran de piedra y había flores por todos lados: flores de cientos de colores.

—Niñas, daos prisa —urgió mamá.

Salí de la proa del yate con una maleta arrastrada por una mano y con Morgan cogiéndome de la otra. Subimos por calles con escaleras hechas de piedra y nos encontramos varios chalets. Papá había alquilado varios puesto que éramos muchos.

Esta vez dormí con Nat, Yelena, Wanda y Dennis. Entramos a nuestro chalet y era enorme. Había camas suficientes para todas dispuestas en varias habitaciones y con dos baños.

Observé una puerta en la habitación que compartía con Wanda y Dennis. Cuando la abrí, quedé boquiabierta: eran unas escaleras que bajaban a una piscina de piedra blanca que conectaba las dos habitaciones y desde la que veíamos la playa.

De inmediato me metí a ponerme el bikini negro de la otra vez y estuve como pez en el agua.

—Dioses —me sonrió Dan—. Esto es lo más increíble que he visto nunca, después de Asgard.

—Ya —reí—. Siempre quise venir al ver fotos en Internet. Me pareció una de las ciudades costeras más maravillosas del mundo. Y siempre amé Grecia.

—¡Harley! ¡Vecina! ¡Qué bien que también tengas piscina!

Thor me saludó desde un balcón a unos 4 metros del nuestro.

—¡Thor, tío! ¡Qué fuerte!

—¡A que no puedes saltar de tu balcón al nuestro! —me retó.

—Thor, puedo volar.

Y así me elevé en el aire y pasé a estar al frente del musculoso dios rubio.

—¡Bro, ha venido tu Lady Elizabeth! —anunció Thor.

Su...

Jesucristo salió al balcón con su camisa y shorts de mezclilla. Sus ojos se abrieron de par en par mientras mis mejillas enrojecían.

El último atardecer || Loki LaufeysonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora