Capítulo 6: 365 días

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Ciudad Omnipotencia estaba formada por grandes edificios elevados en el aire con forma de antiguos templos con columnas griegas

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Ciudad Omnipotencia estaba formada por grandes edificios elevados en el aire con forma de antiguos templos con columnas griegas. Fui al centro directamente. El palacio central en el cual se celebraban fiestas y reuniones, también donde se encontraba Zeus, el dios supremo.

Los dioses nunca mueren realmente, solo se van y siglos después vuelven a menos que los haya matado otro dios o el Carnicero de los Dioses, aunque este tío ya es historia.

Efectivamente, había un camino oscuro y tenebroso que llevaba directamente al palacio del dios Hades en el Inframundo. No dudé en seguirlo a gran velocidad.

Miraba a mi alrededor. Rodeada de árboles negros y sin hojas en los que se posaban cuervos de plumaje brillante.

Y ahí estaba. Se alzaba un enorme castillo con columnas que terminaban en pinchos, rodeado de huesos y una enorme calavera. Me adentré por los góticos pasillos decorados de negro y rojo sangre hasta la enorme sala del trono.

Allí estaba él, Hades. Con el pelo largo, liso y negro. Ojos grises con pupilas delineadas y ojeras oscuras. Rostro delgado, pómulos marcados, nariz afilada y tez pálida y enfermiza. Vestía con su túnica y corona negras.

—Señor Hades —llamé su atención y me miró de forma despectiva mientras me arrodillaba ante él.

—¿Una mortal? Percibo el olor de tu sangre, muchacha. ¿Cómo habéis llegado y qué queréis de mí? —su voz era fría y potente.

—Mi nombre es Elizabeth, mi señor, yo...

—Mientes —me miró a los ojos.

Tragué saliva.

—Mi nombre es Harley Stark, mi señor —corregí—. Y vengo a pediros que liberéis a unos héroes y amigos caídos en batalla hace muchos años.

—¡Ja! —se burló—. No puedo hacer eso tan fácilmente. El coste es muy alto, mujer. Y tú no tienes nada que ofrecerme. Ni a mí ni a nadie, en realidad. Te aconsejo irte por dónde has venido.

—Le ofrezco mi alma mutada, la cual absorbió la gema del ego. Es la más poderosa del multiverso —vi que sus ojos brillaban con deseo—. Mi alma entera será de vos, mi señor, si liberáis a todos mis héroes.

Él sonrió con maldad y se levantó de su trono para acercarse a mí.

—Bien, querida, busquemos a tus héroes.

•••

¡No! —gritó Tony, con todas sus fuerzas—. ¡Es un suicidio! ¡Está vendiendo su alma!

Su hija no podía morir. Estaba desesperado.

—No lo hagas, Harley, no lo hagas, estúpida —rezaba Pietro.

Pero era tarde.

•••

Había más caídos de los que creía. Steve Rogers había fallecido hacía unos meses. Natasha, papá, los reyes de Asgard y... Dios.

El último atardecer || Loki LaufeysonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora