Capítulo 21: Ludovico Einaudi

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Loki amaneció como en cualquier otra mañana

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Loki amaneció como en cualquier otra mañana. Se encontraba en su cama, boca arriba, con el sol entrando por su balcón. Se puso el brazo sobre los ojos para evitar cegarse, sin evitar pensar en lo de todas las mañanas.

Una chica, a unas habitaciones de distancia, tenía los días contados. Ella le había dicho una vez que la vida de los midgardianos tenía "fecha de caducidad". Y cuando Loki escuchó aquello, le pareció una tontería en aquel momento. Ya, no tanto.

Se obligó a enderezarse. Se vistió y se cepilló su largo cabello negro. Salió de su habitación y pensó en ir a desayunar, pero realmente no tenía ánimos para verla desvanecerse en sí misma

•••

Me sentía mal. Creía que Loki se había enfadado; tal vez hice algo mal. No me hablaba tanto desde que montamos a caballo. Eso solo fue un día del cual ya había pasado una semana. Aquella mañana ni siquiera fue a desayunar.

Estaba decidida. Iba a buscar a Loki y a pedirle explicaciones inmediatamente.

Recorrí el castillo con mi largo y elegante vestido morado y busqué por todo lo que conocía allí por el momento. Pedí indicaciones a los guardias y criados, pero nadie sabía nada.

Tras casi una hora, me di por vencida. Pero, para aquel entonces, ya me había perdido en el castillo. A pesar de ver escaleras, no sabía si subir o bajar. Aun así, no podía quedarme como una tonta ahí en medio, así que caminé rumbo a la nada.

De repente, comencé a escuchar música de piano. Unas notas dulces y tranquilas, llenas de pasión. Instintivamente, seguí la música. Llegué hasta una sala con una gran puerta de madera. Me quedé un momento afuera, con el oído puesto en la cerradura. Finalmente, abrí la puerta levemente y me asomé.

—Mucho estabas tardando —sonrió de espaldas.

—¡Loki!

Él se giró con una leve sonrisa.

—Te... te estaba buscando —acaricié mis manos tras la espalda.

—Pasa.

Cerré la puerta al entrar y me senté a su lado en el banco frente al piano con una sonrisa nerviosa.

—Yo... bueno, tú... ¿estás enfadado conmigo?

—Claro que no —negó en rotundo—. ¿Por qué piensas eso?

—Llevas días evitándome. Hoy ni siquiera has venido a desayunar.

—Ya. No... no tenía ganas. Pero no estaba enfadado contigo. Ni mucho menos. Ya te lo dije: eres mi ángel. No podría tener nada en tu contra.

El último atardecer || Loki LaufeysonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora