Capítulo 22: Amor con caducidad

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Ya dije que daría miedo cuando bajara del límite de 300 días a 299, pero no era consciente de aquello hasta estar a día de hoy, a 230 días de mi muerte, y tener miedo de bajar a 199

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Ya dije que daría miedo cuando bajara del límite de 300 días a 299, pero no era consciente de aquello hasta estar a día de hoy, a 230 días de mi muerte, y tener miedo de bajar a 199.

Para los que se preguntan: no. No, Dan no ha venido. Dudo que lo haga hasta la boda o hasta Navidad. Esa era otra de mis grandes preguntas: ¿celebraría mi última Navidad en Asgard?

Para mi suerte, había terminado esa infinita partitura tras hacerle unos arreglos para simplificarla. Y, a pesar de haber aprendido solo una canción y de que la hubiera memorizado más que aprender la partitura, yo daba mi deseo de aprender a tocar el piano por cumplido.

Estaba aquella tarde en los jardines, leyendo. Bueno, releyendo, vaya. Qué novedad. Era muy buen libro pero me lo había leído tres veces en cinco meses. La verdad es que empezaba a ser repetitivo.

—Hola —dijo una voz conocida frente a mí.

Loki estaba parado al frente, con sus ropas oscuras, su cabello bien peinado y las manos tras la espalda.

—Veo que sigues intentando encontrar una buena lectura —dijo.

—Déjame en paz, no quiero hablar contigo.

—Me da igual, yo si quiero estar contigo —dijo firmemente—. Creo que ha llegado la hora de que cumpla mi promesa: he de mostrarte la biblioteca.

—¿La biblioteca? —se me iluminaron los ojos al alzar la cabeza.

—Si eres tan amable de acompañarme...

Lo miré a los ojos, sus intenciones eran nobles. Era la primera vez que me hablaba desde que salí corriendo aquel día. Habituamos el lanzarnos miraditas en las comidas y el salir corriendo del comedor tras comer.

Acepté finalmente y me levanté. Cerré el libro cuidadosamente y miré al príncipe que se hallaba frente a mí. Me ofreció su brazo; parecía asustado. Yo lo acepté distante y con mirada fría.

Loki y yo recorrimos los pasillos del castillo. Nuevamente, los criados y doncellas se nos quedaban mirando. Al fin llegamos a una gran puerta tallada cuidadosamente, con picaporte dorado y alta como un olivo. Loki abrió y yo me quedé helada.

Libros. Libros por todas partes. Estanterías de suelo a techo, escaleras para alcanzarlos todos. Un orden estupendo, un olor delicioso emanaban aquellas páginas, pergamino y portadas de cuero.

—Es enorme... —musité.

—Ven, te enseñaré tu amada sección de romance —me soltó del brazo para tomar mi mano y conducirme hasta una enorme estantería—. Es poco habitual encontrarse algo de Midgar, pero siempre hay algo. Lo más que encontrarás es de Asgard.

—Loki, esto es impresionante. Es la mejor biblioteca que he visto jamás...

—Puedes coger todos los que quieras, son tuyos.

El último atardecer || Loki LaufeysonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora