"𝐄𝐋 𝐅𝐔𝐄𝐆𝐎 𝐒𝐄 𝐀𝐂𝐄𝐑𝐂𝐀...𝐘 𝐓𝐎𝐃𝐎𝐒 𝐂𝐀𝐄𝐑Á𝐍 𝐀𝐍𝐓𝐄 𝐋𝐀 𝐌𝐀𝐉𝐄𝐒𝐓𝐔𝐎𝐒𝐈𝐃𝐀𝐃 𝐃𝐄 𝐒𝐔 𝐋𝐋𝐀𝐌𝐀"
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La Reina Astoria Baratheon, de la casa Baratheon y Lannister. Primera del nombre. Reina de los Ándal...
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LLEGADA
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La princesa jamás creyó que su pueblo la quisiera tanto, no hasta que vio a casi todo Kings Landing gritado su nombre, mientras le lanzaban flores a las afueras de la fortaleza roja.
Astoria se acercó a una mujer que estaba con un pequeño niño.
—Mi princesa – llama emocionada la mujer – hágame el honor de aceptar este pan de frutas – se lo entrega envuelto a la niña.
—Muchas gracias, mi lady. Es un delicioso obsequio, lo guardaré para el viaje.
Una pequeña niña de tal vez unos 5 o 6 años, se acerca a la princesa con las manos escondidas en su espalda.
—Hola, linda – saluda Astoria.
—Buen día, princesa. Le he traído flores – dice tímidamente entregándole unas hermosas margaritas – las corté yo misma.
—Muchas gracias, son preciosas.
Sir. Arthur se acerca a ella avisándole que ya era hora de irse. Se despide de las personas y luego va a despedirse de su familia.
—Adiós majestades – hace una pequeña reverencia.
Robert se acerca a ella y la abraza con fuerza.
—Se feliz, mi pequeño cervatillo – besa su coronilla.
—Lo intentaré, padre.
Camina hacia su madre, la cual tenía los ojos y la nariz roja, como si hubiese llorado.
—Pequeña leona – la llama Cersei con el apodo que no utilizaba desde que era una niña – Eres una Lannister y Baratheon, jamás te doblegues ante ningún hombre. Eres fuerte e inteligente. Te deseo la mejor de las suertes, hija mía. En serio espero que los siete tengan misericordia con tu alma.
—Adiós, madre.
Luego estaba sus hermanos. Tommen corrió a los brazos de su hermana mayor.
—No te vayas, Tory – pide el pequeño.
—Tengo que hacerlo, cielo. Te voy a extrañar mucho, mucho.
—Y yo a ti – ambos se abrazan con fuerza.
Myrcella se encontraba a su lado.
—Que sea un buen viaje para ti, hermana – de despide la pequeña rubia.
—Gracias, linda.
Joffrey estaba como una estatua con los labios en forma de mueca.
—Joff – lo llama Astoria, pero el no se mueve de su lugar – vamos Joff, no estés enojado.
—Dijimos que te ibas a quedar aquí, que gobernaríamos juntos y seríamos felices – habla el chico con los ojos llorosos – lo prometimos.
—Por desgracia, me dí cuenta de la peor manera, que las promesas no siempre se cumplen – la chica toma sus manos – algún día, nos volveremos a ver y todo será distinto, pero jamás dejaré de amarte.
