Malec
Un silbido largo y aterrador viaja a mí alrededor en medio de la oscuridad absoluta de la mazmorra de piedra en la que me encuentro. Hay cadenas con argollas del tamaño de mi cráneo por todo el suelo y solo puedo escucharlas cada que muevo los pies; oxidadas, bañadas en agua bendita y sangre por antiguas torturas, el olor es evidente.
Miro hacia arriba siendo consciente de que el lugar se está deshaciendo y que en cualquier momento puedo quedar atrapado entre arena roja, lava caliente y mis pensamientos sobre donde carajos está Mila metida en este instante.
Sonrío para mí al notar lo irónico de la situación; en poco más de miles de oportunidades torturé personas, demonios, nephilims y neófitos menores en este lugar, ahora quien tiene las manos adheridas a la pared de piedra con clavos de hierro soy yo.
No puedo transformarme, nadie puede ayudarme, no tengo siquiera idea de donde están mis hermanos y menos dónde está ese maldito ángel, porque si de algo estoy seguro es que con Mila no está.
Ella está en coma, pero ¿dónde? No es una parálisis normal, sus almas están fuera de su forma física y puedo sentirlo. No quiero pensar que Ivón la haya llevado con la bruja sin mi consentimiento; Esa mujer es sirviente de Gabriel por sobre todas las cosas, no puede ir sin mí, en el peor de los casos puede hacerle a Mila un daño permanente.
Ella ya no responde a mis pensamientos, lo que me obliga a creer que algo malo sucedió y para como están las cosas aquí abajo, la desesperación es algo que intento que no me tome por completo.
¿Pero dónde mierda está?
—En el limbo de arcano. —Responde una voz perteneciente al único ser al que respeto en el universo. —Y no aquí conmigo, dime ¿Por qué?
No es miedo específicamente lo que un demonio experimenta al tener a Lucifer en frente, es preocupación al saber que algo realmente malo va a suceder como para que la mayor autoridad venga personalmente a escupirte en la cara cual esclavo o demonio menor.
Paso la lengua por mis labios antes de dar una respuesta que pueda resultar insolente, igual recibiré un castigo, dé una excusa o me abstenga, la única verdad es que Mila no está en el infierno como prometí en un principio; Dije que la mataría antes de que aparecieran sus estigmas, que atraparía su alma en un queronte y la traería al infierno.
Quizás hice todo lo contrario y...
—También te aliaste con un ángel. —Culmina él en mi lugar. Escucho algo arrastrarse por el suelo y una especie de cascabel hacer eco enviando hilos de tierra sobre mí.
Joder.
—Zuri. —Susurro preocupado. Me muevo en mi lugar ahora con evidente miedo respecto a lo que la oscuridad no me deja detallar; el martirio de un ciego es no poder ver el peligro que tiene en frente.
Poco a poco un camino de velas negras enterradas en la arena se encienden dándome una completa visión de las dos criaturas que están en frente de mí. Ojos completamente negros con una delgada línea dorada en el iris es lo que tengo a centímetros de distancia.
Una forma humana de piel oscura y tatuajes hechos con fuego como triunfo en batallas, cabello negro y largo hasta el suelo; garras tan largas como las de un halcón, piernas de carnero y pelaje oscuro, sin mencionar los cuernos de la misma especie.
—Señor. —Inclino la cabeza antes de recibir una bofetada que me deja el rostro ardiendo. Me muerdo la lengua para no quejarme ante el dolor inhumano que experimento. Un demonio no tiene permitido quejarse respecto a algún dolor físico o mental, está prohibido demostrar debilidad.
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Neophyte
Paranormal¡Historia ganadora del primer lugar en la categoría Fantasia en los premios #PGP2022! Creer en la delgada línea que separa el mundo humano del incorpóreo resultaba algo imposible para Mila Crain, y aún más llegar a pensar que ese nombre y ese cuerp...