Creer en la delgada línea que separa el mundo humano del incorpóreo resultaba algo imposible para Mila Crain, y aún más llegar a pensar que ese nombre y ese cuerpo pudieran en algún momento no pertenecerle.
Luego de una serie de sucesos fuera de cu...
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Mis parpados bailaban con los movimientos de mis globos oculares y empecé a ser un poco más consciente de lo que sucedía a mí alrededor mientras los abría. El dolor en mi cabeza era sordo, una especie de pitido como cuando tus oídos se tapan, un claro contraste con la insoportable agonía que sentí con la migraña del día anterior.
El aire en mis pulmones se sentía pesado y esa misma intensidad de pesadez era recibida por mis músculos tensos. Intenté abrir los ojos una vez más, pero el sonido suave del despertador inundó mis oídos; Al cabo de unos segundos abrí los ojos de un golpe sobresaltada y sin aliento, tendida en la cama con el corazón a mil por hora.
Ares estaba alerta del otro lado de la cama, mirándome detenidamente, moviendo su pequeña y peluda cabecita sin entender que estaba sucediendo, estaba asustado, casi igual o peor que yo. ¿Qué había sido eso? Mi corazón en verdad amenazaba con salirse de mi pecho.
Es un sueño, solo eso.
Olvídalo.
Tenía la vista fija en el techo, como me es costumbre cada día al despertar me quedo quieta mirando el techo y procesando absolutamente todo, como si fuese una muñeca a la que tienen que darle cuerda para andar.
Intenté sentarme de golpe en la cama, pero me di cuenta de que no podía. Bajé la mirada a mis brazos que estaban perfectamente tendidos a cada lado de mi cuerpo y también fui consciente de que mi cuello no giraba, los dedos de mis pies no reaccionaban y ni siquiera podía tragar la saliva que tenía estancada en la garganta.
Volví a mirar el techo aterrada. Mierda. Escuché el ladrido de Ares por la habitación, y yo seguía sin poder moverme de la cama. El ladrido se perdió en el silencio, y una sensación extraña me envolvió. Mi piel se erizó por completo y podría jurar que había algo cerca de mí, una persona o una presencia; mi mente sabía que algo se estaba acercando y que no podía defenderme.
Escuché un silbido aterrador y el miedo se apoderó totalmente de mí. Era consciente de querer gritar, pero lo único que fui capaz de mover eran los ojos, solo moverlos, ni siquiera cerrarlos para no ver lo que se aproximaba hacia mí por el pasillo oscuro del corredor que llevaba hasta mi habitación.
En cuestión de segundos vi una sombra en la puerta, oscura y humeante; La silueta corpulenta de un hombre harapiento. Tenía algo en el hombro, un ave, específicamente la misma ave con la cola encendida en fuego que vi en mi sueño. Mi corazón palpitaba con fuerza al verle, podía escuchar el silbido una y otra vez, me atormentaba.
Intenté cerrar los ojos, no quería ver lo que fuese que pudiera hacerme, porque sabía y sentía que sería algo malo. Sin embargo, lo siguiente que vi fue un lobo blanco sobre mí, en posición de guardia frente a aquella sombra y ya no estaba seguro de que iba a causarme el infarto, si la silueta o la gran bestia de espaldas sobre mi cuerpo.