Capítulo 28

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La castaña se acerca a su madre que se encuentra sentada a la orilla de la piscina.

—Hija.—Saluda María Fernanda apenas la ve.

—Madre.—Replica Daniela caminando hacia ella.

Al llegaral borde, se quita las zapatillas, los calcetines y se dobla los pantalones hacia arriba para no mojarse.

—¿Qué estás haciendo?—Pregunta la mujer mayor divertida.—¿Daniela?—Insiste sin obtener respuesta.

La castaña toma asiento junto a ella en silencio.

—Estoy tan cansada que siento los pies de plomo.—Murmura Mafe bajo la atenta mirada de su hija.—Por eso estoy descansando un poco.—Continua hablando pero Daniela solo la mira conmovida.—¿Qué pasó?

—Supe que saliste.—Le cuenta con un tono de voz apenas audible

—Así es. ¿Te lo contó Oliver?

—Sí.—Replica Daniela abrazándola.—¿Lo intentaste de nuevo?

—Sí. Pero no pude. Siento como si llevara... toneladas de peso sobre mí. Así que no salí.

—¿Quieres intentarlo conmigo?

—Si.—Responde sentándose bien para mirarla.—Me encantaría.

—Anda, vamos.—Pide Daniela tomándola de la mano.

Ambas se ponen de pie y la castaña la lleva de la mano para que Mafe intente nuevamente salir de la casa

—Puedes cerrar los ojos, si quieres.—Propone Daniela.

—No, así está bien. Prefiero ver.—Replica la mujer mayor.

—Bueno, vamos.—Responde la castaña abriendo el portón.—Ven.—Pide tomándole las manos.

Y María Fernanda lo intenta con todas sus fuerzas, pero nuevamente el miedo la atormenta y le impide lograrlo.

—No puedo seguir.—Murmura con lágrimas en los ojos.—Por favor, cierra la puerta.

Daniela hace caso de inmediato y se acerca para abrazarla.

—Podemos intentarlo después, no pasa nada. ¿Estás bien?

—Cuando lo intenté con ella, lo pude hacer, porque transmite algo que da paz.—Explica con la voz quebrada.—Te hace sentir muy bien. Pero, al mismo tiempo, te hace sentir nerviosa. No sé cómo explicarlo.

—Sí, sé a qué te refieres.—Replica la castaña.

Para ella, las palabras de su madre describían como María José la hacía sentir.

—¿Papá ya está enterado de estos intentos?

—No, no, no. Que no lo sepa. Algún día lo voy a sorprender.

—Escucha. Sabes que siempre estoy contigo para ayudarte.—Le asegura Daniela. —Lo estás intentando.

—Sí, lo estoy intentando.

—Mi hermano estaría orgulloso de ti.—Dice con sinceridad.

—¡Mira!—Señala unas plantas para desviar el tema.—El jardinero no las ha podado. ¿Tengo que ser yo quien siempre se lo recuerde? Tendré que decirle a primera hora.

—Oye, mamá. Ahora ya deberíamos poder hablar sobre mi hermano.—Responde la castaña y su madre niega con la cabeza.—No hay que fingir que no exxistió. También es un gran paso para nosotras.

¿Será que es amor? - Caché Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora