Capítulo 15

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Gemma Miller


En cuanto estacionó su auto frente a mi edificio, giré mi cabeza hacia él. Aún tenía las manos sobre el volante y se inclinó hacia adelante, apoyando su frente en el. Me quedé en silencio un momento, hasta que él habló

—Mañana a las 2 de la tarde me iré a Italia, volveré hasta dos días después de la carrera, gane o pierda. —dijo y yo asentí. —Pero tengo miedo, tengo un miedo constante... Mi padre no está bien y se que no debería de estarte abrumando con esto porque hace poco que nos conocemos, pero...no puedo sacarlo con nadie más. Lo siento.

Decidida lleve mi mano hacia la suya y él la tomó levantando la cabeza para mirarme

—Tener miedo no está mal ¿De acuerdo? Ser débil no está mal, sentir dolor no está mal. Tenemos que dejar salir todo de alguna manera y eso está bien. —lo miré a los ojos. —Y puedes contarme lo que quieras, yo te voy a escuchar. Estaré aquí, mi mano estará aquí.

Él llevó mi mano hasta sus labios y dejó un beso en ella.

—Gracias, Gemma.

—De nada. —le sonreí y después miré la puerta del edificio. —¿Quieres pasar?

—No quiero que Kara piense...

—No está, su hermana vendrá y pasará todo el fin en casa de sus padres.

—¿Quieres que entre? —me preguntó mirándome fijamente.

¿Quiero que entre? Si quiero, quiero platicar con él, quiero verlo, quiero saber que está bien. Pero también quiero no sentir está sensación rara en mi pecho, también quiero que mi estómago no parezca una montaña rusa.

Entonces recordé lo que dijo papá (Tal vez sentirte confundida, rara y loca sea una plan de la vida para llevarte hacia algo bueno. )

Aun así sentía ese picor de miedo dentro de mi ser, ese ¿Y que tal si...? Una duda constante.

Solté un suspiro para al final asentir.

—Sí.

Me bajé del coche y lo esperé en la entrada del edificio, juntos subimos las escaleras y una vez dentro del departamento me quité el suéter observando que él miraba el interior como la primera vez.

—¿Quieres algo? ¿Agua, soda, una cerveza? —le pregunté

—¿Tienes cerveza y cigarrillo? Es la combinación perfecta. —dijo él y yo reí.

—Por supuesto que sí.

Lo observé quitarse su chaqueta de mezclilla y dejarse solo una camiseta de manga larga color gris. Desvíe mi mirada yendo a la cocina, tomé dos cervezas del refrigerador y el encendedor. Los cigarrillos estaban en la sala.

Cuando volví él estaba sentado en el reposabrazos de mi sofá y en frente quedaba el otro, así que tomé asiento justo frente a él. Le pasé la cerveza y estiré mi mano para tomar la caja de cigarrillos de la mesita.

—¿A qué edad comenzaste a fumar? Es malo, muy malo, pero... Es adictivo. —me preguntó alzando las cejas al tomar uno llevándolo a su boca.

—¿Y si es malo por qué no lo has dejado? —lo miré fijamente a los ojos.

—Ya te lo he dicho, es adictivo y es sexy.

Me reí.

—No en todos es sexy.

—No, es por eso que tengo suerte de que lo sea en mi. —murmuró sonriendo.

Rodé los ojos.

—Ajá, si.

Aquella Noche ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora