Capítulo 27

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Arian.

Jamás me había emocionado tanto correr, como lo siento ahora, a excepción de cuando papá me acompañaba. Pero ahora que no está y es Gemma quien camina a mi lado, pienso en que tal vez la vida no está tan obsesionada con quitarme a las personas que quiero.

Porque la tengo a ella, a mamá, a mi hermano, a mi cuñada y a mi sobrina. Quienes aportan suficiente felicidad a mi vida que se que puedo vivir bien el resto de mis días 

Bajamos del auto que pasó a recogernos al aeropuerto y tomé la mano de Gemma en cuanto atravesamos la onda de periodistas en la puerta del hotel donde se quedan los corredores.

Zack los apartó y se que no soy el único que llamó la atención, porque mis competidores también están aquí y también tienen que haber pasado por lo mismo

—La rueda de prensa es mañana a las nueve de la mañana, la carrera es a las dos de la tarde, así que te quiero al cien. —me dijo una vez dentro del elevador.

—No soy un niño. —me quejé abrazando a mi novia.

—Lo sé y por eso te lo digo. —me guiñó un ojo. —Te lo encargo, linda. —miró a Gemma. —Que desayune antes de salir.

—Yo me encargo.

La habitación estaba en el piso 14 del hotel y una vez dentro lo primero que hicimos fue despojarnos de las chaquetas que traíamos encima. Hacía más frío que en Chicago.

Observé a Gemma quitarse el gorro de lana y dejando a la vista su cabello que ya volvió a su color original. El negro le queda bastante bien y resalta el color miel de sus ojos.

Yo también regresé a mi color natural e hice un corte antes de venir aquí. Zack era demasiado exigente con mi imágen, pero no protestaba porque era lo único que pedía.

—Nueva York, de noche y en una habitación hermosa. —habló ella mirándome a los ojos. — ¿Qué se antoja hacer?

—Creí que le harías caso a Zack y me obligarían a portarme bien.

Se quitó la blusa quedando solo con el sostén negro de encaje que me hizo agua la boca.

—Zack solo dijo que te quería desayunado y al cien. — ladeó su cabeza. —Asi que pediremos algo de cenar y... tendremos sexo hasta la media noche.

Miré el reloj en mi muñeca.

—Y ahora son las nueve, ¿Estás segura?

Me echó los brazos al cuello.

—Muy segura.

Caminé con ella hacia la cama y me senté en el borde quitándome la camiseta. Ella se despojó de sus vaqueros dejando solo sus bragas negras a juego con su sostén. Maldita sea, está chica es hermosa de pies a cabeza.

Se sentó en mi regazo con las piernas abiertas y poco a poco comencé a besarle desde el cuello hasta el hombro, disfrutando del olor que desprendía su cuerpo, la suavidad de su piel y la respiración acelerada cuando le quite el sostén besando sus pechos.

Me levanté con ella para dar la vuelta y dejarla de espaldas contra la cama. Se removió cubriéndose la cara con su antebrazo cuando me puse en la tarea de quitarle las bragas y arrastrarla al borde donde quede de rodillas entre sus piernas.

—¿Puedo? —le pregunté dejando un beso en su muslo izquierdo.

—Si, por favor.

Ubicó sus piernas sobre mis hombros y una de mis manos subió hasta sus pechos para acariciar el pezón provocando más placer del que ya sentía.

Aquella Noche ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora