Capítulo 12

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Cuando Arian estacionó el auto frente a la casa de su padre, ella fue la primera en bajar. Habían pasado exactamente 40 minutos en el estacionamiento y lo único que hicieron después de ese maravilloso beso, fue estar abrazados. Gemma no se alejó de su lado hasta que decidió que podía volver a casa

Y él no la soltó hasta que ella lo hiciera

Ella se volteó observándolo

—Gracias.

Arian metió sus manos en los bolsillos de su pantalón y le sonrió.

—No hay de que. —se encogió de hombros. —Si necesitas algo, solo...llámame.

Ella asintió. Lo miró una última vez y se volteó para caminar directo a la entrada, no volteó más y entró sin darle muchas vueltas. Se quitó la chaqueta y se pasó las manos por el cabello. Apoyó su espalda en la puerta escuchando un par de pasos, al levantar la mirada vio a su padre, quien se apoyó en el marco para entrar a la sala y se cruzó de brazos.

—Lo lamento. —susurró. Él la dejó hablar. —Yo, yo no debí creer que tú esperarías toda tu vida a mamá, pero... papá yo, yo amaba verlos juntos, yo crecí viendo ese amor que se tenían, yo creí... creí que un día todo volvería a ser igual.

Ella se deslizó por la puerta y él caminó hasta sentarse a su lado.

—Yo amé a tu madre, siempre lo voy hacer y le estaré agradecido eternamente por darme los mejores años de mi vida, le estoy agradecido por darme dos hijas hermosas y a las cuales amo con todo mi corazón, cariño. —dijo atrayéndola hacia sus brazos. —Y jamás la culparé por haber vuelto a rehacer su vida con alguien más, ambos sabemos que Carl no es una mala persona, tu madre lo escogió para que estuviera a su lado, no sabemos si es para siempre o no, pero es algo que solo ella sabe.

—¿Crees que lo ama como te amó a ti?

—No lo sé, pero para mí, yo nunca amaré a una mujer como amé a tu madre. Jamás. No todo el amor es igual o se siente de la misma manera. No cualquier persona te hace sentir realmente feliz, no cualquier persona te hace amarla tanto que el corazón te duele, no cualquier persona entra en tu corazón y deja su nombre en el.

Ella guardó silencio hasta que volvió a hablar.

—¿Quién es ella?

—Se llama Lina, compró la casa de al lado hace poco más de un año, comenzamos a conversar hace más o menos siete meses. Es repostera, hace unos increíbles postres. —rió. —Aún no hemos hablado a profundidad de lo que tenemos, pero la paso bien con ella, es simpática y me hace reír mucho.

Gemma también sonrió.

—Quiero que seas feliz, papá.

—Siempre lo he sido, lo he sido desde el momento en que ustedes comenzaron a formar parte de mi vida.

Ella se acercó más a él.

—Te quiero demasiado, papá.

—Yo también te quiero, cariño. — besó lo alto de su cabeza. —Quiero que me prometas algo.

Gemma se alejó y lo miró a los ojos.

—Claro.

—No quiero que te cierres al amor, no quiero que por miedo al sufrimiento dejes ir algo hermoso en tu vida, ¿De acuerdo? — él le limpió una lágrima. —No importa que, yo siempre estaré aquí para tí, cielo.

—Te lo prometo.

Ella volvió a abrazarlo y de pronto escucharon pasos de las escaleras. Tamara se cruzó de brazos y los observó.

Aquella Noche ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora