Aquella Noche ®

Capítulo 6

Una vez con la ropa interior puesta y los calcetines, salió del baño sintiendo las gotas de agua caer sobre su espalda debido al pelo mojado. Corrió hasta la habitación  para tomar una de las toallas que tenía amontonadas en una silla, en el rincón

Tenía mucha ropa que llevar a la lavandería

Se echó el cabello hacia un lado y comenzó a secarlo. Cuando terminó arrojó la toalla  sobre la cama y rápidamente se colocó el pantalón de mezclilla roto de las piernas, una camiseta que decía Shit, shit y encima una chamarra dejando el zipper abierto.

Se colocó sus Vans negras y una liga en su muñeca

Estaba segura de que llegaría tarde, pero hacía todo lo más rápido posible. Su madre tampoco podía pensar que era Flash. Se puso perfume y guardó en los bolsillos de su chamarra los cigarrillos, el encendedor y la caja pequeña con el regalo de su madre.

Ahora sí estaba lista para salir de casa. Se dirigió a la cocina, que es dónde había dejado el celular. Lo encontró encima de la bolsa del súper dónde venía el shampoo y cuando la tomó, se dió cuenta que dentro había algo verde y sonrió al ver que era el billete que le había dado a Arian.

Él no lo gastó.

¿Qué tenía ese chico de ojos verdes? ¿Qué tenía que ahora mismo le provocaba una sonrisa estúpida en el rostro?

Aún no creía el haber ido a su boda, haber charlado con él en una iglesia y después que no se casará para volver a un bar con ella, dónde fumaron un cigarrillo y más tarde se besaron de nuevo. O más bien, ella lo besó.

¿Qué tenía Arian?

Ni siquiera conocía su apellido y sabía que no era el mismo de Kara porque no era un primo cercano, pero si con el que mejor se llevaba.

Se metió el billete a su pantalón tomando las llaves para salir de su departamento. Justo cuando pisó fuera, su teléfono comenzó a sonar. Era una videollamada de su padre.

Respondió enseguida.

Otra sonrisa se le formó al ver los ojos color miel de su padre, su barba blanca y su cabello negro con canas.

—Hola, jefe. —lo saludó ella mirando a la cámara un momento y otro segundo a la calle para ver si pasaba un taxi.

—Hola, empleada. — él le siguió el juego. —¿Vas a casa de tu madre?

—Si, voy a escupirle en la cara al estúpido de Carl.

Ella observó como su padre negaba con la cabeza.

—Eso no es de una señorita de bien.

—¿Y soy una señorita de bien?

—Eres imposible.

—Ay papá, tu también lo odias, siempre lo opacas con los regalos que le mandas a mamá en su cumpleaños, navidad, año nuevo. Solo falta que te aparezcas en un caballo blanco y vestido de príncipe para dejarlo callado.

—¿Cómo sabes tanto? —bromeó él y ella lo escuchó reír. —No lo odio, hija. Es el hombre que está con tu madre por decisión de ella y hay que respetarlo.

—Ya sabes. —ella le guiñó un ojo a la pantalla y continúo caminando. — ¿Qué le has mandado hoy? ¿Las llaves de un departamento en Dubai?

—No tengo tanto dinero, Gemma.

Ella rió.

Se detuvo al ver a un taxi acercarse y una vez dentro, continúo su conversación con su padre.