Capítulo 28

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Gemma.

La palomita de que papá había recibido la fotografía me hizo sonreír. Eran 25 vueltas y faltaban diez para que la carrera finalizará. Zack me dijo que Arian tenía la delantera y yo solo quiero que los autos se detengan, cruzar la baranda y correr hacia él para volver a decirle Te amo como lo hice hace un rato

Era algo que estaba segura que sentía por él desde hace mucho. ¿Cuándo exactamente? No lo sé. Pudo ser desde el baile en la boda de mi madre o Cuando me llevó a aquella velada nocturna en la sala de juegos de un hotel, tal vez en año nuevo cuando tuvimos sexo por primera vez

No lo sabía con certeza, pero cada momento solo aumentaba lo que sentía y lo que sabía no dejaría de sentir nunca

—¡Solo falta una vuelta y nuestro chico gana! —celebró Zack poniéndose de pie.

Estaba tan emocionado y por lo que me ha contado Arian, él es como un mejor amigo.

Me concentré en ver por la enorme pantalla el seguimiento del auto de mi novio hasta que logré verlo acercarse a la última curva. Iba a la par de otro auto y me tomé del cuello viendo cómo se acercaban a la meta...

—¡ESO ES TODO PAPI! —exclamó Zack a mi lado cuando Arian cruzó la meta.

Lo abracé eufórica y me tomó de la mano para que me bajara de la banca sin caerme. El auto quedó del otro lado de la meta y estaba a unos diez metros de dónde me encontraba yo, pero no me importó.

Crucé la baranda y corrí hacia él. Se estaba bajando del auto y quitándose el casco, pero no me detuve. Me miró y abrió sus brazos recibiendome en ellos logrando que mis piernas rodearán su cintura.

—¡Gané, amor! —celebró conmigo dando vueltas. —Gané.

—Lo sé, lo ví. —me río peinando su cabello.

Caminó conmigo hasta el auto y me sentó encima del capo.

—Repitelo. —pidió sabiendo perfectamente a qué se refería —Dime que no fue una alucinación.

Acerqué mi rostro al suyo.

—Te amo. —susurré. —Te amo Arian Wilson.

Me besó.

—También te amo, Gemma Miller.

El resto de su equipo llegó y lo abrazaron, lo levantaron, Zack le llenó la cara de besos y al final, me volvió a ver solo para susurrar de nuevo ese Te amo que me hizo sentir la mujer más afortunada de todo el planeta.

Me miré una vez al espejo alisándome el cabello hacia atrás con la coleta alta en dónde lo traía atado. Arian me había invitado a cenar. Él se había alquilado otra habitación, solo para que yo me arreglara sin apuro.

Fue todo un show conseguir un vestido, pero no imposible ya que Arian llamó a Claudia y ella me hizo llegar un vestido desde una boutique en la que ella compraba la mayoría de sus prendas.

Era color rojo, largo y con un escote de tirantes. La cena será en el hotel, por lo cual no me molestaba el frío. Me terminé de poner un poco de perfume justo antes de que tocaran la puerta.

Sabía que era él.

Caminé hasta la puerta y la abrí mirando a Arian con traje. Confieso que era de las chicas que se les hacía imposible tener un novio guapo, demasiado guapo y ahora lo tenía...guapo y bueno.

—Excelente gusto el de tu cuñada —le dije tomando su mano. —Me encantó el vestido.

—Más bien creo que tu le encantaste a él. —me pegó a su lado. —Te ves muy hermosa.

—Y tu muy elegante. —lo miré a los ojos. —¿Y si te secuestro?

—Yo encantado. —me abrazó dejando un beso en mi boca. —Pero que sea después de la cena.

El hotel era de cinco estrellas. No era mi primera vez en Nueva York ya que había venido con Tamara antes de que saliera embarazada de Asher y la habíamos pasado muy bien, pero ahora era totalmente diferente, porque jamás me había imaginado estar aquí con el chico que conocí hace medio año meses.

—Reservé una mesa en el último piso. —me comentó cuando entramos al elevador. —Zack me lo recomendó, ya que él trajo a su esposa a cenar aquí.

—No sabía que tenía esposa.

—Si, es una mujer increíble, también es representante. —contó. —Tiene un hijo de seis años.

—Entonces llevan mucho tiempo casados.

—Si, bastante ya. —asintió invitándome a salir cuando las puertas se abrieron. —Alguno de estos días los invitamos a cenar para que la conozcas.

—Me parece buena idea.

Las puertas de la entrada del restaurante eran de cristal, todo parecía de Cristal a excepción de los muros pintados de color caoba que separaban las mesas dándoles privacidad.

Arian me tomó de la cintura guiandome dentro y un mesero nos llevó hasta nuestra mesa, la cual tenía la mejor vista de la estatua de la libertad a lo lejos. Las luces del lugar estaban algo bajas y las velas eran las que iluminaban el salón.

Mi novio me abrió la silla y me senté cruzando mis piernas dándome cuenta que solo dos parejas más estaban en otras mesas. Todo parecía bastante costoso. No me sorprendería que él lo haya pagado sin ver la suma, ya que hoy acababa de ganar 5 millones.

Cosa que también me sorprendió.

—¿Te gusta? —preguntó desviando un segundo la mirada hacia el ventanal.

—Si, es hermoso.

Él se encargó de pedir la cena, el vino y mientras esperábamos decidí preguntar algo.

—Cuéntame algo que nadie sepa. —apoyé los brazos sobre la mesa dejando mi mentón en mi mano.

—Pero si ya sabes casi todo de mí  — respondió dándole un trago al vino.

—Eso no es cierto, tiene que haber algo. —entrecerré mis ojos. —Anda, dímelo.

Fingió pensar y su rostro se tornó serio.

—Quiero casarme contigo. —confesó inclinándose hacia adelante dejándome detallar mejor el iris verde. —Solo puedo decir que lo que siento cada que te veo, cada que te toco, cada que te beso, me llena el pecho de una felicidad que antes nunca había sentido y ese lujo no se lo pueden dar todos, por lo tanto si tú un día quieres casarte conmigo, me harías el hombre más feliz de esta tierra, Gemma.

Me quedé en silencio ante tan hermosa confesión. ¿Antes siquiera habría pasado por mi cabeza que me pasara algo así? No, nunca. Pero ahora...

Tuve el valor de ponerme de pie y rodear la mesa hasta quedar sobre su regazo.

—Prometeme que esto no acabará nunca. —le pedí. —A tu lado me siento tan bien, Arian. —confesé. —Jamás me había sentido así.

—Te prometo esto...—besó mi frente. —Prometo que de mi parte jamás habrá una falla, que siempre te amaré y que ya sea en esta vida o en las mil siguientes, tu siempre serás la dueña de este corazón.

—Te amo. —lo besé.

Apoyé mi cabeza sobre su pecho entrelazando mi mano con la suya.

Y ahí, mirando a través del cristal, supe que nada en el mundo iba a superar tal sentimiento que estaba sintiendo. Lo conocí sin creer en el amor, con las expectativas demasiado bajas y ahora...ahora él me había demostrado que el amor verdadero sí existe y las famosas mariposas solo estaban dormidas esperando la persona correcta para despertar.




















Aquella Noche ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora