Capítulo 24

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Gemma Miller

Mis piernas descansaban sobre el asiento del copiloto mientras mi cuerpo estaba sobre el regazo de Arian, mi cabeza apoyada en su pecho escuchando los latidos de su corazón y viendo cómo conducía bajo la luz de la madrugada

—¿Estás feliz? —preguntó de repente, repartiendo caricias en mi pierna con su dedo pulgar. Dejó de hacerlo solo para meter el cambio

Acaricié su mejilla, bajé mi mano a su cuello y sonreí mirando la carretera

—No tienes idea de cuánto.

—Me lo puedo imaginar.

Soltó un suspiro

—¿Ah sí?

—Si, porque es como me siento ahora.

Besé su mandíbula volviendo la mirada al camino. Él me había sacado del bar sin darme tiempo de despedirme de Kara, pero le envié un texto cuando subí al auto

Está había sido unas de las mejores noches de mi vida, estar entre sus brazos, las caricias por todo mi cuerpo, sus besos llenos de deseo, pasión. Cada que me miraba a los ojos me hacía sentir la mujer más afortunada del planeta tierra, me estrechaba contra su pecho provocando que mi corazón se me quisiera salir por la boca.

No puedo creer cuánto a cambiado mi vida en solo tres meses y en qué circunstancias cambió. Una mañana me levanté con la idea de acompañar a mi amiga a la despedida de soltero de su primo, quien al final no se casó y me tiene sentada sobre su regazo.

No habrá lugar más perfecto para mí que estar entre sus brazos, si eso lo sé ahora no quiero ni imaginar que será cuando las cosas avancen.

Tengo claro que ninguno de los dos ha dicho las palabras que dejarán todo en claro, todo lo que sentimos, pero estoy bien así por ahora. Temo que cuando él las suelte, las mías queden atascadas en mi garganta.

No soy buena expresando lo que siento y no quiero meter la pata ahora.

Veo que se mete en un estacionamiento subterráneo y aparca cerca del ascensor. Apagó el motor y me tomó de la cara

—Te quedarás conmigo esta noche, ¿Quieres?

Asentí y dejé que me sacara del auto con su mano entrelazada a la mia.

Me abraza desde que entramos en el elevador hasta que bajamos y entramos al departamento. No había venido desde que fue la muerte de Álvaro. No encendió la luz, me guío hasta la habitación dejándome frente a la cama.

—¿Cuando compraste este departamento? —no pude evitar preguntar.

Está en una de las mejores zonas, tiene seguridad y es mucho más bonito que el mío.

—Hace cuatro años, con mi tercera carrera. Papá me acompañó a comprarlo. —respondió quitándose la chaqueta de cuello. Noté el desánimo en su voz.

Me quité el abrigo dejándolo en la silla que está cerca del escritorio para después rodearlo con mis brazos por detrás.

—No quise que recordarás...

Se giró.

—No pasa nada, es algo que jamás voy a superar, pero no me molesta. —dijo estrechándome contra su pecho. —Me alegra que estés aquí.

Me besó volviendo a bajar las manos a mi vestido hasta quitarmelo. Solo estaba en bragas, brassier y botas largas.

Las ganas de volver a follar con él no me faltaban, pero me arde tanto el sexo que siento que si me penetra de nuevo me echaré a llorar.

Aquella Noche ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora