Dogs From Hell M.C

CAPITULO DIEZ

Bible sentía que la presión en su cabeza aumentaba con cada segundo, intensificando un dolor que lo acompañaba desde que regresó de la Isla Nublar. Allí se había reunido con Max, el presidente de los The Devils, para entregar a Ken, un traidor cuyo destino ya estaba sellado. A su regreso, se hundió en los prontuarios de los prospectos del club, analizando detenidamente los nombres y rostros que conformaban la hermandad. Aunque conocía bien a los veteranos, los nuevos eran un misterio para él, un reflejo del crecimiento que el club había experimentado desde su fundación.

Cuando su padre, Piya, inició Dogs From Hell, apenas eran media docena de hombres unidos por su pasión por las motocicletas. Jamás imaginaron que, décadas después, contarían con cerca de cien miembros repartidos en dos sedes: una en la Isla Perla y otra en Corea del Sur. Bible sabía que su padre estaría orgulloso de ver el legado que había construido, una hermandad que sobrevivió a los retos de los años.

La historia de su club estaba intrínsecamente ligada a su propia vida. Bible tenía cinco años cuando su padre, frustrado por la incomprensión y prejuicios en Tailandia, decidió buscar un nuevo hogar. Junto a su esposa, su pequeño hijo y sus amigos del club, Piya descubrió la Isla Perla, un lugar que parecía arrancado de un sueño: aislado, independiente y con leyes propias. Allí, el MC encontró un santuario.

Bible suspiró mientras se recostaba en su silla, el peso de los números y las decisiones estratégicas le pesaba tanto como las responsabilidades que recaían sobre sus hombros. Su mirada se posó en la pantalla de su celular, donde una fotografía de Build capturaba su atención. La había tomado en secreto, una imagen fugaz que evocaba memorias de su primer encuentro.

Fue durante el funeral de su madre en Bangkok, un evento sombrío que lo llevó a reflexionar sobre los lazos familiares y el inevitable paso del tiempo. En una noche cualquiera, buscando consuelo en un bar, vio a Build por primera vez. El chico, perdido en su mundo, balbuceaba palabras ininteligibles mientras bebía. Algo en su fragilidad despertó un impulso protector en Bible.

Decidió acercarse. Su tono fue suave, extraño en él, pero Build respondió con una mezcla de dulzura y necesidad. Esa noche compartieron algo más que calor humano; Build se convirtió en una inesperada conexión que Bible, en su interior, se negaba a analizar con profundidad. No era amor, se repetía, pero había algo magnético en aquel hombre que lo atraía de manera irrefrenable.

El sonido de un golpe en la puerta lo arrancó de sus pensamientos.

—Adelante —ordenó Bible, enderezándose en la silla.

Arm entró con expresión seria.

—Los hermanos de la sede en Corea del Sur están aquí —anunció—, y creo que tendremos problemas.

Bible frunció el ceño.

—¿Qué sucede?

—El hermano de Ken está con ellos. Vino porque su hermano iba a recibir esta noche el chaleco para convertirse en miembro oficial del club. Ya no sería más un prospecto.

Un rugido de maldiciones escapó de Bible mientras se levantaba con rapidez. Tomó su arma del escritorio y se dirigió hacia la puerta con pasos decididos.

—Avisa a Kinn y Kim, también a Big y Pol. Quiero a todos preparados.

El aire en el bar estaba cargado de tensión. Los hombres de Corea del Sur conversaban entre sí mientras bebían. Bible saludó al presidente de la sede, Mingyu, y lo guió hacia su oficina. Allí, con la calma de quien sabe que los hechos hablan por sí mismos, Bible reprodujo un video que revelaba las atrocidades de Ken. Mingyu observó sin pestañear, sus labios convertidos en una línea rígida.