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Tiré una moneda al aire, tras agarrarla lo repetí, y lo volví a repetir. No quería entrar a casa, no mientras Soobin no estuviera. Desde el pequeño banco de madera fuera de nuestra acogedora casa se podía escuchar a mis padres gritar e insultarse. Subí mis piernas sobre aquel frío banco y las abracé tratando de aislar el calor y no congelarme en la calle. Suspiré sorprendiéndome al ver el humo salir de mi boca, debía hacer frío para que el bao tardara tanto en desaparecer. Fue cuando pasó el cuarto coche por la oscura calle que escuché la voz de un grupo de chicos acercarse, por un momento la euforia de que fuera mi hermano mayor me invadió; sin Soobin mi padre podría llegar a golpearme de nuevo como hacía con mamá, necesitaba su protección. Lastimosamente, cuando el grupo de cuatro estaba a menos de dos metros de mí se callaron y me miraron, ninguno era él.

-¿Te encuentras bien?

No contesté, me encogí de nuevo metiendo mi rostro entre mis rodillas y mi pecho tratando de sentir algo de calor en mi nariz. Ya comenzaba a no sentir los dedos ni las orejas. Escuché las pisadas alejarse entre risas, hacía nunca había salido divertirme con amigos. No tenía tiempo y mucho menos amigos, asistía a clases y me quedaba en la biblioteca hasta tarde aprovechando la calefacción del lugar para estudiar. Hacía una hora que había vuelto de ella y aún podía escuchar a mi padre amenazando a mi madre en el interior de la casa.

-Joder, este banco está congelado.

Espera, ¿Quién se había sentado a mi lado? Giré la cabeza sin alejarla demasiado de mis rodillas encontrando la figura de un chico sentado algo recostado en el banco, su espalda no estaba apoyada del todo en el respaldo y sus manos estaban en los bolsillos de sus pantalones cargo negros. Llevaba un chaleco negro y amarillo bastante llamativo, aunque debajo llevaba un jersey pegado negro de cuello alto; a pesar de ser un estilo bastante peculiar, no era adecuado para el frío que hacía en esos momentos. Mi vista siguió subiendo hasta centrarse en su rostro. Su cabellera estaba repleta de mechones rubios oscuro, pero lo que más me llamó la atención fue la gran cantidad de aros en su oreja. No conocía al sujeto, no lo había visto nunca y aún así podía deducir el tipo de persona que era: problemática. -Soobin, ¿dónde estás?, idiota...-me alejé un poco del chico, lo suficientemente como para que se sentaran dos personas entre nosotros.

-¿Esperas a alguien? Con este puto frío debe ser importante, joder...

Eso no era algo relevante, sobre todo porque no lo conocía. No iba a destacar que tenía un hermano y los gritos y golpes que sonaban algo lejanos eran de mi casa. Volví la vista al frente tras echar mi castaña y ondulada cabellera hacia atrás, empezaba a desesperarme.

-Poco habladora, algo me dice que esto será aburrido.

-¿Quieres algo?

Negó acomodándose en el banco. Subió una de sus piernas sobre la otra y miró al frente después de mover su cabeza acomodando su cabellera. Parecía bastante extrovertido.

-¿Cuánto llevas aquí? Tienes la cara pálida y-

-No es importante.

Asintió lentamente, miró al cielo, a pesar de hacer frío no había ni una sola nube en el cielo. Se veían las estrellas iluminadas.

-Es tarde.

Volví la vista al frente, me había quedado demasiado viendo su perfil.

-Lo sé.

Suspiró, se estaría impacientando. Realmente intentaba hablar conmigo, pero era realmente extraño que alguien a las diez de la noche se sentara contigo en pleno invierno rozando los -2 grados a ver la carretera en un banco; sobre todo si era jueves. Siguió ahí en silencio durante media hora, ni siquiera agarró su celular para entretenerse. Estuvo quieto y en silencio conmigo. Yo hubiera llamado a mi hermano o tal vez jugado a algo, pero no tenía batería ni llaves. Hubiera entrado en silencio a casa, pero no podía hacerlo, debía llamar al timbre con todo lo que suponía: un padre violento enfadado.

PARADISE, FULL OF LIES - YEONJUNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora