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—Bonitas ojeras.

Sonreí sin abrir los ojos. Estaba en el banco de siempre, casi a punto de dormirme en plena calle escuchando Silence de Xadden, me estaba fundiendo con los coros, sintiendo la guitarra retumbar en mi interior, llevando mi mente a un lugar de paz y tranquilidad. Mi cuerpo se sentía ligero, y por primera vez en días pude relajarme. Al menos hasta que una persona tomó presencia esa noche. Yeonjun se sentó a mi lado copiando mi postura, dejando la cabeza muerta hacia atrás para ver el despejado cielo, las piernas cruzadas sobre el banco y las manos en los bolsillos, en mi caso de mi sudadera, en su caso del chaleco morado.

—¿Puedo saber qué escuchas? Parecías estar rozando las nubes.

Sonreí y le ofrecí uno de mis auriculares. Sorprendido lo tomó, yo repetí la canción cerrando los ojos de nuevos. El piano estaba vez fue lo que primero traspasó mi barrera dejándome muerta en aquel banco. Yeonjun no comentaba nada, estaba tan quieto como yo. Nuestros hombros estaban tocándose, si no el auricular no llegaría. Por alguna razón no era incómodo, sentía que él formaba parte de ese lugar de paz en el que trataba de fundirme. El frío que sentía por las pequeñas brisas repentinas se volvió secundario. Era la tranquilidad que necesitaba, dormir con nuestro padre gritando nuestros nombres mientras maldecía o los golpes en la puerta era difícil para relajarse.

—¿Desde cuándo escuchas esta canción?

—Semanas—respondí abriendo lentamente los ojos.

—Si necesitas algo, dímelo—sonreí negando, no iba a meter a nadie en el lío de mi familia—Lo digo enserio. Somos amigos, ¿No?

Miré en su dirección quedando fascinada por la cercanía de ambos. Nunca me había acercado tanto a él, siempre nos estábamos separados y caminábamos a casi un metro del otro.

—Lo somos—respondí volviendo a ver al cielo—Gracias, por estar aquí y eso—agradecía su presencia, demasiado.

—Para eso estoy, boba.

Ese insulto de alguna forma me agradó, me sentí en un lugar seguro. Aunque eso no existiera. Saqué las manos de mis bolsillos, sin pensarlo dos veces metí la mano izquierda en el bolsillo de Yeonjun coincidiendo con su mano calentita. Se sorprendió, pero no tardó en reír cuando saqué una chocolatina. Siempre las llevaba encima, y yo me aprovechaba.

—Este sábado lo tienes reservado para mí.

—¿Qué quieres hacer?—pregunté algo nerviosa.

—Primero el chocolate, luego saldrías con mis amigos. Eso prometiste, Soohael.

Lo había olvidado, los exámenes y el estrés de casa me tenían en otro mundo. Asentí sin quitar la sonrisa, me vendría bien salirme de la rutina. Con Doyoun y Kyunsoo siempre iba a dar una vuelta antes de ir a casa, Sunjin me mandaba fotos de gatitos o ropa todos los días, y algunas veces salía a comprar. Me venía bien que me sacaran de casa a ala fuerza a innovar.

—¿Cómo averiguaste mi nombre?—pregunté.

—El primer día que me senté aquí, te llamaron a gritos.

Cierto, no había caído. Mi hermano me llamó fatigado ese día. El misterio estaba resuelto. Era una pregunta que me dejaba sin dormir algunos días...bueno, no literalmente. Pero sí me la hacía con frecuencia, no me esperaba que fuera algo tan simple.

—¿Qué estudias?

Me miró sorprendido, no se esperaría esa pregunta. Miró sus manos jugando con sus anillos antes de elevar la vista a la carretera, vacía como siempre.

—Radiodifusión

Me sorprendió, demasiado. Eché un vistazo al chico antes de volver a pensar en su respuesta. De alguna forma me sorprendía que faltara tanto a una carrera así, y luego me percaté de que siendo tan hablador y buen oyente; debía crear un programa de radio o presentar algo. Al verme silenciosa, pero analizándolo de abajo arriba me incitó, mejor dicho, me obligó a contarle qué estaba pensando. Al negarme estuvo quejándose y empujándome durante largos minutos sólo provocando mi risa.

PARADISE, FULL OF LIES - YEONJUNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora