Capítulo 13

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—No voy a salir —me agarré al pomo de la puerta como si fuese lo único a lo que podía aferrarme en ese momento.

Efectivamente, era lo único a lo que podía agarrarme para evitar que Pedro me llevase al exterior del barco.

Me quedé toda la mañana dormida y él, parte de la tarde, hasta ahora. Habíamos comido, bueno, él lo había hecho porque yo no quería meterme nada en el estómago de lo mal que me encontraba, solo comí un trozo pequeño de pan. Luego, mientras él dormía como un oso hibernando, aproveché para ducharme.

Pedro estaba mucho más guapo con los ojos cerrados que tirando de mi ahora mismo para llevarme al infierno.

—Que salgas, no podemos quedarnos todo el día en la habitación —se quejó él dándose, solo durante unos segundos, por vencido.

—Nadie me lo impide —aseguré mirándole y cruzándome de brazos— Sal tú, venga. Que eres el que más ganas tiene

—¿Y qué vas a hacer aquí metida? No hay apenas cobertura y tienes dos canales de televisión contados —dijo imitando mi pose y cerrando de nuevo la puerta tras su paso.

—¿Dibujar?

—Tienes las pinturitas esas en la otra maleta —¿cómo lo sabía?

Claro, tonta de mi. Mi maleta pequeña estaba abierta y solo llevaba ropa ahí.

—Venga ¿Qué puede pasar?

—Que me entren ganas de vomitar y en vez de echarlo en el mar, caiga por error en tu cara —perdón, llevaba mucho tiempo tratando de meterme con él, pero es que no aguantaba más.

Además, no mentía. Cuando digo que lo paso mal en un barco, es porque lo paso muy mal. Y más ahora con la regla, que si por sí es la culpable de mi mal humor o cambios de humor, iba a incrementar esas ganas de mareos y estómago revuelto.

—No ha sido nada agradable esa imagen por tu parte, ¿lo sabías?

—Y yo que pensé que te ibas a dar por vencido —dije volviendo a sentarme en la cama.

—Contigo nunca —hice como que no había escuchado nada. ¿Puede dejar de hacer eso? De decir esas cosas que hacen que mi cabeza se vuelva loca y luego ser un imbécil.

Aunque ya no lo estaba siendo tanto. O quizá lo seguía siendo, pero le veía de otra forma. ¡Agh! ¿Cuánto queda de viaje?

—Pedro, ahora enserio, no pienso bajar. No lo intentes. Aquí no se nota tanto el movimiento, pero soy incapaz de mirar por la ventana que tenemos, así que ir a cenar sería como caminar hacia la muerte. Lo siento, pero no

—Como quieras —soltó ¿molesto?

No me dio tiempo a preguntarle nada porque agarró su cartera y se fue sin más. No me puedo creer que se haya molestado por eso, tiene que ser una broma. ¿Enserio? ¿Enfadarte por algo así? ¡Venga ya! Lo peor es que ahora, quiero ir con él, porque me siento mal.

Me siento mal porque llevábamos una buena racha, si se puede decir así, y ahora ha se ha molestado. Pero, no. ¿Sabes? No pienso bajar, es mi decisión. No tiene derecho a enfadarse por eso y menos cuando aún nos queda otro día y pico aquí. Me quedé unos minutos debatiendo si ir o no. Igual... Igual sí que debo meterme algo en el estómago. Aunque no sean muchos días, no puedo estar tantas horas sin comer nada, y menos con el antojo que tengo de una tarta de chocolate...

Me tomé una pastilla especial para que no me doliese tanto el estómago y agarré la cartera tras ponerme una sudadera gris. Puede que  estemos en verano, pero afuera seguro que hace bastante aire. En cuanto localicé la segunda copia de llaves del camarote, las cogí y abrí la puerta decidida. Tanta era mi decisión, que choqué con el pecho de alguien. Ese olor característico que emanaba, era suficiente para saber que no se trataba de ningún desconocido, sino de él, que me miró con el ceño fruncido desde arriba. Poca distancia había, menos que otras veces, pero un movimiento del barco hizo que mo me centrase en sus labios, como llevaba pasando ya más de una vez.

Perfecto Desastre; Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora