Capítulo 6

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—¿Te queda mucho?

—Pues tengo que mear en un tubo y no me hago pis, así que sí —comenté de mala gana en un elevado tono para que me escuchase bien.

Pedro comenzó a dar golpes a la puerta del baño de la habitación en la que estaba. Sí, habían decidido que se quedase él. ¿Motivo? Fer era el que nos había traído y por ende, el que decidió llevar a Shuri a casa; además, es Fer, no le lleves nunca la contraria. De momento no habían avisado a mis padres, más que nada porque yo no quería que se preocupasen.

En cuanto a la picadura... Me habían curado la misma con agua hirviendo, una acción que debía de repetir unas cuantas veces cada treinta minutos, por ello decidí ponerme una alarma para que no se me olvidase. Luego me habían hecho unos análisis de sangre y dado unos medicamentos para neutralizar el veneno. Y una especie de oxígeno que ya me habían mandado retirar en cuanto recuperé la respiración normal, pero debía ponerlo de vez en cuando. Lo que pasa que aún quedaba esperar a los análisis de orina, y el pis no es que fuese mi punto fuerte.

—¡Pues sal hasta que te entren ganas de ser un puto aspersor!

Me di por vencida y abrí la puerta, haciendo que Pedro casi se cayese porque estaba apoyado en la misma. Aguanté la risa cuando me miró de mala gana.

—Estabas mejor con el veneno y a punto de palmarla —dijo antes de meterse dentro del cuarto de baño y encerrarse.

Rodé mi ojos, yendo a la camilla que tenía la propia habitación. Miré la zona de la picadura, era en el tobillo, pero en dirección al empeine. Estaba algo hinchado y morado alrededor, aunque solamente quedaba una pequeña apertura de la que seguía saliendo un poco de sangre. Por suerte, y por un ángel que vino a verme, no tengo que pasar por cirugía. Me han dicho que si llego a estar mucho más tiempo sin venir al hospital y con el veneno esparciéndose, podría haber llegado a necesitar tratamiento quirúrgico. No ha sido el caso, y menos mal. También he leído que si te llega a picar en el abdomen, puedes llegar incluso a morirte, así que he tenido suerte.

—Han pasado treinta minutos —soltó Pedro pegándome un susto enorme, justo a la vez a la que sonó la alarma.

—Si no me muero por esto, me muero por tu culpa —dije con la mano en el pecho.

—Sería un honor ser la causa de tu muerte, artista —habló en ese tono tan irritante.

Rodé los ojos, nuevamente. En silencio, me acercó una especie de máquina que nos habían dado que calentaba el agua. Debía de ser agua salada, obligatoriamente. Comenzó a salir humo y cerré los ojos muy fuerte cuando introduje mi pie izquierdo en la pequeñísima bañera. Solté el aire cuando ya lo metí, aún no abrí los ojos, pues necesitaba soportar lo caliente que se encontraba el agua y no solo me bastaba con agarrar fuerte las esquinas de la cama.

—Pareces una oruga con esa cara

—Pedro, cállate

Mordí mi labio inferior aguantando unos segundos más, hasta que por fin le retiré del agua. Él se encargó de vaciar el cubo y volverlo a llenar con más agua salada, limpia. No sé cuántas veces más tenía que hacerlo, pero me estaba comenzando a doler el pie. Iba a tocarlo por el simple reflejo de intentar aliviar el dolor, lo que pasa que Pedro fue demasiado rápido y me agarró la muñeca.

—Ni se te ocurra —sus ojos avellana se centraron muy seriamente en los míos.

—Deja de alterarte, pesado. Que ya se que no quieres que me muera

—Han dicho que no te lo toques —volvió a hablar, aún sin retirar su mano de mi muñeca, pero yo tampoco hacía el amago de que la quitase. Sentí una especie de cosquilleo por esa zona, decidí pensar que es algún efecto de la picadura.

Perfecto Desastre; Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora