"Empecemos de cero y me dejas enseñarte que no soy tan imbécil como crees"
No sé ni en qué momento, ni qué se me estaba pasando por la cabeza para mantener una conversación tan tranquila e incluso, algo seria y adulta, con Pedro. PEDRO. ¡PEDRO GONZÁLEZ! Sí, ese mismo con el que no quería tener ningún tipo de contacto hasta hace... ¿Cuánto? ¿Un mes?
Tenía la esperanza de que hubiese sido una especie de mezcla entre un sueño y una pesadilla. Pero no era así, claro que no era así. Es más, al día siguiente de estar con los hermanos González, fuimos ambas familias a pasar la tarde día a la playa. Y sorprendentemente, tanto para mí como para nuestros padre y hermanos, no discutimos. Nos mantuvimos pacíficamente toda la tarde. Sí, hubo algún que otro comentario en relación a un juego de cartas al que jugamos, que me dieron ganas de tirarle la arena mojada a la espalda, porque sé que eso duele. Por lo demás, estuvo bien, bastante bien.
También, me tomé la libertad de mirar esos titulares que habían salido y de los que había decidido pasar hasta que vi que me empezó a seguir gente a la par que escribirme por las redes sociales. Tuve que ponerme todos mis perfiles en privado, me dolió por el hecho de que subo muchas cosas de arte, pero al final, era la única vía posible para que no me comentase gente en todas las publicaciones que si estaba con Pedro. Además, como no contestaba, los rumores aumentaron.
Y sí, lo he hablado con Pedro. De hecho, es el tema de conversación que hemos estado teniendo estos días. Porque, sin saber aún cómo lo consiguió, hablamos por mensaje. Tardo mucho en contestar, pero no por hacerme la interesante, si no porque se me olvida. Muchas veces no sé ni dónde dejo el móvil, y más cuando estoy con mi familia. Si en Barcelona ya lo utilizaba poco, ahora, menos. Pero aquí estaba, aceptando ir a tomarme algo con él.
¿Alguna explicación? Ninguna, simplemente no podía decirle que no, pues ya estaba hablando en el salón con mi padre sobre sus cosas de fútbol y convencido a mi madre de que no es ninguna especie de trampa o broma, que no les estamos tomando el pelo llevándonos bien, que no tenemos pensado aparecer ensangrentados por una masacre que podría generarse por pasar más tiempo juntos del debido.
—¿Por qué vas con él? —cuestionó mi hermana con un brillo pícaro en sus ojos miel, como los de mi madre.
—No lo sé —aseguré.
Era verdad, no lo sabía. Tampoco podía decirle que no cuando ya está plantado en mi salón. Y porque, es un González, que no sé qué tienen que es prácticamente imposible decir que no, o si lo haces, no van a parar hasta obtener la respuesta que quieren.
—Carlota, deberías de ir a ver jugar a Pedri algún día —dijo mi padre sonriente y señalando al chico.
Los miré a ambos y negué arrugando mi rostro.
—Para que yo vea un partido de fútbol, antes tienen que volver One Direction
—No lo van a hacer —comentó Pedro ganándose mi atención.
—¡Chist! Déjame vivir al menos con esa ilusión
Mi padre soltó una carcajada y le dio unas palmadas en la espalda al menor de los González.
—Cuídame a la chica, ¿eh?
—Eso siempre, Jorge —contestó con una sonrisa y aceptando el apretón de manos de mi padre.
Vale, las miradas de mi madre y de mi hermana desde la cocina, no me gustan nada. Cero. Negativo. Están con una sonrisa muy amplia, tanto, que pondría mi mano en el fuego a que se las disloca la mandíbula. Ambas alzaron sus pulgares cuando Pedro avanzó dando vueltas a la llave de su coche. Rodé mis ojos, negando.
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Perfecto Desastre; Pedri González
Teen FictionNos convertimos en el perfecto desastre que me juré nunca tener.