Este ambiente era distinto al del último partido al que vine.
Había tensión, magia, rabia, ganas... Era una mezcla contradictoria constante que no cesaba en ningún momento. Ni mientras calentaban, ni mientras jugaron la primera parte... Se notaba que era un partido importante y que ambos equipos querían la victoria. Cuartos de Champions, eso me contó Sira mientras trataba de entender porque los goles no valían doble si el equipo contrario marcaba fuera de casa. No sé, quizá una paranoia mía que se me generó cuando el Chelsea, si no recuerdo mal, marcó un gol que nos dejó a todos un poco bajoneados, pero que luego Lewandowski supo remendar marcando otro.
En el descanso todos decidieron subir a la zona VIP, donde había un bar, canapés, bebidas, ropa comercial del club... Todo gratis menos eso último. Yo no tenía ganas de ir, al igual que Tete, quién decidió quedarse también y aprovechó el hueco que dejó libre su nieto para posicionarse a mi lado.
—¿Qué tal estás, niña? —cuestionó mientras apoyaba sus dos manos en el agarre de su bastón.
—Bien, Tete. ¿Tú? —me giré para ver su expresión y la pillé alzando las cejas no muy convencida por mi respuesta—. Está siendo un partido muy tenso.
—Mi pequeña Loti... Puedes engañar a quién quieras, pero a mi no me la cuelas. —solté una pequeña risa suave la cual fue acompañada por ella, aunque no hablé puesto que tomó de nuevo la palabra—. Desde el primer momento que os vi tan pequeñitos, supe que acabariais juntos.
—Ah... ¿sí? —siempre me generaba mucha nostalgia hablar de nuestra infancia o momentos del pasado y Tete lo hacía de una forma tan bonita que solo entran ganas de seguir escuchando.
—Sí... —la mayor se acomodó en su asiento, el cual era negro y acolchado, como todos los demás—. Su abuelo era igual. Demasiado terco, egocéntrico, directo... Nunca titubeaba a la hora de hablar ni mucho menos controlaba lo que decía cuando estaba enfadado, igual que Pedro cuando era pequeño y supongo que sigue siendo a pesar de que a mi me de muchos cariños por verme menos que antes.
Soltó una leve carcajada mientras fijaba su mirada a un punto desconocido del campo, pero yo la miraba. Atentamente. A todas sus palabras. Tuve el placer de disfrutar de Alfredo López siete años de mi vida y fue el abuelo que nunca tuve, porque jamás conocí a los míos. Por eso tenía tanto cariño a Tete, por eso actuó como si fuese mi abuela desde el primer momento, tanto para mi como para mi hermana. Por eso digo que nuestras familias están muy unidas. Ya no solo por lo bien que se llevaban nuestros padres, si no por lo bien que nos acogieron los González López cuando mis padres no estaban en casa o cuando nadie de mi familia se encontraba en Tenerife. Porque ya lo dije una vez, mi familia está desperdigada por España y, prácticamente, el mundo; por ello no tenemos tanto contacto con nuestra familia, por eso nos refugiamos en nuestras amistades y somos tan cercanas mi hermana y yo a nuestros padres, y a esta familia.
—Me costó mucho lidiar con él, pero acabó tan enamorado de mis encantos que llegó un punto en el que no se dignaba a llevarme la contraria.
—Tete, incluso con ese bastón a mi me da miedo decir que no a lo que sea que propongas. —una carcajada salió de mi boca tras decir eso.
—Sé que estáis mal, no hay que ser demasiado inteligente para verlo, ni siquiera sois capaces de chincharos el uno al otro cosa que ya es rara. Y tú estás muy apagada... ¿Qué os ha pasado, niña?
Me encogí sin saber muy bien qué contestar. Evidentemente Tete tiene más recorrido que todos nosotros juntos, pero eso no quiere decir que tenga que saber todo a detalle. El caso es que respiré profundo antes de responder y mirarla con un rostro arrugado tratando de fingir que no todo estaba tan mal como realmente podría parecerlo.
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Perfecto Desastre; Pedri González
Novela JuvenilNos convertimos en el perfecto desastre que me juré nunca tener.