Capítulo 17

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Los dos. Estábamos los dos juntos de nuevo. Bueno, nos habíamos visto esta mañana, y ayer, y anteayer... Pero más que hablar, acabábamos en una especie de batalla por tener el control en una situación específica que supongo no es necesario explicar.

Pero ahora estábamos esperando a nuestras familias. Al parecer, debieron de cambiar los billetes y tanto los padres de Pedro como los míos, venían justo el día que viajamos a Italia, para no tener que estar maleta arriba, maleta abajo. Su familia... Pensaba que igual, salían desde Tenerife hasta Italia, porque si tantos contactos tiene Pedro como para dejar que viajemos con el equipo pero en una planta distinta a la de ellos, podría mover cielo y tierra para poner un avión directo hasta Milán a su familia y no hacerles venir aquí.

¡A saber cómo de grande será el avión en el que vayamos mañana! ¿Un avión de dos plantas? Eso es una locura. Ni siquiera sabía que eso existía. Cuando Pedro me lo dijo, me quedé en shock.

—Te has puesto ese top aposta —susurró acercándose a mi poco a poco, pero manteniendo su cuerpo paralelo a la salida de los pasajeros.

—Es un deportivo básico, Pedro —dije mirándole de reojo, sonriendo de forma ladeada.

—Pues eso, que no haces deporte pero te pones el top ese —sentí como pasaba su mano por la parte detrás de mi espalda, acercándome a él lateralmente.

Aunque ese tacto y cercanía me gustase, no podía evitar tensarme.

—Nos pueden ver —solté sonriendo cuando me giró para encararme.

—Ni que fuese la primera vez que lo hacen —me dejó un beso rápido en los labios, aunque pude notar cómo apretaba de más mi cadera, logrando que un suspiro no muy desesperado, saliese de mis labios.

—Tus queridos fanáticos, no. ¿Nuestros padres y hermanos? Sí

No es que me preocupe que nos viesen. Bueno, sí, no os voy a mentir. Es verdad que mi madre se huele algo, porque las veces que me ha llamado, se lo cogía Pedro. Porque he estado más tiempo en su casa que en la mía. Me he duchado en su casa, he dormido en su casa, he comido en su casa... Me ha hecho ir hasta la zona donde debe entrenar y, al no tener nada mejor que hacer, he ido como una idiota hacía él... Aunque también lo sospecharían por los rumores que se han multiplicado estos días, solo que dudo que lo lean mucho porque no se llevan bien con las nuevas tecnologías, ni siquiera los padres de Pedro

Sí, la mayoría de los que le deben de seguir, ya dan por hecho que soy su novia. Pero soy todo lo contrario. Es decir, no somos nada. Nos lo pasamos muy bien juntos. Hay comunicación entre nosotros... Igual... Igual sí que parece que estamos en algo un poco más serio de lo que nosotros queremos pensar, porque no solo cuando nos vemos hacemos lo que hacemos, sino que él me cuenta cosas de fútbol que jamás entenderé y yo, le explico ciertas cosas de arte cuando me ve dibujando, que suele ser la mayor parte del tiempo.

Tampoco sé cómo acabamos siempre en la cama. O en el sofá. O encima de la mesa de la cocina cuando estamos calentando una lasaña precocinada en el microondas para los dos.

Supongo que es algo normal. ¿No?

Nuevamente, un sexto sentido se activó en mi. Me separé rápidamente de él, percibiendo cómo me miraba con el ceño fruncido por ese acto, solo que al ver cómo salían mis padres y los suyos de la puerta, entendió todo.

—No sé cómo podéis vivir en Barcelona en verano —soltó mi hermana llegando a mi lado. 

—Cuando tienes un suelo climatizado o una casa enorme, el calor pasa desapercibido —contestó Pedro en el tono egocéntrico habitual, ganándose mi mirada con una ceja enarcada. 

Perfecto Desastre; Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora