Lo tenía frente a mis ojos. La nota. El correo electrónico que nos habían mandado a cada una de las personas que se habían presentado en la última prueba. Leía una y otra vez la pantalla, tratando de buscar algún fallo, algo que me dijese que era broma. No encontraba nada. Era un correo oficial de la facultad, un correo certificado de la universidad de Oxford dándome la bienvenida. Tenía ganas de llorar. No de tristeza, si no de alegría, de todo lo contrario a algo doloroso.
¿Lo había conseguido? Una de las becas más complicadas del país que ofrece la facultad de arte de Barcelona gracias a su nivel académico, por no decir la que más... ¿Era mía? Casi di un salto en la silla de mi escritorio cuando mi móvil comenzó a sonar con una llamada entrante de mi madre. No me había dado tiempo a reaccionar para contárselo cuando descolgué la videollamada y las lágrimas brotaron de mis ojos, con una gran sonrisa amplia que si no fuese por ella, hubiese asustado a mis padres quienes se encontraban a través de la pantalla.
—No me lo creo... —soltó mi madre llevándose la mano a la boca sonriente— NO ME LO CREO. ¡CARLOTA, HIJA, ESTOY ORGULLOSÍSIMA DE TI!
—¡MAMÁ QUE LO HE CONSEGUIDO!
—Hija, ¡Qué alegría más grande! —dijo esta vez mi padre.
La alegría era fue aun mayor dadas mis malas sospechas ante la última prueba. Fue la más complicada. Un examen de cincuenta preguntas en el que debía de tener bien, al menos, cuarenta y siete de ellas perfectas. Un tiempo muy limitado para realizar un boceto a mano alzada y realista de una escultura que se encontraba en el medio de la sala. Sí, puede llegar a resultar sencillo, pero cuando solo te daban treinta minutos para finalizarlo con todos los detalles posibles, la cosa se complica.
Este mes ha estado lleno de preparaciones, de pruebas. Cada una más complicada que la anterior porque iba aumentando el nivel, como es obvio. Solo que nunca había visto tanta exigencia. Nunca había tenido a una persona detrás de mi controlando lo que hacías en todo momento para que no copiases en aquellos test y para que no trajeses el boceto realizado desde casa. La entrevista fue la primera, por eso la mayoría de los alumnos por no decir todos los que nos presentamos, pasamos sin problemas porque eran preguntas simples. Pero cuando comenzaron los exámenes serios... Ha sido un mes de Octubre estresante. El más estresante que he vivido a mis veinte años de vida. Y hoy, el penúltimo día del mes, puedo decir que toda presión ha dado sus frutos.
¿Merece la pena haber pasado por ello? He estado a punto de rendirme en la recta final, pero ahí estaba Juls para empujarme a no dejarlo. Y ahora, aquí estábamos las dos, a un año de irnos cada una a una punta del mundo.
—¡TÍA QUE ME VOY A HARVARD! —entró eufórica a darme un abrazo.
—¡Juls! ¿Tú también? ¡AY QUE ORGULLOSA ESTOY DE VOSOTRAS! —mi madre adoraba a la morena.
En cuanto mi mejor amiga escuchó la voz de mis padres felicitándola, la dio un poco de vergüenza el haber entrado de esa forma a mi cuarto. Con un pijama de gato entero y una mascarilla facial verde. Aunque no fue importante, pues lo más relevante de todo esto, era la noticia que nos acababan de dar a los dos.
—Muchísimas gracias, familia Díez. ¡No me lo creo! ¡VOY A LLAMAR A MI FAMILIA YA MISMO!
Salió de la habitación desprendiendo felicidad. Juls siempre estaba así de eufórica, pero ahora más. ¿¡Quién no!? ¡Hablamos de una beca importante! ¡Todo pagado! ¡Todo! Los estudios, un piso individual a raíz de una de residencia de estudiantes, trabajo remunerado... Es... Es un sueño hecho realidad.
Mis padres se despidieron de la londinense igual de eufóricos que al principio de la llamada.
Mis padres confiaban en mi, yo no. Comencé las pruebas pensando que alguna pasaría, aunque no todas y mucho menos esta última. Estaba orgullosa de mi. Orgullosa de haber conseguido esta beca gracias a mi. Sí, es verdad que en la primera y segunda prueba estuvo el señor Ferrer, nuestro mejor profesor el cual nos incitó a intentarlo, y puede que solo por eso pareciese que teníamos tanto Juls como yo enchufe, pero en las pruebas finales dependíamos completamente de nosotras mismas. Si no te preparabas nada, no durabas ni un minuto tras leer las pruebas.
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Perfecto Desastre; Pedri González
Teen FictionNos convertimos en el perfecto desastre que me juré nunca tener.