Capítulo 21

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¿Cuántas copas llevaba? Perdí la cuenta desde la primera que me bebí.

Aún quedaban dos semanas para volver a clase, pero toda la facultad de arte y diseño de Barcelona decidió hacer una barra libre. Éramos muchas personas en una sola discoteca, solo que yo me centré únicamente en mis amigas, Juls y Nico, quién había venido con su pareja. 

Llevaba ya una semana en mi querida Barcelona. En mi línea habitual, salvo que hoy había decidido no organizar nada como hago siempre, y dejarme llevar. No sé lo que tengo mañana ni lo que tendré, pero no me importa. Al igual que no me importaba llevar tantos días sin saber nada de... No, me he jurado no pensar en él. 

—Loti, son las cinco de la mañana —mi mejor amiga se sentó a mi lado, apoyando su cabeza en mi hombro.

Llevábamos fuera de casa desde las seis de la tarde porque fuimos a tomar algo con Nico y luego a cenar con las chicas en la casa de Gaia, una de las chicas del grupo. 

—¿Solo hemos aguantad...? Hip... ¿Nosotras? —nos señalé a ambas con sorpresa.

¡Qué poco aguante tiene la juventud de hoy en día! ¿Enserio personas de veinte años no pueden aguantar hasta el amanecer un sábado normal y corriente? 

—Sí. Creo que no... Hip... Me has pegado el hipo, idi... Hip... Idiota —ambas comenzamos a reírnos sin sentido hasta que paramos para respirar y mi amiga continuó— No hay taxis, ni uber, ni buses, ni metro...

Abrí los ojos como platos, al igual que mi boca. Enseguida me puse la mano para tapármela, pero no retiraba mi mirada de sorpresa a mi amiga. Estábamos... ¿A cuánto? ¿Media hora de nuestra casa en coche? Barcelona tiene muy buenas distancias. Tan buenas que cualquier día vuelvo a Tenerife andando sin darme cuenta. 

—Tengo una idea

—¡Qué bien! ¿Cuál? —pasó de estar contenta a mirarme seriamente por no saber o, quizá, hacerse una idea de qué tenía en mente.

Nos levantamos y comencé a andar hacia la salida, con mi mejor amiga tras de mi pero sin soltar mi mano mientras yo sacaba el teléfono buscando un contacto en específico. ¿Iba a matarme? Quizá. No hemos hablado desde Italia. Admitiré que estuve viendo un partido suyo y que me emocioné un poco cuando metió gol, aunque lo celebré interiormente, a pesar de que Juls me miró con una sonrisa pícara.

Mañana me sentiré fatal por esto, pero no tenemos otra opción. Ya no quedaba nadie conocido en la discoteca y ninguna de las personas que había venido, en el caso de seguir aquí, tenía coche. Nadie ha conducido hasta aquí porque todos íbamos a pillarnos el pretérito perfecto de nuestras vidas.

Al sentir la ligera brisa nocturna chocando con nuestros rostros, mi amiga aspiró fuertemente cerrando los ojos. Yo hice lo mismo, pero deseando en mi interior obtener respuesta. Un pitido... Dos... Diría que hasta el alcohol que corría en vena por mi cuerpo, estaba comenzando a desaparecer... Tres... Cuatro... Cinco... Venga, futbolista... Seis... Me quité el aparato de la oreja al no obtener ninguna respuesta llegados los ocho pitidos pero, de repente, debajo de su nombre comenzaron a correr los segundos y no eran por el contestador.

—¿Sí? —rápidamente me llevé el teléfono de nuevo a mi oreja, sin soltar la mano de mi amiga que iba bailando por las líneas del suelo.

—Hola... —fue lo único que pude decir.

Bien, Carlota. Llamas a Pedro a las cinco y media de la mañana como quién no tiene la cosa y ¿solo te sale decir eso? De mal en peor. 

—¿Carlota? 

—La misma... Eh... Supongo que te he despert... Hip... Mierd... Hip... 

¡Lo que me faltaba! ¡Comenzar con el hipo de borracha en medio de una llamada telefónica en la que me juego el cuello!

Perfecto Desastre; Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora