Capítulo 28

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Hoy era el día del partido. Realmente no empezaba hasta las nueve de la noche, pero nosotros estábamos desde las nueve de la mañana activos, sobre todo él, quien tenía que irse a la concentración. Lo sé porque Fer me lo había dicho, aunque ya lo daba por hecho dado que siempre que tenía partido en casa era así, pero su hermano me lo recordó anoche cuando me iba a casa y me llamó para que no fuese sola. El caso es que hoy he repetido lo mismo, así que aquí estaba, en el Hotel Sofía de Barcelona. Cinco estrellas y a diez minutos andando hasta el Camp Nou.

Ayer fuimos al entrenamiento y resulta que Pedro consiguió algo que realmente me parecía bastante importante teniendo en cuenta lo que significa para mi Shuri.

—¿Y dijeron que sí sin más? —cuestioné mientras zampaba una de mis tostadas con aguacate.

—Pedro logró que dijesen que sí. —confirmó Fernando colocándose sus gafas para después dar un sorbo a su café.

—Qué detalle... —ironicé por lo bajo, aunque solamente lo escuchó Fer, puesto que se encontraba a mi lado.

Shuri ha venido aquí, supongo que porque no se podía quedar con nadie, y dejarla sola todo el día no iba a ser la idea que más me agradase. Al parecer Pedro habría conseguido que la dejasen entrar e ir con nosotros todo el día de ayer, menos hoy, que sería cuando ya se quedaría con los cuidados que ofrece el hotel para animales.

—Está intentando arreglar lo que ha hecho. —comentó Fer por lo bajo mientras íbamos detrás de nuestra familia.

Habíamos acabado de desayunar y en breves vendrían a buscarnos para ir con los jugadores.

—¿Y? Yo también la he cagado muchísimo pero no por ello estoy diciendo en voz alta que me la suda que me pillen cada día con una, haciendo detalles materiales sin sentido para llamar la atención y mucho menos bes... —me callé cuando estuve a punto de soltar lo que pasó hace dos días.

No se lo había dicho a Fer porque tampoco había salido el tema y mientras que yo estaba en la universidad, la familia González y la familia Diez estuvo haciendo rutas por Barcelona como si fuese la primera vez que pisaban esta.

—¿Besándote? —cuestionó frenando en seco.

—Sí, besándome. —suspiré—. Cuando os fuimos a buscar un grupo de chicas le paró y preguntaron que si habíamos vuelto. Yo dije que no, el dijo que sí, para variar. Luego una de ellas pidió que nos besáramos y tu querido hermano aprovechó la oportunidad.

—¿Y tú no te alejaste? —estábamos llegando a su habitación del hotel.

Nuestros padres, Tete y Blanca desaparecieron hace rato mientras nosotros nos encontrábamos fundidos en la conversación sin atender a nada ni nadie de nuestro alrededor.

—¡No pude reaccionar! —me quejé, y era cierto, no pude alejarme porque no me dio ni tiempo a procesar todo lo que estaba pasando.

Fer abrió la puerta de su habitación, riendo y negando. Nuevamente percibí ese parecido con su hermano, aunque después de lo que pasó... No sé, veía a Fer de una forma distinta. Quizá tenía ciertas cosas que Pedro no tenía. Quizá era porque estaba pensando en muchas cosas y las máquinas de mi cabeza iban a mil por hora últimamente. Quizá pensar en que Fer también tenía un atractivo bastante llamativo que por algún motivo hoy, he decidido fijarme más de la cuenta, no era lo mejor. O simplemente era fruto de mis pensamientos nublosos. O, como última opción y más probable, mis ganas de molestar a Pedro con la mínima cosa que pudiese. Pero no, no quiero tener que meter a Fer en esto a pesar de que me miraba con unos ojos marrones tan distintos a los de su hermano.

—Mira, Carlota. Que él haya hecho eso, no significa que tú debas hacer algo parecido. Pensad con cabeza. Tenéis veintiún años, él a punto de cumplirlos, y creo que los dos sois mucho más adultos de lo que aparentáis. Sí, mi hermano ha sido así siempre, pero tengo claro que no hace esas gilipolleces.

Perfecto Desastre; Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora