¿Qué? No, pero... ¿Qué?
Me miré al espejo, y aunque estuve tratando de averiguar qué había pasado hace... No sé, creo que son las siete de la tarde y habíamos quedado justo antes de comer. Os puedo asegurar que comer se nos ha pasado por completo y el tiempo volando, haciendo... Bueno, no es necesario decirlo. Sigo preguntándome qué ha pasado y no creo que vaya a encontrar respuesta. Pedro y yo... ¿Qué? Doy gracias a que está dormido, porque voy a investigar su casa a ver si consigo aclarar mis pensamientos en lo que me pierdo por lo que parece más una mansión que un hogar.
Bajé las escaleras, y me encontré su camiseta en un escalón. Una vez más, no ha sido un sueño o una pesadilla, ha sido una realidad. Una realidad que con solo pensarlo unos instantes, ya hace que mis ganas de subir arriba y besarle igual que he estado haciendo, aumenten.
—Joder... —dije cuando vi mis pantalones un escalón más abajo, casi al principio.
Sí, espero que Pedro no tenga cámaras de seguridad, porque ahora mismo estoy con una camiseta que he encontrado en su armario y en ropa interior. Puede que nos hayamos visto todo, pero... ¡Agh! No sé. ¿Sabéis como podría describir mi día de hoy o mis pensamientos? En un enorme y rotundo: No sé.
Me puse los pantalones y me dirigí hacia lo que parecía ser la cocina. También era enorme, como todas las salas de esta casa. Cada una de ella podrían ser tres veces mi piso perfectamente. A lo mejor he exagerado, pero no me quedo corta si digo que juntar mi cuarto, el de Juls y el salón, formarían lo que viene siendo la cocina. Así de simple.
Necesitaba hablar con alguien. Necesitaba solarlo aunque fuese a alguien de mi círculo de confianza. Mis padres y mi hermana, obviamente, no eran una opción. Solo me quedaba Juls. O bueno, tal vez Nico, pero sigue de ruta turísica por Canarias, por lo que no contestará. Seguro que no lo hará. Busqué mi móvil por todas partes, y no lo encontraba. Incluso subí de nuevo a la habitación a sabiendas de que cuando pisamos esa parte, no había ni rastro de nuestra ropa, pero por intentarlo, no pasaría nada.
Vi por el suelo el móvil de Pedro, que seguía más dormido. Roncando. Como su hermano. Y solamente le tapaba una pequeña parte de la sábana, lo único que se veía perfectamente era su espalda, y sus músculos. ¡Ah! Su cuerpo desnudo, también, incluso parecía más guapo así dormido que cuando está despierto... Basta, Carlota. Me acerqué con cuidado de no hacer ningún ruido, lo que menos quería era despertarle.
—Oye Siri —susurré al ver que era un iPhone, como el mío, pero este era el último que habían sacado, como no. El círculo azul se encendió y pensé rápidamente cómo me tendría agregada— Llamar a Artista
—Llamando a Bautista Tío Móvil —contestó.
—¡Qué! ¡No, no! —lo agarré corriendo y colgué antes de que se diese un tono.
Giré mi cuerpo en dirección a la cama, apretando el labio al notar como Pedro se daba la vuelta, tapándose más pero sin despertarse. ¡Menos mal! ¡Si lo lleg a hacer y me ve con su móvil...!
—Oye Siri —un intento más, si no, buscaría las llaves de su coche y trataría de encontrarle allí— llamar a Carlota —dije mi nombre por si acaso.
—¿Llamar a Carlota Pesadilla Andante (móvil)? —visualicé mi número de teléfono.
—Será cerdo —lo miré muy mal a pesar de que no se daría cuenta.
Agudice mi oído para tratar de escuchar algo en el inmenso silencio que había en toda la casa. Genial, lo escuché abajo. Dejé el móvil del moreno en el suelo, tal y cómo estaba antes. Fui corriendo de puntillas hasta el salón. ¿No se cansaba de subir y bajar escaleras? ¡Vaya cansancio! Que yo en mi casa de Tenerife también las tengo, pero no es igual.
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Perfecto Desastre; Pedri González
Novela JuvenilNos convertimos en el perfecto desastre que me juré nunca tener.