Capítulo 26

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Salir a correr.

Encontrar una especie de descampado en el que desconectar y dejar llevar mi imaginación.

Unos días era una hoja en blanco. Otros días no era más que el portátil y unas historias dignas de ser leídas.

No era algo que hiciese con frecuencia, mucho menos lo primero, eso fue nuevo. Pero, una pequeña parte de mi, sentía la necesidad de no quedarme en casa sin moverme como había estado haciendo estos días. Porque sí, la discusión con Pedro me había marcado. Todo lo que pasó ese día me había marcado. Una bola gigantesca llena de cosas buenas y malas rodaba en mi dirección, lista para arrollarme a su paso.

Me planteé seriamente si debía aceptar la beca. Si realmente era tan egoísta como él dijo. Y lo hablé con Juls. No sé qué haría sin ella, porque quizá estaría perdida. Juls es esa persona que pasé lo que pasé, te va a escuchar, cueste lo que cueste.

—¿Eres boba? —cuestionó posando su taza en la encimera de la cocina con más fuerza de lo normal—. Cada uno tiene lo suyo, eso es cierto, nadie es perfecto. Pero tú, Carlota, y te lo digo seriamente porque quiero que te lo dejes grabado en la cabeza, no debes permitir que un sueño que tenías desde pequeña que has logrado por mérito propio, se vea interrumpido por palabras de una persona que no tiene ni idea y habla sin conocimiento.

—Me conoce, Juls. —aún así, trataba de defenderlo. Lo quería. Quería a Pedro.

—No, Loti. Una persona que te critica por cosas del pasado y soltando que eras puro entretenimiento, no te conoce. O quizás sí, pero conoce a la Carlota de esa época, no a la de ahora. Me da rabia porque me caía muy bien, aunque soltar ese comentario... Entiendo su enfado, pero eso que te dijo... No lo defiendo.

Y en ese momento fue cuando me di cuenta de que no me cerraba en banda. Fue cuando entendí por qué nunca ponía una queja a mis padres cuando decidían protegernos o estar más pendientes de nosotras; o quizá meternos más presión, sobre todo a mi por ser la mayor, a la hora de los estudios. Pero también comprendí por qué motivo callaba cosas, y el principal era por la poca confianza que tenía puesta en mi con cada cosa que hacía.

Nunca imaginé sacar matrícula de honor en el instituto. Nunca imaginé superar la prueba de acceso a la universidad. Nunca imaginé destacar entre cien alumnos por algo que llevaba haciendo toda mi vida. Nunca creí que un amigo de mi madre contaría conmigo y confiaría en mí para ayudar en su editorial, incluso más que en sus propios trabajadores. O pensar que algunos amigos de mis padres confiaban en mí para pedirme cuadros que decorarían sus casas hasta el último día. Al igual que nunca creí ganar la beca por la que luchaba y soñaba desde pequeña.

Por eso callaba. Porque una parte de mí, no quería reconocerse que si todo eso pasaba, era porque se me daba bien. Una parte de mí, no quería presumir de lo que la gente llama 'don' y yo veo normal. Y callaba ante mis padres, porque entendí que gracias a todo esa presión o incluso control, ahora son los primeros que se alegran incluso más que yo por mis logros. Y sin todas esas cosas que han hecho por mi, por mi hermana... A lo largo de los años, por nosotras, no estaríamos ahora aquí. Al final, nos han enseñado en silencio y diría que sin quererlo, a trabajar poco a poco para lograr todo lo que nos propongamos.

Pero eso... ¿Eso era una molestia? Quizá no nos dimos la oportunidad de hablarlo normal. Porque sí, somos un puto desastre que a la mínima, soltamos cualquier cosa para herir al otro. Y yo reconozco que me pasé, que le mentí, que yo hubiese soltado algún comentario parecido al que él realizó... Pero no fue el caso. Por eso sentía que habían estado jugando conmigo desde Junio. Un juego que al principio era adictivo y que se acabó convirtiendo en una droga venenosa. Jugar con fuego. Meterse en la boca del lobo.

Perfecto Desastre; Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora