A penas pasó una semana hasta que volví a verlos.
Al día siguiente de la fiesta no pasó nada del otro mundo, simplemente seguí como si nada, pero claro que hablé con mis padres sobre lo de tener que ponernos una especie de niñera con la edad que tenemos. Puedo entender que lo hagan si yo no estoy en casa, pero aún así, mi hermana y yo somos bastante mayores como para tener a alguien que nos vigile. Sí, es verdad que al final era como estar con unos amigos pasando el día, pero al único al que puedo dejar esa etiqueta, es a Fer. Pues al final fue quién me dijo de estar con sus amigos y quien dejó que mi hermana invitase a amigas suyas, eso sí que fue un detalle de su parte el cual aprecio mucho.
Hoy se habían ido a trabajar. Mi padre tiene que estar todo el día en la tienda y mi madre, tiene turno completo en el cuerpo de policía, por lo que no los vería. Por otra parte, Blanca había ido con una amiga suya y no volvería hasta después de comer, así que estaba sola contra el mundo. Anoche no hubo excusa para que no avisasen a la familia González, simplemente les dije que tengo veinte años y que no necesito a nadie que me cuide.
Era primera hora de la mañana por lo que, para no malgastar el tiempo, decidí salir a pasear por la playa con Shuri. Sé que la encanta jugar con las olas y hoy parece que hace un día espléndido para aprovecharlo, así que eso hicimos.
Había una ligera brisa que era muy agradable. Solamente llevaba unos pantalones cortos sueltos, con la parte de arriba de un bikini negro, por si acaso me daba por meterme en el agua, y una sobrecamisa. Eran las diez de la mañana por lo que solo había algunos turistas, aunque no muchos, pues esta zona de la playa en concreto, no es donde más se suele poner la gente.
Solté a Shuri para que corriese un poco por la orilla mientras yo iba unos pasos más atrás. Ella se giraba, volvía, me pedía que la acaricie, se iba, volvía de nuevo pero con un palo o cualquier cosa para que se lo tirase... Así unos minutos, hasta que Shuri corrió un poco más lejos hacia un chico. Aceleré mi paso hasta llegar a su lado, y cuando este dejó de acariciarla, mi paz y tranquilidad se había evaporado.
—Me quiere más a mí —comentó Pedro agarrando las patas delanteras de ella. Se había subido a sus piernas y movía su cola contenta.
No contesté, simplemente rodé los ojos. Tenía muy pocas ganas de entablar una conversación con él. Y menos... Menos si estaba cansado por correr, brillando por el sudor, sin camiseta y con unos pantalones que le sentaban muy bien...
—Vamos, Shuri —dije agachandome para poder llamar su atención. Por lo menos con escuchar su nombre ya se gira hacía a ti, menos mal.
—¿A dónde vais? —cuestionó demasiado amable.
—Lejos de ti —solté.
Él miró hacia arriba un milisegundo y cuando se centró nuevamente en mis ojos, se mordió el labio negando.
—Vengo de buenas y tú actúas a malas. Muy feo eso, artista
¿Por qué tenía que usar ese maldito mote? ¡Me pone de los nervios!
—Dos cosas, futbolista —hablé haciendo énfasis en la última palabra—. Una, no me llames más así y menos con ese tono porque es cuando empiezas a vacilar y sabemos como acaban las cosas. Dos, no quiero perder mi tiempo contigo porque caería muy bajo
Soltó una carcajada amarga cuando escuchó lo último. Sí, seguía muy molesta y en cierto modo, dolida por lo que dijo. Me daba igual que echárselo en cara fuese demasiado descarado, pero tampoco me gustaría hacer como si nada, menos con él. Shuri pareció pasar de nosotros, pero se mantuvo jugando con las olas que rompían unos pocos metros más lejos de donde estábamos. No la perdía de vista en ningún momento aunque tuviese a Pedro delante.
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Perfecto Desastre; Pedri González
Teen FictionNos convertimos en el perfecto desastre que me juré nunca tener.