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Franz no podía salir de su asombro. Llevaba tiempo escapando a escondidas algunas noches, camuflándose entre lugareños que no tenían ni idea de quien era. Solía beber algo junto a su amigo Ray y no era extraño que consiguiera alguna mirada que lo invitara a una corta sesión de placer en su auto.

Estaba listo para repetir aquella rutina, aunque cumplidos los 26 años, la misma había perdido algo de ese atractivo que encontraba en la adrenalina del no ser descubierto.

Sin embargo, esa noche, una nueva sensación lo había alcanzado. De repente sentía ganas de sonreír. Llevaba tanto tiempo sin hacerlo que hasta temía que luciera ridículo. ¿Quién era aquella joven tan contradictoria? Llevaba el vestido más sexy del lugar y sin embargo parecía querer ocultarlo. Se había mostrado insegura a la hora de responder y sin embargo aquella frase final lo había dejado tan atónito que llevaba varios minutos sin saber como debía continuar.

Había estudiado sus movimientos desde lejos, primero en la pista de baile donde se movía ajena a las decenas de miradas que querían devorarla y luego, como si se tratara de una niña de primer grado intentando comprar en el kiosco había soportado pacientemente los desaires de aquellos cantineros.

Franz sacudió su cabeza intentando volver al planeta tierra. Tan solo era una chica. Una chica de vestido sexy, curvas sinuosas y un acento... No terminaba de reconocer aquel acento. Había viajado prácticamente por todo el mundo debía reconocerlo, parecía algo latino y sin embargo no terminaba de serlo. ¿Qué hacía pensando tanto en ella? ¿No era tan sólo una chica?

Sintió una mano en su hombro y giró demasiado rápido, por un momento creyó que aquella hermosa joven había regresado, pero sus ojos parecieron mostrar su decepción a juzgar por la expresión de Ray.

-¿Esperabas a alguien más? - le preguntó el único amigo real que tenía.

-No, no, estaba un poco distraído. Creo que me estoy volviendo un poco viejo para estas salidas.- le dijo recuperando su postura seria.

-Lamento decirte que yo no.- le respondió Ray seguido de una carcajada de esas que solía esbozar varias veces al día.

Su tez oscura dibujaba unas líneas marcadas a los lados de sus ojos que solían contagiar a quien las viera. Ray era un joven feliz. Trabajaba para la familia de Franz desde que podía recordarlo y gracias a su padre, habían compartido momentos de la infancia que los convirtieron en verdaderos amigos. Si bien los padres de Franz no aprobaban aquella amistad, los dos se las habían arreglado bastante bien para disimularla y era por eso que una vez más se encontraban rompiendo las reglas juntos.

-Veo que ya encontraste compañera para esta noche.- le respondió Franz al ver a la morena que lo miraba desde el otro lado de la barra.

-No quiero mentirte amigo, pero si estás cansado podemos regresar.- le respondió notando que algo le pasaba..

-No, no te preocupes. Si me dejas la moto, puedo volver solo. Dime por donde te busco mañana por la mañana.- le respondió Franz mientras pagaba la bebida que había decidido no tomar.

-¿Seguro vuelves solo? Sería la primera cosa que haces solo en... 26 años?- le dijo Ray a modo de broma volviendo a reir con genuina gracia.

Franz negó con su cabeza mientras le sacaba las llaves de la mano con fingido enojo.

-Divertite por los dos. Hasta mañana. - le dijo mientras comenzaba a caminar entre la gente acomodando su gorra con disimulo.

Camino con paso lento, buscando a la joven de vestido rojo, pero llegó a la salida sin éxito. Era momento de olvidarla. Si apenas habían cruzado un para de palabras, no sabía nada de ella y tampoco quería saberlo. De una vez por todas debía aceptar su destino y en él no había lugar para morenas de curvas provocativas y ojos color avellana.

Se colocó su abrigo de Nepal y lo cerró hasta arriba, el invierno podía ser duro en esa zona de Alemania, caminó hasta su moto y luego de colocarse un par de guantes oscuros del más costoso cashmere comenzó a andar algo desanimado hasta que sus ojos le regalaron la mejor vista de su vida.

Del otro lado de calle, abrazándose a si misma sobre una campera de cuero demasiado fina para aquel clima se encontraba la joven que ansiaba volver a ver.

Tenía una segunda oportunidad y no edtaba dispuesto a desperdiciarla.

Una foto realDonde viven las historias. Descúbrelo ahora