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Sólo faltaba el paso del día para el baile de primavera. Cloe había intentado ver a Franz pero él no había logrado escabullirse de sus obligaciones. Cloe le había agradecido el precioso vestido por mensaje pero estaba ansiosa de hacerlo en persona. 

Dispuesta a verlo antes del ansiado baile decidió aventurarse en el castillo con la excusa de tomar algunas fotografías. Buscó con disimulo en algunos salones sin éxito. El personal se movía de un lado a otro, ultimando los detalles de aquella noche. Estaban tan concentrados  en sus tareas que parecían no notarla. 

-Señorita, ¿Ya vio la exposición de fotografía que montaron para esta noche?- le preguntó aquel mismo joven que le había dado la nota en nombre de Franz el primer día. 

Presa de una curiosidad imperiosa, decidió abandonar su tarea de búsqueda por un momento y se aventuró a aquel salón. 

Era uno de los más grandes de la planta baja y había sido ambientado con un gusto exquisito, los primeros retratos estaban de espaldas, por lo que tuvo que caminar hasta el centro para lograr verlos. 

Giró sobre sus pies y un pequeño grito escapó de su garganta. Se llevó ambas manos temblorosas a la boca y todo su cuerpo comenzó a temblar. Como si fuera parte de un sueño creyó que estaba a punto de desmayarse. 

En un tamaño gigantesco con una definición perfecta, sus propias fotos, aquellas que llevaba años guardando en la antigua cámara de su padre estaban allí. Se acercó un poco y leyó su nombre en el margen inferior izquierdo. 

Herr Hoffman, su tía, sus compañeros de facultad, Amaya, todos estaban allí, por supuesto que solo ella sabía quienes eran, ya que los ángulos de las fotografías eran estéticamente diseñados para que los rostros no se vieran. 

Caminó por el salón sin poder creerlo. ¿Qué hacían allí? ¿De dónde las habían sacado? ¿Cómo es que formaban parte de una exposición de la que su propia autora no sabía?

Leyó el valor de cada uno de los cuadros y casi se desmaya nuevamente. Era una fortuna. Continuaba recorriendo sin comprender, cuando finalmente lo vio.

Era la foto que le había tomado a Franz en su casa aquella mañana. Era tan hermosa como la recordaba y entonces se le ocurrió que a lo mejor él tenía algo que ver. 

Tenía sentimientos encontrados, no sabía si debía estar feliz o enojada. Entonces por fin lo oyó.

-Espero que te guste mi sorpresa.- le dijo entrando al salón son su porte elegante y algo de duda en sus ojos. 

-Frank ¿Cómo es posible? - le preguntó acercándose con paso lento. 

-Aquella mañana me llevé tu cámara convencido de que debía borrar todas las fotos. Sin embargo, cuando pude verlas supe lo equivocado que había estado. Cloe, tenes un talento único. Sos muy buena tomando fotografías, es como si tu enorme corazón logrará ver la belleza en cada persona.- le dijo acercándose a su propio retrato. 

-Creí que me tomabas una foto para chantajearme y sin embargo casi no me reconozco. Es un ángulo que destaca la belleza de una escena más que a una persona. Te pido perdón por no haberte pedido permiso, pero quería que fuera una sorpresa.- le dijo girando para mirarla a los ojos, con la esperanza de no haberlo arruinado. 

Cloe apretó sus labios y luego una escueta sonrisa asomó a sus labios. 

-Ese día en que vi las fotografías quise volver a buscarte. No me perdono lo estúpido que fui, queria pedirte perdón, quería que volvamos a intentarlo. Pero cuando estaba decidido a hacerlo me llamaron del hospital. Mi madre había sidi internada y al parecer no era nada bueno.- le confesó bajando su mirada para ocultar el dolor que le producía aquel recuerdo. 

Cloe tomó sus manos con cariño y comenzó a acariciarlo. 

-Fueron meses demasiado largos y tristes, cuando finalmente sucedió lo inevitable sentí que era demasiado tarde. Supe que te habías mudado a Berlín con tus amigos y eso me alegró por un lado pero me hizo convencerme de que te había perdido. - continuó explicando algo avergonzado. 

-Sin embargo, no me di por vencido, no podía. No después de haberte conocido, de haber visto tu trabajo. Te busqué y te busqué. Y por suerte para mi, te encontré. - le dijo por fin con una sonrisa. 

-Lamento mucho lo de tu madre.- le dijo ella sin poder contener la emoción que todo aquello le estaba provocando. 

-Gracias. - le respondió él acariciando su mejilla con cariño. 

-¿Estás enojada? - le preguntó con la necesidad de que la respuesta fuera negativa. 

-Aunque quisiera no podría enojarme con vos. Frank, no se si hago bien en decirte esto pero ...- le dijo haciendo una pausa en busca de valor. 

-Te amo. - le dijo cerrando sus ojos y lanzándose a sus brazos para besarlo.

Franz supo que no mentía y lo que era aún mejor él tampoco quería ocultarlo más. Comenzó a separarla para decirle que él sentía lo mismo cuando un grito los sorprendió. 

-Señorita Fernandez. ¿Qué hace? Suelte al príncipe ahora mismo. Debe guardar dos metros de distancia y hacer una reverencia.- dijo la voz de Herr Muller en un tono autoritario que no hizo más que llenarla de temor. 

-¡Guardias, vengan ahora!- gritó para terminar de destruir el sueño en el que Cloe creía estar viviendo. 

Una foto realDonde viven las historias. Descúbrelo ahora