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5 meses más tarde

La humedad de la ciudad de Buenos Aires hacía que el calor se sintiera aùn màs. Todavía no había llegado oficialmente el verano pero a juzgar por el sudor que comenzaba a alcanzar su frente, al termómetro parecía no importarle. 

-No vayas hoy, hace demasiado calor.- le sugirió Betiana mientras tomaba un papel con su mano para abanicarse.

-Tengo que ir, es uno de los últimos trabajos que voy a aceptar, por un tiempo se me hara màs dificil hacerlo.- le respondió Cloe, desenchufando la batería de su cámara para guardarla en su estuche. 

-Todavía no entiendo por qué no tomas el dinero de los cuadros. Son tus fotografias te corresponde. - le respondió aquella joven de cabello rizado y mirada simpática. Había ido al colegio con Cloe, incluso se había sentado junto a ella durante los cinco años y Cloe agradeció haber mantenido su conexión a través de las redes sociales. 

Cuando decidió regresar a Buenos Aires, tenia muy pocas personas a quienes acudir y ella se había mostrado dispuesta desde el primer minuto, apareciendo en el aeropuerto para recogerla. Había pasado unas semanas en su casa, hasta que por fin consiguió un lugar para alquilar. No le había contado el motivo real de su regreso y le agradeció que no lo preguntara. Había sido una gran amiga durante su adolescencia y al parecer continuaba siéndolo. 

Ahora vivía en su propio departamento, pequeño pero luminoso, a un costo que podía afrontar con su trabajo de fotografía para eventos sociales, que no era el que más le gustaba simplemente era el que había logrado conseguir.

Necesitaba comenzar de nuevo y en Alemania, con la vista de aquel castillo cada mañana, recordandole su cobardía o lo que era aún peor, recordandole que Franz no había regresado por ella, era demasiado. 

Al principio su tìa, Amaya y Pedro habían hecho lo imposible para convencerla. Creían que Franz regresaría, que la buscaría para llevarla con él, pero con el correr de las semanas comenzaron a perder las esperanzas. Sin embargo continuaron insistiendo en que Cloe no se alejara. Querían regresar a Berlín y ayudarla a  comenzar de nuevo.

Entonces ocurrieron dos hechos que no dieron lugar a nada más.

Aún recordaba la mañana en que todos intentaron ocultarle el periodico, como si hoy en día la información no llegara aunque uno no quisiera recibirla. El compromiso del Príncipe era un hecho, así lo mostraba la fotografía en la que se encontraba al lado de aquella duquesa alta y delgada, con su rostro inexpresivo. 

La había olvidado, no quedaban dudas. No tenia nada más que hacer en aquellas tierras. En ese momento nadie encontró una excusa válida para evitar su partida. 

-Ese dinero forma parte de un engaño, es verdad que las fotografías las tomé yo, pero no autoricé su venta. No lo quiero.- le respondió Cloe mientras se agachaba con dificultad para atarse los cordones de las zapatillas. 

-No puedo creer lo terca que sos. - le dijo Betiana acercándose para ayudarla. 

-¡No, yo puedo! Todavía puedo.- le dijo Cloe alzando su mano en señal de alto.

-Pero no ves que me das la razón. No tenes que hacer todo sola, incluso aunque estoy segura de que podes, no está mal dejarse ayudar, Clo. - le respondió Betiana volviendo a tomar asiento en el escritorio que utilizaba para trabajar junto a Cloe. Era una especie de secretaria, aunque en realidad estaba allí más como una amiga. 

-También sigue llegando el dinero de la cuenta de Alemania. ¿Ese tampoco lo vas usar? - le dijo con gesto de reproche. 

-Ya hable con mi tia, ella insiste en que no lo envía, no sé si lo hace para que no me sienta mal o me dice la verdad, pero en cualquiera de los dos casos, no es mío.- le dijo luego de un fuerte suspiro y una gran sonrisa ¡Lo había logrado, había atado sus cordones sin ayuda!

Betiana sonrió negando con su cabeza. Su amiga era obstinada, pero verla sonreír era algo que añoraba cada día. Había sufrido demasiado y sin embargo siempre volvía a levantarse. Era admirable que nunca se enojara, que conservará su amabilidad y sobre todo su esperanza. 

-¡Listo! Voy a pedir un taxi, no se cuanto puede durar un cóctel en una embajada, pero anda a descansar tranquila. - le dijo a su amiga dándole un beso en la mejilla.

-Cuidense, no hagas locuras.- le dijo Betiana depositando su mano sobre aquel vientre abultado con cariño. 

Cloe se había enterado de su embarazo cuando aun estaba en Alemania. Solo Amaya conocía la noticia, temía que si su tía o Pedro sabían, no la dejarían volar a Buenos Aires sola. 

Amaya había protestado pero finalmente la había comprendido. Luego de oírla llorar a escondidas en las noches y abrazarla sin aparente motivo durante el día supo que si la amaba debía respetarla. Cloe siempre buscaba la forma de salir adelante y si quería hacerlo en Argentina, solo le quedaba acompañarla.

Cloe había decidido continuar con el embarazo. No quería admitirlo, pero continuaba amando a Franz y si la vida le había regalado la oportunidad de ser la madre de un hijo de los dos, también lo había comenzado a amar desde el segundo en el que vio las dos rayas de aquel test. 

Le había pedido a sus amigos que nunca revelara quién era el padre, y ellos prometieron respetar su desición. 

La habían visitado en Argentina dos veces y estaban planeando un nuevo viaje. Allí la mimaban, la llenaban de regalos para el pequeño que estaba en camino y pasaban horas acariciando su vientre cada vez más grande con la esperanza de que aquel bebe volviera a traer luminosidad a esos ojos rasgados que intentaban reponerse una vez más al dolor que acumulaba su abandonado corazón. 

Cloe subió al auto y se acomodó en el asiento junto a sus cosas. Su mirada estaba perdida en la calle y un recuerdo demasiado presente la atravesó. Sus días en aquel palacio eran una mezcla entre realidad y fantasía, como si hubiese sido la protagonista de un un cuento del que habían olvidado escribir el final. 

Recordó a Franz, sus ojos, sus gestos caballerosos y su sonrisa de lado, sus abrazos posesivos y sus besos robados. Había sido un amor al que se había entregado sin condiciones, que fuera un príncipe no cambiaba sus sentimientos, seguía siendo el mismo joven que le había regalado el mejor cumpleaños de su vida. Había estado segura de que aquella despedida era la mejor decisión y sin embargo a medida que pasaba el tiempo no hacía más que sentirse responsable de su soledad. Ella lo había dejado, le había hecho creer que lo esperaría y se había marchado a escondidas. ¿Qué podía esperar entonces? ¿Cómo podría continuar creyendo que volvería a buscarla? Ni siquiera le había contado de su embarazo y si lo supiera ahora incluso podría dudar de su paternidad. 

¿Entonces por qué volvía a pensar en él? Se suponía que había aceptado aquel final, ese que ella misma había escrito. 

En ese momento sintió unos movimientos en su vientre, algo alertada se incorporó en su asiento y entonces volvió a sentirlo. Su pequeño hijo se estaba moviendo, era la primera vez que lo sentía y era demasiado hermoso. 

No pudo evitar colocar su mano sobre aquella parte de su cuerpo y sus ojos se empañaron. A lo mejor sí era un final feliz, pensó y con una sonrisa en los labios continuó disfrutando de aquella experiencia tan hermosa e inigualable. 

Una foto realDonde viven las historias. Descúbrelo ahora