Ninguno podía recordar como habían subido la escalera caracol, ni cuánto había durado aquel primer beso. Pero nunca olvidarían el momento en el que se olvidaron de ellos mismos, sus historias, sus mandatos familiares, sus prejuicios con respecto al amor y se dedicaron a entregarse en cuerpo y alma con la sóla premisa de provocarle al otro un gozo tan grande como el que sentían.
Franz la había besado con desesperación al principio, pero una vez dentro de aquel pequeño piso, se había tomado mucho más tiempo del que solía.
Sin abrir sus ojos, había recorrido su boca con el deleite de los manjares más exquisitos mientras aquel suave perfume floral se encargaba de grabar el momento en su lóbulo temporal. Había recorrido con la yema de los dedos su suave cuello y al llegar al ángulo que dibujaba su clavícula se había detenido con una pausa que comenzó a desesperar a Cloe.Ella por su parte se había mantenido quieta al principio, como si estuviera dispuesta a obedecer lo que aquella lengua demandaba, pero cuando no fue capaz contener su propio deseo, había enterrado sus dedos en aquel cabello dorado atrayéndolo aún más.
-Quiero sacarte el vestido.- le había pedido él con una autoridad imposible de desobedecer y ella había girado, una vez más, sobre sus pies exponiendo sus glúteos orgullosa, por primera vez en su vida.
No pudo evitar inclinar su cuello hacia atrás y cerrar los ojos, mientras los dedos de Franz, con una destreza inigualable, bajaban el cierre lentamente.
Aún con los ojos cerrados inclinó sus brazos hacia abajo y la prenda carente ya de utilidad cayó sobre la madera añeja del suelo, para pasar al olvido de los amantes que sólo deseaban lucir su piel erizada por el ardor de cada roce.
Franz suspiró con fuerza, como si estuviera conteniendo a sus cinco sentidos a la vez y se acercó por detrás para besar aquel cuello mientras su creciente erección presionaba contra los firmes glúteos de la hermosa mujer que deseaba llevar a la cima.
Cloe lo sintió firme e instintivamente empujó un poco hacia atrás mientras el primer gemido escapaba de sus labios para enardecer la llama que incesantemente comenzaba a consumir la voluntad de Franz, quien alentado por el anhelo de escuchar un nuevo gemido de aquella boca, se apoderó de sus grandes pechos con ambas manos, mientras continuaba presionando cada vez con más fuerza.
-Debo confesar que no quiero que esto termine nunca.- le dijo al oído en un tono tan grave que la atravesó hasta la punta de los pies.
Poseída por la sensación de sentirse responsable de aquel placer, giró una vez más y comenzó a desvestirlo. Primero la remera que reveló fuertes músculos que besó uno a uno sin dejar de alzar su vista hasta aquellos ojos claros, que comenzaban a oscurecer de placer. Y luego fue él mismo quien se deshizo del pantalón, tomando un preservativo del bolsillo antes de dejarlo caer.
Cloe lo guió hasta su cama y lo invitó a recostarse, mientras, como nunca antes había hecho, reptaba sobre él rozando sus pezones erectos para conseguir una especie de electricidad que continuaba avivando el fuego,
-En serio Cloe, no creo poder durar mucho más. - le suplicó él capturando aquellos glúteos con vehemencia.
Cloe sonrió de lado y quitándole la protección de la mano se la colocó para luego guiarlo a su interior y perder cualquier resabio de control que le quedara.
Comenzó con movimientos lentos, como si cabalgara despacio y al sentir el sonido de su respiración acelerada, cerró sus ojos y aumentó el ritmo.
El roce, la presión y el calor creciente. Los gemidos, los latidos galopantes y el incipiente sudor sobre la piel, que parecía continuarse sin límites entre los dos, los alzó a un gozo exultante que escaló a la cima en pocos segundos regalándoles el mejor orgasmo de sus vidas.
Franz no quiso perderse aquel momento, la observó intentando memorizar aquel cabello arremolinado, sus ojos entrecerrados, sus labios entreabiertos con el último aliento ligero y esa sonrisa de satisfacción que no deseaba dejar de poseer nunca más.
-¿Estás bien? - le preguntó ella al ver que no se movía.
-Mejor que en toda mi vida.- le confesó él incorporándose un poco para volver a besarla.
Ambos sonrieron y Cloe se levantó con pausa.
Se cubrió los pechos con su mano y caminó hasta una cajonera para sacar un vestido ligero que solía usar para dormir.
Franz se sentó en la cama primero y la volvió a mirar sin poder dejar de sonreir.
-¿Por que te tapas? - le preguntó intrigado.
Cloe giró y sus mejillas se ruborizaron. Era como si la mujer audaz y sensual que le había dado el mejor sexo de su vida hubiera sido reemplazada por la inocente joven del café.
Cloe alzó sus hombros con ingenuidad y le regaló una sonrisa aún más hermosa que las anteriores.
Franz se puso de pie y caminó hacia ella. Sus ojos se encontraron a través del único espejo del lugar y sin necesidad de palabras se dijeron cuanto lo habían disfrutado.
Ella le señaló el baño y lo esperó sobre la cama con aquel vestido de algodón blanco sentada sobre sus talones.
Franz pensaba marcharse. Debía hacerlo. Se lo había dicho a sí mismo frente al espejo de aquel diminuto baño y sin embargo al salir y volver a verla no fue capaz. No quiso. Y por primera vez en su vida decidió.
Cloe le ofreció su remera con su brazo extendido.
-¿Tenes que irte?- le preguntó con su boca mientras sus ojos le suplicaban que no lo hiciera.
-Si vos quisieras podría quedarme...- le respondió él caminando hacia ella y tomando su propia prenda.
Cloe volvió a sonreir.
-¿Y que harías si yo quisiera?- le preguntó mordiendose el labio inferior con provocación.
Y Franz, una vez más, no necesitó de palabras para responderle.
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Una foto real
RomanceCloe es una talentosa y comprometida fotógrafa y sin embargo aún trabaja como mesera en el café de su tía. En la noche de su cumpleaños número 24, motivaba por sus amigas decide olvidar sus rígidas reglas y dejarse llevar por primera vez en su vida...