Era raro tener un día de sol durante el crudo invierno alemán y sin embargo aquella mañana parecía perfecta. Cloe abrió sus ojos y sonrió al ver que no lo había soñado. Franz dormía a su lado, con la mitad del cuerpo descubierto y su cabello claro sobre la almohada que ella gentilmente le había cedido luego de aquel tercer asalto que los había dejado exhaustos y ampliamente satisfechos.
Decidió que lo dejaría dormir un poco más. Si bien los ruidos de la cafetería del piso inferior anunciaban que llevaba varias horas abierta, por primera vez en mucho tiempo quiso disfrutar de un preciado momento para ella sola.
Se recogió el cabello, luego de lavarse los dientes y la cara y se puso un sweater grueso de color lila sobre el vestido blanco que había sobrevivido aquella alocada noche.
Entonces volvió a mirarlo. La luz del sol era perfecta y fiel a su vocación y buen ojo para las fotografías lo encuadró a través del lente de su vieja cámara.
El sonido del disparador despertó finalmente a Franz, quien se sentó algo confundido y luego de refregarse un poco los ojos la miró.
-¿Qué estás haciendo?- le dijo sobresaltado con un tono duro que en ningún momento de la noche anterior le había oído.
El cambio en su expresión fue tan notorio que de repente Cloe tuvo miedo de no responder con las palabras correctas y se limitó a alzar ambas cejas y negar con su cabeza, como si no se tratara de algo grave. Iba a explicarle que era una foto artística, que ni siquiera se veía su rostro, pero él no la dejó.
-¡¡No puedo creerlo!! ¡Cómo se me ocurrió hacer semejante estupidez!- dijo levantándose finalmente de la cama, buscando su ropa con desesperación por todo el lugar.
Cloe apretó sus labios con ingenuidad. No entendía que era lo que le molestaba, pero estaba segura de que algo lo había enfadado y mucho. Se limitó a señalar una silla en la que había doblado su ropa de forma prolija.
Franz ni siquiera la miró, dio dos largos pasos hasta la silla y comenzó a vestirse.
-¡Al final sos igual que todas! ¿Qué tenías pensado pedirme? No pienso pagarte nada, lamento que tengas que vivir en esta caja de zapatos toda tu vida, pero no vas a obtener nada de mi.- le dijo alzando su voz mientras se intentaba colocar las zapatillas aún de pie.
-Eh, yo.. No...- comenzó a decir Cloe, pero su voz era un hilo delgado que apenas se oía. No entendía a que se refería. Se sentía algo tonta por querer tomar esa fotografía. Lo había arruinado y aún no entendía por qué.
-¿Cuando lo planeaste? Debo decirte que sos una gran actriz, te creí el papel de "yo no uso esta ropa", o "no quiero que me lleves". ¡Por Dios que idiota fui!- le dijo impostando un tono de burla a sus palabras, que comenzó a molestar a Cloe.
Franz por fin se le acercó y la miró con un desprecio que terminó por empañar sus ojos color avellana.
-No me hables asi, por favor- le pidió tragando saliva para contener sus lágrimas en el único tono dulce que conocía su voz.
-Si te molestó la fotografía puedo borrarla.- agregó sosteniendole la mirada a esos hermosos ojos celestes que ahora sólo transmitían furia.
Franz dudó un instante. ¿Cómo podía ser que lo hubiera engañado toda una noche? Pero entonces bajó la vista y vio la cámara en su mano y todo volvió a ser cólera.
-¡No vas a obtener ni un centavo!- le dijo tomando la cámara y arrancándola de su mano sin contemplación.
Entonces sonaron unos golpes en la puerta que los sorprendieron.
-Clo ¿Está todo bien?- le preguntó su tía desde el otro lado, comenzando a girar la manija para entrar.
Cloe se apresuró a acercarse y le impidió entrar.
-Estoy bien tía, no pasa nada. Dame unos minutos y bajo. -le dijo con su respiración agitada y sus ojos a punto de desbordar.
No lograba comprender que era lo que estaba pasando pero no podía evitar sentirse devastada.
Franz tomó su abrigo y guardó la cámara en el bolsillo con movimientos enérgicos que demostraron el alto grado de enojo que corría por sus venas.
-¿Por favor no te la lleves?- le suplicó Cloe tomándolo del brazo con profunda angustia en su voz.
Franz se soltó con un movimiento brusco y se terminó de vestir, para caminar hasta la puerta.
-No puedo creer lo bajo que caen las mujeres por unas monedas. Este camino no te va sacar de tu triste vida. A lo mejor deberías probar con la actuación...- le dijo con una risa amarga.
-¡No puedo creer cómo me engañaste! - agregó comenzando a abrir la puerta.
Cloe cayó de rodillas sobre el suelo y finalmente decidió que ya no tenía sentido aguantar sus lágrimas.
-No entiendo lo que pasó, pero yo no te engañé.- le dijo en medio de sollozos.
Franz no pudo volver a mirarla. En el fondo de su corazón aún deseaba volver a abrazarla y se castigaba a sí mismo por ello. Era como todas las oportunistas que se había cruzado en su corta vida, sólo quería su dinero, se recordó para no volver a caer.
-Hasta nunca Cloe, si es que ese es tu verdadero nombre.- le dijo y sin esperar respuesta bajó lo más rápido que pudo atravesando aquella cafetería apenas concurrida para subirse a su moto y regresar a su vida.
Cloe se desplomó en el piso de su habitación sin poder controlar sus lágrimas.
Lloró cuando entró su tía. Lloró cuando la abrazó. Lloró esa noche y muchas noches más.
Como si su vida no hubiese tenido momentos tristes, el único joven al que se había mostrado tal cual era acababa de acribillar su corazón con las palabras más humillantes y las miradas de mayor desprecio que alguna vez hubiera visto.
Se había llevado la cámara de su padre, el único recuerdo que conservaba de él, pero también se había llevado su confianza, su fe en el amor y sus últimas esperanzas.
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Una foto real
RomanceCloe es una talentosa y comprometida fotógrafa y sin embargo aún trabaja como mesera en el café de su tía. En la noche de su cumpleaños número 24, motivaba por sus amigas decide olvidar sus rígidas reglas y dejarse llevar por primera vez en su vida...