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En el horario indicado, con una puntualidad exacta, los tres jóvenes se encontraban en el jardín señalado. Luego de dar vuelta toda su maleta sobra la cama, Cloe por fin se había decidido por unos pantalones negros de cintura alta y una camisa blanca de mangas voladas y un lazo en la espalda. Aunque no estaba conforme, la mirada de aprobación de su mejor amigo le dio confianza. Había bajado de peso en el último año, pero sus curvas continuaban allí, marcadas bajó aquel pantalón que dibujaba su cola más de lo que le hubiese gustado.

Con su cámara colgada del cuello y su cabello recogido en un rodete esperaba inquieta el anuncio de la llegada de la familia real.

Pedro le había contado del Rey Franz II, cuya mujer había fallecido recientemente. Recordaba haber leído algo en los periódicos, pero la prensa alemana, sobre todo la de Berlín, no solía darle lugar a las monarquías. El rey tenía cinco hijos, Franz III, el mayor, Irina, Friedrich y las mellizas Klaudia y Petra de apenas 12 años.

Unas trompetas estridentes la sacaron de sus pensamientos y pronto los vio llegar rodeados de un séquito que creyó que sólo existía en las películas. El rey delante y sus hijos detrás de acuerdo a su línea de sucesión. Al ver que todo el personal hacía una reverencia ella los imitó, al igual que sus amigos. Contó mentalmente intentando recordar los nombres de los que le había hablado Pedro y le pareció que faltaba uno, pero sin darle importancia se acercó dando pasos tímidos, sin saber cómo debía saludar.

-Su excelentísima majestad, le presento al nuevo equipo de producción audiovisual.- anunció Herr Bauman, luego de inclinarse a modo de reverencia.

-Ellos son: El Señor Pedro Schmidt, la Señorita Amaya Sanchez y la señorita Cloe Fernandez. Los acompañarán durante el próximo mes en los eventos de agenda y tendrán algunas sesiones individuales con cada uno para desarrollar el material de anuario que exige el protocolo. -explicó el hombre en tono monocorde.

Antiguamente los reyes y monarcas debían presentar un retrato en óleo cada año. Famosos pintores de la antigüedad se habían encargado de ellos y sus trabajos eran exhibidos aún en galerías de todo el mundo. Desde hacía unos años se había producido un cambio hacia la modernidad. Se había aprobado la modificación del protocolo para que el nuevo material fuera fotográfico e incluso la incorporación de videos editados de los momentos más importantes.

-Es un gusto conocerlos.- dijo el rey con un acento que logró despertar una sensación extraña en Cloe. ¿Dónde había oído ese acento antes?, pensó. Sin embargo, presa de los nervios que acaparaban su cuerpo en ese momento se limitó a bajar su cabeza para continuar escuchando.

-Les presento a mis hijos Irina, Friedrich, Klaudia y Petra.- dijo sin perder su porte serio. Era una figura intimidante sin necesidad de hacer nada para demostrarlo.

-Sepan disculpar a mi hijo mayor. Está regresando de Sudáfrica hoy mismo y no le fue posible asistir.- explicó ante los tres jóvenes que parecían presos de una fuerza mayor que les impedía reaccionar.

-El placer es todo nuestro, su alteza. Muchas gracias por darnos esta enorme oportunidad.- dijo por fin Cloe imitando el movimiento que había visto en Herr Bauman minutos antes.

-Espero que le guste nuestro trabajo.- agregó sin atreverse a mirarlo a los ojos, que desde la distancia parecían ser de un color que nuevamente le trajo un recuerdo inquietante.

El monarca se despidió con la misma solemnidad que había mantenido durante todo el encuentro y recién cuando lo vieron desaparecer a la distancia los tres eliminaron todo el aire de sus pulmones en un largo suspiro.

-¡Uff! ¡Eso sí que fue intenso!- dijo Pedro sacudiendo sus brazos como si quisiera sacarse un peso de encima.

Sus amigas sonrieron y asintieron divertidas.

-Bien, creo que mejor voy a estudiar el protocolo.- agregó apretando sus labios y alzando sus cejas con elocuencia.

-Venga, creo que necesito un whisky doble para procesar este nuevo trabajo.- le dijo Amaya tomandose de su brazo para comenzar a caminar.

Cloe los miró aun sonriendo, en verdad era un gran desafío que deseaba superar. Miró una vez más aquel jardín y tuvo una idea.

-Vayan ustedes, luego los alcanzo.- les dijo a sus amigos que no necesitaron ninguna explicación para saber por qué se quedaba allí.

Cloe los vio alejarse y comenzó a caminar con paso lento por los senderos prolijamente marcados de aquel hermoso lugar. Observó las flores, los árboles, las fuentes y las estatuas. Miraba a través de su lente sin decidirse. Siempre necesitaba la luz correcta para disparar, no admitía malas tomas, era exigente consigo misma, pero de esa manera había conseguido llamar la atención y crecer en su trabajo.

El silencio de aquel jardín era reconfortante. Lejos habían quedado las trompetas y los empleados ajetreados para mantener todo perfecto. Cerró sus ojos y aspiró aquel aroma floral.

Luego se aseguró de encontrarse sola y decidió sacarse los zapatos de tacón bajo que Pedro le había sugerido usar. Apoyó sus pies sobre el acolchonado cepsed y sonrió. La sensación era tan placentera que hubiese deseado recostarse sobre él.

Entonces por fin la luz la conformó. Se inclinó un poco hacia adelante y tomó su primera fotografía.

-Creo que la contrataron para hacer retratos, no paisajes. - oyó detrás de ella en una voz que no había logrado olvidar a pesar de sus incansables intentos.

Se incorporó sin atreverse a girar. ¿Acaso era posible?

-Señorita, no se asuste, era sólo una broma.- volvió a decir aquella voz.

Entonces ya no pudo evitarlo, giró sobre sus pies y luego de mucho tiempo volvió a enfrentar los ojos más hermosos y peligrosos que había visto en toda su vida. 

Una foto realDonde viven las historias. Descúbrelo ahora